Algo parece haberse removido en el interior de José Mourinho. El gesto de implacable ganador ha desaparecido de su rostro y ha dado paso a una expresión cansada, grisácea, de ojos que no logran disimular la angustia. Ya no hay ademanes intensos, solo brazos cruzados. Desfila por la línea de cal con paso triste, contemplando la deslavada imagen que ha dejado su Manchester United en el arranque de temporada. Hasta cuando intenta burlarse de Jurgen Kloop, el técnico del Liverpool, parece un fantasma del hombre que desquició a Josep Guardiola con su lengua viperina.
Luego de recolectar 25 títulos en 14 años, ‘Mou’ se estancó. Uno de los llamados ‘genios modernos’ no es capaz de darles soluciones tácticas a los suyos ni removerles el ánimo. Ya se vio en el Chelsea, pese a su título de Premier, y hoy lo confirma en el Manchester United. Concentra sus energías en quejarse por las piezas que le faltan en la plantilla. Asegura que con lo que tiene no le alcanza para tomarse la Premier League y está harto de que campeonar sea una exigencia para uno de los equipos más grandes del mundo.
Alguna vez criticó a Arsene Wenger por ser un ‘voyeur’, hoy es él quien mira a los demás para saber lo que quiere. “Eso exige que ganen esta temporada”, dijo al enterarse de los nuevos nombres del Liverpool. Sin embargo, la fuerte inversión de los ‘reds’ no se compara con la cantidad desembolsada por el United desde que Mourinho asumió: 350,10 millones de euros. Los de Anfield Road solo tuvieron un gasto neto (considerando compras y ventas) de 156,7 millones en el mismo período de tiempo, según datos de Transfer Market.
El portugués arribó con luces doradas y capa de terciopelo a Old Trafford. Tras las malas experiencias con David Moyes y Louis van Gaal, los hinchas de los ‘Diablos Rojos’ pensaban que por fin había llegado el hombre que los sacaría del estado de orfandad en que los dejó Sir Alex Ferguson, amo y señor del club por 25 años. No solo era un ganador prolífico, sino que también tenía el carácter ideal para una institución tan temperamental como el United.
Rápidamente fichó a Eric Bailly, Henrikh Mkhitaryan, Zlatan Ibrahimovic y rompió al mercado con Paul Pogba. El equipo tuvo más malas que buenas en la Premier y rápidamente quedó relegado de la lucha por el título. Sin embargo, el mal nivel de juego fue maquillado por tres copas en solo un año: Community Shield, Copa de la Liga y la Europa League. Al año entrante aceitaría su máquina y daría el zarpazo definitivo. Al menos eso se pensaba.
Sumó por precios millonarios a Lindelof, Romelu Lukaku, Nemanja Matic y, a mitad de año, a Alexis Sánchez. Pero no pudo elevar a los suyos. Su gran logro en Premier League fue evitar que el Manchester City de Pep Guardiola le diera la vuelta en la cara. En Champions, el Sevilla lo sacó a la calle y perdió la final de la FA Cup ante Antonio Conte, el rival que le dobló la muñeca. Críticas en forma de dagas cayeron sobre Mourinho desde distintas direcciones. Rio Ferdinand y Paul Scholes, leyendas del United, han despachado duros comentarios sobre el juego del equipo. Alan Shearer también le ha dado uno que otro raspacacho.
‘The Special One’ ha respondido con ironías poco filosas que evocan las glorias de su pasado y repitiendo la misma cantinela: le faltan piezas. Es cierto que no tiene los nombres del Real Madrid, FC Barcelona o, incluso, del City. Sin embargo otros, con menos, hacen más.
Mourinho no solo necesita talento, sino que tipos dispuestos a morir por él. En el Inter de Milán se ganó el odio de todo el mundo, pero sus jugadores hubiesen hecho lo que les pidiera. Algunos por cariño, otros por miedo, como reconoció Esteban Cambiasso. Algo cambió. Varios jugadores se han atrevido a desafiarlo, incluso públicamente. Con Paul Pogba, que llegó con ínfulas renovadas luego de conquistar la Copa del Mundo con Francia, ha tenido una pelea de largo aliento. El francés, pese a ir al banco, no se le ha achicado. Hace siete años eso habría sido impensable. Iker Casillas, uno de los mayores símbolos en la historia del madridismo, vio arruinada la impoluta imagen que había construido por las esquilas de la guerrilla con el portugués. Hoy hasta el intrascendente Anthony Martial le pone los puntos en público.
Mourinho no encuentra apoyo en la dirigencia y los hinchas estaban organizando una campaña para sacarlo del cargo. El hastío lo consume. Algo se rompió, algo se perdió, algo le falta por entender. Se echa de menos su vieja versión. El mundo es muy aburrido solo con héroes de ‘buenos modales’.