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El verdadero Hannibal Lecter, fue Alfredo Ballí Treviño, un médico mexicano que inspiró al famoso villano de ficción gracias a su espeluznante crimen de los años 50. Ballí asesinó a un estudiante de medicina, lo descuartizó y enterró en su consultorio médico, adquiriendo apodos como "El vampiro Ballí". Thomas Harris, creador de Lecter, lo conoció en prisión sin saber su identidad, llevando esa experiencia a la creación del personaje. A pesar de ser un médico respetado, Ballí fue condenado, sobrevivió en la cárcel atendiendo heridos y finalmente murió en 2009 sin saber su influencia en la cultura popular.

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Si hay un villano que ha capturado nuestra imaginación es Hannibal Lecter. El personaje de ficción que demuestra, al mismo tiempo, ser sádico y cautivador, personificado primero por Brian Cox y luego por Anthony Hopkins.

Y es que, el médico que aparece por primera vez en el libro “Dragon Rojo”, escrito por Thomas Harris, era capaz de persuadir a través de su labia para acechar y cocinar a sus víctimas.

Sin embargo, esta habilidad no se debe solamente a la creatividad del autor de “El silencio de los inocentes”, sino a que una experiencia que vivió en primera persona, al conocer a un homicida que modales finos que lo llevaron a crear al asesino “Hannibal, el caníbal”.

La experiencia ocurrida a finales de los 60, cuando en una macabra visita a una cárcel, inspiró a Harris a crear al villano más grande del cine.

El silencio de los inocentes.

Alfredo Ballí Treviño: el verdadero Hannibal Lecter

En el año 1959, Alfredo Ballí Treviño, era un médico de 28 años, que vivía la ciudad de Monterrey, México.

El hombre, que era de buen trato y no tuvo conductas sospechosas durante su vida, se vio envuelto en el homicidio de un estudiante de medicina de 20 años.

A pesar del tiempo, varios diarios mexicanos coinciden que Ballí y Jesús Castillo Rangel -nombre del joven asesinado- mantuvieron una relación sentimental. En ese entonces, las versiones describen que hubo una fuerte discusión que terminó de manera trágica: el médico le administró una inyección de pentotal sódico, luego lo descuartizó y colocó su cuerpo en una caja de cartón, recoge el diario Clarín.

Eso no es todo, ya que el doctor al arrastrar el cuerpo al baño, le cortó el cuello con un bisturí y esperó pacientemente a que la sangre se drenara, luego lo cortó y guardó las extremidades en una caja.

Posteriormente, el cuerpo de Jesús Castillo Rangel, fue desmembrado y enterrado en un consultorio médico del barrio Talleres. En la localidad, Ballí era respetado, por atender a personas sin recursos ni acceso a salud primaria.

“Ese hallazgo genera una enorme preocupación. Y el hecho de que unos días después se sabe que el autor material era un médico brillante, joven, impacta a la ciudad, que queda conmocionada”, explicó a BBC Mundo el periodista Diego Enrique Osorno, que investigó de cerca el caso de Ballí Treviño.

La visita de Thomas Harris

Tal como relató Harris, en la edición del 25 aniversario de “El silencio de los inocentes”, publicado en 2013, conoció a Balli Treviño por casualidad en 1963, en una visita a la cárcel de Topo Chico, en Nuevo León en Monterrey (México).

Thomas Harris era un joven periodista de 23 años que vivía en Waco, Texas, donde colaboraba con la revista Argosy.

Aunque su primera intención era entrevistar a Dykes Askew Simmons, un asesino condenado a muerte por tres homicidios, sin embargo, fue otro hombre el que se robó su atención, recoge una antigua publicación de BBCL.

Alfredo Ballí y Dykes A. Simmons.

Cuando el escritor se enteró de que Simnons había sido herido de bala al intentar escapar un año antes, quiso conversar con el hombre que le había salvado la vida. Así conoció a Alfredo Ballí.

“Era un hombre pequeño y ligero con cabello rojo oscuro. Se paraba muy derecho y había cierta elegancia en él”, describe el escritor en el citado libro.

Después de la conversación, Harris agradeció Ballí Treviño y lo invitó a tomar una copa con él, si un día viajaba a Texas, mientras desconocía la verdadera identidad de este extraño amistoso.

Harris recordó el momento, en la nueva versión del libro: “Mirando hacia atrás, no puedo recordar ningún rastro de ironía en su respuesta. ‘Gracias, señor Harris. Ciertamente, lo haré, cuando vuelva a viajar’”, según citó Infobae.

Mientras tanto, el director de la prisión de Nuevo León, Miguel Guadiana Barra, interrumpió donde estaban reunidos el periodista y el médico “¡Hombre! ¿No sabes quién es? El doctor es un asesino”, le mencionó Guadiana al periodista y le contó cómo hizo para meter el cuerpo de Castillo, en una caja de cartón. “Él nunca dejará este lugar. Está loco”, le dijo a Harris.

El legado de un asesino

Durante su confesión, el homicida se jactó de su minuciosidad al desmembrar el cuerpo de Jesús Castillo, sin necesidad de tocar un hueso, afirmó al entonces jefe del Escuadrón de Homicidios del Servicio Secreto, Eusebio Lara.

Al ser recluido en la prisión de Topo Chico, la prensa mexicana le puso varios apelativos: “El hombre lobo de Nuevo León”, “El médico asesino”, “El monstruo de la Talleres” y “El vampiro Ballí”.

En ese sentido, Diego Enrique Osorno, aclara el impacto social, que ocasionó el caso de Ballí Treviño en la sociedad mexicana. “Uno de los señalamientos que había en torno al caso de Ballí era el de un crimen pasional, de una relación homosexual que en aquellos años, y en una ciudad tan conservadora como Monterrey, era algo escandaloso. Entonces llega a la cárcel como el monstruo de la colonia Talleres, alguien además sin una sexualidad binaria definida”, explicó a BBC Mundo.

Ahí mismo, Ballí ocupó sus habilidades en medicina para atender a otros prisioneros que resultaban heridos en las riñas de aquella peligrosa cárcel.

Inclusive, le permitieron tener un consultorio ambulatorio en el recinto penal.

“Es un médico que salvó muchas vidas dentro de la cárcel. Atendía no solo a los pacientes internos, sino también los días de visita familiar, había filas de gente de los barrios pobres aledaños al reclusorio que iban a pedir una atención médica que no daba el Estado”, subrayó Osorno.

La muerte de Hannibal Lecter

Ballí había sido sentenciado a pena de muerte, sin embargo, la pena se conmutó después de 20 años, abandonando la cárcel en el 2000.

Sin embargo, el doctor regresó a su consultorio, de la colonia Talleres.

En 2008, el periodista Juan Carlos Rodríguez, del diario Milenio, habló con el hombre que inspiró a Hannibal Lecter.

“Si lo desea, podemos hablar sobre cualquier otra cosa, excepto eso. No quiero revivir mi oscuro pasado”, le dijo Ballí. “Pagué lo que tenía que pagar. Ahora sólo espero el castigo divino”, repasó al reportero.

Cabe mencionar que Ballí Treviño quedó en silla de ruedas después de sufrir una lesión en su columna vertebral, pero eso no le impidió seguir trabajando. “Creo que salí de la cárcel en 1981, pero honestamente no recuerdo. Al principio fue difícil, pero con el tiempo las cosas mejoraron. Sin embargo, algunos días la depresión regresaba”, confesó.

Finalmente, Ballí murió en 2009, sin saber que Harris se inspiró en él, para crear al psicópata más famoso del cine.