Varias son las personalidades que han quedado plasmadas para siempre en la memoria colectiva chilena ya sea por sus acciones, discursos y/o legado. Ramón Castillo, o mejor dicho, Antares de la Luz, es una de ellas.
Corría el mes de noviembre del año 2012 cuando ocurrió uno de los crímenes que más ha impactado al país: el sacrificio de un lactante de apenas dos días de nacido. Tal ritual prometía liberar al mundo de la oscuridad, pues aquel bebé, según Castillo, era el mismísimo Lucifer.
Cristián Jiménez, oficial policial y psicólogo forense del Instituto de Criminología (Inscrim) de la PDI, explica que la gente tiende a pensar que estos sujetos (refiriéndose a Antares) están “locos, dementes o delirando” por su discurso que es “tan raro y llamativo”, pero este, no es el caso.
Jiménez fue parte del equipo criminalístico encargado de construir el perfil psicológico de Ramón el año 2012. Tras dicho trabajo, el experto aclara que Antares empleaba un comportamiento que se acercaba al perfil de un psicópata.
“Antares de la Luz: La secta del fin del mundo”
“Antares de la Luz era un tipo magnético. Su magnetismo obedecía a varias razones. Primero que nada, la estética. Era un tipo bastante alto, que tenía una figura muy imponente”, declara Verónica Foxley en “Antares de la Luz: La secta del fin del mundo”, el reciente estrenado documental chileno sobre el caso, dirigido por Santiago Correa.
Verónica es periodista de investigación, y autora de “Cinco gotas de sangre: la historia íntima de Antares de la Luz y la secta de Colliguay”. La escritora forma parte fundamental de la pieza audiovisual disponible en Netflix, pues es la biógrafa de Ramón Castillo.
Sin embargo -y sin desmerecer a todos los participantes del metraje- la pieza más potente y la que le dio su sentido y enfoque al filme es Pablo Undurraga: la mano derecha de Antares durante todos los años que la secta estuvo activa. El hombre, hoy en libertad, es el protagonista y, prácticamente, el narrador del documental.
“A mí me quería matar toda la población penal y la mitad de los gendarmes”, pronuncia Undurraga dentro de los primeros 5 minutos de la pieza audiovisual.
“Me parece una reacción normal, pero, ninguna sensación de peligro se sentía más peligrosa que las incontables instancias de peligro en las cuales estuve dentro de la secta”, confiesa.
“Nada de la intensidad de estar preso le llegaba a los talones a la intensidad de estar esclavizado dentro de una secta”, lanza Pablo, introducción que deja en claro la línea que tiene la obra producida por Pablo y Juan de Dios Larraín: un relato vivencial en primera persona.
Por qué Pablo Undurraga
“Nosotros siempre quisimos mostrar esto (el caso) desde el factor humano. Desde la experiencia, desde la inmersión dentro de una secta, porque pensábamos, además, que era la forma fresca de contarlo”, argumentó Santiago Correa a BioBioChile cuando se le consultó por qué se había seleccionado a Undurraga como el núcleo del documental.
“Ya se ha contado mucho desde el lado policial, desde las noticias, entonces, decíamos ‘¿cómo podemos contar esto de un lado más humano y más vivencial?’, para tratar de entender cómo es que alguien puede entregarse por completo hasta ser finalmente el esclavo de su maestro”, explica Santiago.
En la misma línea, el director pone sobre la mesa un concepto que es indispensable para comprender el enfoque de la producción: el control mental destructivo.
En el proceso de desarrollo de “Antares de la Luz: La secta del fin del mundo”, Santiago reveló que investigó muchísimo sobre el concepto recién mencionado. En concreto, el director leyó a Steve Hassan, Janja Lalich, Miguel Perlado, que “son como los padres de este fenómeno”.
“Me di cuenta que esto es mundial. Es algo que no pasó solamente una vez en Chile, sino que ha pasado en todas partes del mundo y va a seguir pasando, entonces, es casi una joyita poder descubrir este mundo desde alguien que lo haya vivido”, declaró Correa.
¿Qué es el control mental destructivo (CDM)?
Jaime Undurraga Matta, abogado y académico de la Universidad de Chile, aúna la teoría sobre el control mental destructivo de Hassan, Lalich y Perlado en su publicación “Control Mental Destructivo: El enemigo invisible (Cómo operan las sectas)”.
En tal texto, y citando a Hassan, el letrado recoge que el CDM es “un sistema que trastorna totalmente la identidad de un individuo, que está constituida por creencias, comportamientos, procesos mentales y emociones; elementos que configuran un padrón de vida”.
“El control mental destructivo, en este contexto, es la herramienta esencial de las sectas destructivas y, bajo su influencia, la identidad original de una persona, formada por su familia, su educación, amistades y –lo más importante– por las opciones libremente adoptadas, es reemplazada por otra identidad, que un individuo nunca habría adoptado sin existir una tremenda presión social sobre él”, resume Jaime Undurraga.
“En el caso de una secta destructiva, el control pasa a ser un proceso social, donde el líder de un grupo parte sugiriéndolo y luego imponiéndolo y reforzándolo”, continúa el autor, situación que se ejemplifica en el caso de Ramón Castillo y la secta de Colliguay, y que Cristián Jiménez desenmaraña.
Los líderes sectarios son, por lo general, sujetos que tienen falta de empatía. Poseen locuacidad, un encanto superficial y gran poder de manipulación, detalla el psicólogo forense. “Tienen habilidades que en definitiva les sirven y les son útiles para encantar a la gente”, agrega.
“El psicópata tiene esta falta de empatía. El psicópata transgrede la corporalidad, los límites, la sexualidad de las víctimas. En este caso, él lo hacía con las mujeres, las miembros de la agrupación”, aclara el oficial policial.
Antares de la Luz transgredía los límites sexuales de las integrantes de la secta de Colliguay. “Él las manipulaba, él desplegó una serie de acciones que son propias también de las fases por las cuales va pasando una persona que entra a una agrupación como esta”, añade Cristián.
El experto subraya que no se trata de que, de un día para otro, uno caiga en una trampa y quede a merced de estos sujetos (líderes sectarios). “Ellos tienen habilidades; son capaces de reconocer las carencias, las debilidades de las personas y, a partir de eso, las empiezan a explotar con un vínculo súper instrumental”.
La salvación prometida de Antares de la Luz
Ramón Castillo terminó consolidando su secta en base a una gran promesa: otorgar la salvación. Hay que recordar que el punto cúlmine de la secta de Colliguay fue a finales del 2012, año en que, según el calendario maya, el mundo llegaba a su fin.
Existe, además, un factor que tampoco debe pasarse por alto dentro de los aspectos que constituyen esta historia: el constante uso de ayahuasca dentro de la agrupación, brebaje con alto poder alucinógeno.
De hecho, fue luego de un “taller” impartido por Antares a sus seguidores (donde hubo consumo de esta bebida), que Pablo Undurraga tuvo una determinante “revelación”: Ramón Castillo era la reencarnación de Dios, así también de Jesús. Pablo le comentó esto a Antares, cosa que él afirmó.
“Él decía ser Dios y Jesús también (…), desde este misticismo les empieza a contar a ellos (sus seguidores) los designios e iluminaciones; cosas que se le van ‘manifestando’, y él les va transmitiendo. En este ejercicio los va encantando, los va convenciendo, los va aislando de la sociedad”, señala Cristián Jiménez.
“Aquellos que hacen cosas que van contrarias al grupo y que generan ‘karmas’ (concepto acuñado por Antares como ‘consecuencias negativas’), ameritan castigos, y los castigos pueden ser de distinta índole: pueden ser desde castigos físicos, ayunos, privación del sueño, aislamiento, trabajos (…), hay varias formas de castigarte, y después, una vez que cambia esta actitud, se te refuerza de nuevo positivamente”, agrega el comisario.
Con esta táctica, Ramón Castillo fue “jugando” con sus adeptos, pasando desde estados afectivos positivos a negativos, y con ello, iba “curando” y “entregando la salvación” a sus seguidores.
“Ellos no estaban locos”
A pesar de haber un gran contexto sociológico y psicológico detrás del caso de la secta de Colliguay, desde el ámbito penal, lo que se buscó en todo momento fue establecer responsabilidades penales, pues hubo un grave delito.
“Aquí los hechos vienen enmarcados en un contexto; en una investigación que lleva el Ministerio Público, y lo que se busca es percibir la responsabilidad por el parricidio u homicidio (…), entonces, si uno se queda sólo con el delito y las conductas desplegadas, tenemos finalmente a siete personas condenadas”, subraya Jiménez.
El psicólogo forense detalla que si se estudiara el fenómeno más sociológicamente, psicológicamente y criminalmente, uno puede entender que ellos (seguidores de Antares) también son víctimas de una u otra forma.
Esta perspectiva “no está arraigada en la visión ni de la persecución penal, ni en lo de entender el fenómeno, ni de los medios de comunicación. Uno no se pone en el lugar de ellos. Ahora, hay que entender que mucha gente adhiere a sectas, sí (…), pero pasar de ser miembro de una secta a cometer un delito, eso es algo completamente distinto, y por eso la persecución penal no hace distinción”, enfatiza el miembro de la PDI.
“Ellos no estaban locos, ellos estaban manipulados. Sí, estaban cegados de una u otra forma por esta imagen (Antares); lo que les representa este sujeto, pero no estaban locos. No había una alteración del juicio de la realidad de ellos. Ellos estaban conscientes de lo negativo, del actuar, de lo pernicioso del acto; saben que es un delito”, manifiesta Cristián.
¿Justicia?
De los involucrados en el caso, el único que no fue enjuiciado fue Ramón Castillo, pues el líder y también músico huyó a Perú en el momento en que el caso (y delito) se supo, y estalló mediáticamente. Una vez allá, y luego de un corto periodo de estadía, Antares se suicidó en una cabaña ubicada en Cusco en mayo del 2013.
El crimen fue delatado por Natalia Guerra, madre del bebé asesinado y quemado en el ritual orquestado por Castillo. Tras ello, y luego de que sus nombres y rostros aparecieran masivamente en los medios de comunicación, Pablo Undurraga y Carolina Vargas (otra exmiembro de la secta) se entregaron a la justicia.
El 2015, Fernando Véliz, periodista chileno, tuvo la oportunidad de conocer el inmueble donde Castillo se quitó la vida (a sólo dos años del hecho), y su relato fue compartido a BioBioChile. “Siempre se le recordó como una casa fantasma, de hecho, desde antes de que Antares se matara ahí”, contó.
Aquello era así pues existía una leyenda en torno al domicilio: “La leyenda decía que hubo un matrimonio en el cual el tipo asesinó a su esposa. Eran una familia de dinero, y se mató (también) al hijo que tenían en común. Después de eso, esa casa quedó abandonada”.
Véliz agrega, en su experiencia, que la energía presente en el lugar era muy rara y especial. Además, en aquel entonces, el inmueble servía como refugio para personas en situación de calle y de individuos que la usaban como punto de consumo de drogas.
Desde BioBioChile, le consultamos al director de “Antares de la Luz: La secta del fin del mundo” si su perspectiva respecto al caso había cambiado luego de desarrollar el documental y haber conversado con varios de los involucrados.
“Yo creo que mi perspectiva cambió mucho antes de la primera entrevista con Pablo”, confesó Santiago Correa. “Cuando empecé a investigar a Steve Hassan o a Miguel Perlado, empecé a descubrir el control mental destructivo y su potencia, porque es realmente increíble”, continuó.
“Es increíble cómo alguien puede manipular a otra persona hasta llevarla a cometer cosas brutales como lo que pasó en este caso. Es impresionante, e insisto, esto no es algo que haya pasado una vez en Chile, es algo que pasa constantemente. Esto se puede repetir en una pareja donde una mujer golpeada vuelve constantemente al victimario”, ejemplificó.
Correa agregó que, como realizador de este documental, había reflexionado bastante sobre lo fascinante de la mente humana: “Qué frágiles somos, sobre todo si estamos en un escenario donde estamos débiles”.