La encontré en Netflix y me pareció interesante. Me costó tomarle el ritmo porque, aunque estaba catalogada como comedia, no le encontraba ninguna gracia.

Pero con el pasar de los capítulos los personajes comenzaron a explicarse de mejor manera y la serie empezó a mostrar facetas que, mirando los primeros episodios, jamás habría pensado que tocaría.

Les hablo de Un servicio muy secreto (Au service de la France), un programa estrenado en 2015 y que asumo que por la barrera idiomática y mis gustos televisivos de los últimos años no se había cruzado por mis pantallas. Hasta ahora.

Francia con de Gaulle

La serie es de época y tiene lugar en la década de 1960 cuando Francia ya estaba recuperada de la devastación de la guerra, aunque no de sus fantasmas.

Además, la nación atravesaba la guerra fría, su sociedad comenzaba a cambiar y sus redes coloniales empezaban a desmoronarse.

Ya en la quinta república, y bajo el mando del general Charles de Gaulle, es que conocemos a la “Sopitec”, el servicio secreto francés, que centra los hechos ocurridos en la apuesta.

Allí llega a trabajar un joven de 23 años llamado André Merlaux que resulta tener una historia de vida fascinante, aunque poca pinta de agente secreto, quien no se acostumbra a la burocracia que consume a la entidad. Ah, y a los “interrogatorios” (torturas).

Porque sí, es una era previa al internet, pero el nivel de papeleo es tal que llega justamente a sacar risas.

Colonialismo

Efectivamente, en ese periodo Francia enfrentaba movimientos independentistas en todos los países que… ¿amablemente? invadió en África.

Y el colonialismo tiene un rol central en la serie, no solo a la hora de hablar acerca de esas naciones, sino que al momento de tratar a las personas que provienen de ellos.

Impensable en estos tiempos, algo me dice que los españoles se referían a nosotros de la misma manera en décadas anteriores. Normal para ellos, terrible para la contraparte, especialmente si lo miramos con los ojos del hoy.

Mujeres

Otro tema que se desarrolla de manera interesante es el rol de la mujer en una sociedad europea todavía conservadora, aunque despertando al papel que ellas podían jugar.

Por eso se ve de todo: de la secretaria que solo quiere casarse y ser dueña de casa a la agente que le saca un ojo de vidrio a un espía que quiso atacarla.

Y si eres mujer y estás leyendo esto: ¿te gustaría recibir de regalo por un ascenso en tu trabajo un electrodoméstico? La respuesta es sí… en la Francia de hace seis décadas.

Ridiculización

La serie toma en serio el papel de la inteligencia para el país, más que nada por el hecho que la imagen de superpotencia se caía a pedazos, aunque también ridiculiza abiertamente a los encargados de la misma.

Así es como vemos agentes más preocupados de los bonos que recibirán y de cuidar sus andanzas en los países que tienen bajo su responsabilidad que profesionales realmente interesados en realizar un buen trabajo.

Ejemplo de ello es una prueba nuclear “exitosa” muy lejos de tierras francesas, una verdadera tragedia social y medioambiental que celebraron con torta (en forma de hongo nuclear) y alcohol en la oficina.

En Netflix y con subtítulos

Un servicio muy secreto tiene dos temporadas de 12 capítulos cada ciclo, los que duran entre más de 20 minutos y casi media hora.

Está en francés, pero subtitulada. Tiene vestuario convincente, una buena fotografía (excepto en dos escenas donde se nota mucho el CGI), paisajes cuidadosamente bien elegidos y se nota que le pusieron atención a los detalles de época. Y sí, es una dramedia divertida y recomendable.

Fue grabada en París y en Argelia, creada por Jean-François Halin, Claire Lemaréchal y Jean-André Yerles y cuenta con las actuaciones de Hugo Becker, Wilfred Benaïche, Christophe Kourotchkine, Karim Barras, Bruno Paviot, Jean-Édouard Bodziak, Mathilde Warnier y Joséphine de La Baume.