El mago de Oz es una película de culto y una reliquia de la humanidad que costó muy caro a su protagonista, Judy Garland. Y es que para llegar a ese papel y enfrentar las consecuencias que trajo, tuvo que experimentar el rigor de Hollywood de la forma más bestial posible.
La actriz comenzó a trabajar en el mundo del espectáculo a los 30 meses y lo primero que perdió fue su nombre. Aunque todo el mundo la recuerda como Judy Garland (nombre que se convirtió en una marca registrada), la artista nació como Frances Ethel Gumm en Grand Rapids, Minnesota, el 10 de junio de 1922.
Tras presentarse durante años en el teatro familiar y formar un grupo de vodevil con sus hermanas, a los 12 años tomaron por ella una decisión que marcaría su destino. Sus padres firmaron contrato de siete años con Metro-Golwdyn-Meyer, quienes se hicieron cargo no sólo de su carrera sino también de ella, como solía ocurrir con las actrices en esa época.
Según la revista Vanity Fair, en el estudio la moldearon para ser la “chica de al lado”, una actriz con la que el público se pudiera identificar alejándola de las imágenes de sus grandes y despampanante divas.
Pero por supuesto no fue fácil, especialmente cuando la adolescente comenzó a crecer, lo que puso a la cadena en una encrucijada, pues era demasiado grande para interpretar personajes infantiles, pero demasiado joven para personajes adultos.
Esta situación hizo que la compañía se demorara en encontrar un papel perfecto para ella, lo que empezó a afectar el autoestima de Garland, quien comparaba su belleza y éxito con otras jóvenes de la época como Ava Gardner, Lana Turner y Elizabeth Taylor.
En 1936 protagonizó su primera película para la MGM, un musical llamado “Every Sunday”, el cual la puso en el radar de los altos mandos del estudio, quienes la unieron al también actor juvenil Mickey Rooney, convirtiéndolos en una de las parejas cinematográficas más exitosas del momento.
Sin embargo, para mantener aquellos resultados debió someterse a estrictas dietas que la mantuviesen con una imagen juvenil el mayor tiempo que fuera posible. Fue así que desde los 13 años su dieta consistió sólo en sopas y lechuga, lo que acompañaba con grandes cantidades de cigarrillos para combatir el hambre. El mito asegura que fumaba más de 80 diarios.
Pero el cigarro no fue la única adicción a la que la indujeron, pues también era obligada a tomar anfetaminas para trabajar y barbitúricos para dormir. Además, a medida que el tiempo pasaba, incluso debía esconder con gasas su creciente busto y usar corsé para modelar su figura.
Frente a todo lo que ocurría, la madre de la actriz, quien también era su manager, jamás se pronunció sobre el trato que estaba recibiendo su hija, ni siquiera cuando un ejecutivo la llamo “cerdo con coletas”.
A pesar del sufrimiento, la carrera siguió avanzando, pero no fue hasta 1939, cuando tenía 16 años, que consiguió el papel por el que pasaría a la historia. Ese año interpretó a Dorothy en El mago de Oz.
Un sueño envuelto en una pesadilla
La primera decepción que recibió durante el rodaje, fue enterarse que ella no era la primera elección para el papel, sino que el estudio quería a Shirley Temple, que en ese momento trabajaba para 20th Century Fox por lo que no pudo aceptar el rol de Dorothy.
Luego vinieron los abusos y las aún más estrictas reglas de la Metro, que estaban invirtiendo altas sumas en la producción.
Pero sin lugar a duda, uno de los peores momentos que vivió en la filmación, fueron causados por los Munchkins. En el libro Judy and Me, el productor y ex marido de la actriz, Sidney Luft, reveló parte del acoso de parte de los enanos.
“Ellos (los ciudadanos de Munchkin) le hicieron la vida miserable en el set de rodaje, metiendo sus manos debajo del vestido… Los hombres tenían 40 o más años”, aseguró en el texto que fue lanzado este año.
Luft, que estuvo casado con la actriz entre 1952 y 1965, asegura que estos extras “podían hacer lo que les daba la gana porque eran muy pequeños”.
Un escape sin salida
La actriz quiso olvidar todo lo vivido y disfrutar del éxito, sin embargo, su falta de carácter y problemas con el estudio y su ambiciosa madre, no la dejaron. Por ello, y como una forma de escapar de quienes la presionaban decidió contraer matrimonio David Rose en 1941, quien se convirtió en otro error.
El hombre nunca la apoyó e incluso la hizo abortar el hijo de ambos que esperaba la actriz. La relación duró menos de nueve meses antes de separarse.
Dos años después se casó con Vicent Minelli, su director en Meet me in Saint Louis, con quien tuvo una hija, la archifamosa cantante Liza Minnelli.
Muchos aseguran que el matrimonio entre ambos fue un acto de gratitud de la actriz al hombre 20 años mayor que le permitió por primera vez interpretar a una mujer bonita de su edad, en lugar de una adolescente.
Sin embargo, la relación también estaba condenada pues los rumores acerca de la orientación sexual de Minelli no eran pocos y se hablaba de bisexualidad, algo que en la época era muy mal visto.
En 1948, la actriz regresó a su casa y encontró a su esposo en brazos de uno de sus empleados varones. Según cuenta la leyenda, ella se encerró en el baño e intentó suicidarse siendo detenida por Minnelli. Ese sería el primero de varios intentos de suicidio, que incluso la llevaron a estar internada en un hospital psiquiátrico.
Su tercer matrimonio tampoco duró. En 1952, cuando su carrera comenzaba a irse a pique conoció a Sidney Luft, quien se convirtió en su manager y con quien realizó una de las cintas más aclamadas de su vida, A star is born. La película la tuvo como favorita para el Óscar, pero perdió en manos de Grace Kelly, principalmente porque el filme falló en la taquilla.
A esta derrota se sumaron los problemas de juego de Luft, quien casi la dejó en la calle.
Una estrella se apaga
Con sólo 25 años, su carrera comenzó a tambalear debido a problemas emocionales y de drogas y alcohol. Tras uno de sus intentos se suicidio, incluso fue sometida a un tratamiento de electroshock para superar la depresión.
El estudio comenzó a cansarse de la actriz y de su comportamiento, que cada vez era más irresponsable, llegando tarde a las filmaciones o no apareciendo en los rodajes. Tras varias suspensiones, finalmente en 1949, la MGM decidió despedirla.
“Lo único que veía delante de mí era más confusión. Quería apagar las luces en mi pasado y también en mi futuro. Quería herirme a mí misma y a todos los que me habían herido”, contó años después.
Antes de cumplir 30 años, su carrera en el cine ya estaba arruinada por lo que se dedicó a las giras de conciertos y los especiales radiofónicos con los que recorrió el Reino Unido.
Estos obtuvieron gran éxito y la artista volvió a brillar, esta vez por su cuenta. Durante años dio la vuelta al mundo con su espectáculo de vodevil, que incluso le permitió probar suerte en la televisión. Sin embargo, eso no fue suficiente para ella.
En 1969, mientras seguía presentándose ya sin tanto éxito en diversos escenarios ingleses -donde se agrupaban sus admiradores-, su salud se fue deteriorando de manera más notoria. Finalmente, el 22 de junio de 1969, a los 47 años, fue encontrada inconsciente en el baño de un hotel debido a una sobredosis de píldoras para dormir, los famosos barbitúricos que aprendió a tomar siendo una adolescente.