Con el objetivo de fomentar la recaudación de propinas en determinados negocios (que se detallarán en esta nota, porque no corre para todos), hace 10 años (2014) en el Congreso se legisló y aprobó una Ley que obliga a preguntarle a un comensal, al momento de pagar la cuenta, si dejará el 10% del costo del consumo como pago de propina.
En específico, se estableció lo siguiente en el Artículo 64 del Código del Trabajo:
La obligación jurídica básica apuntó al “deber del empleador de sugerir al cliente una propina correspondiente al menos a un 10% del total de la cuenta de consumo”, pero en ningún caso obligando al comensal a dejar propina, o entregar un 10%: la obligación es la consulta, pero el cliente puede dejar -en efectivo, débito o crédito- lo que estime conveniente; o bien optar por dejar $0 si consideró que la atención o servicio fue deficiente.
El problema es que la sugerencia derivó en casi una “obligación” por presión social; e incluso han existido acusaciones por el cobro de propinas en locales como peluquerías o barberías, no afectos al mencionado Artículo 64.
En el sitio web de la Dirección del Trabajo (DT) se precisa que la normativa “no ha sido establecer la obligatoriedad de la propina por parte del cliente”.
Y se añade que la sugerencia del 10% de propina solo puede operar en aquellos establecimientos en que el trabajador (un garzón o mesero) preste servicios a los clientes en la o las mesas del local y “como consecuencia de la oportunidad y cordialidad de su atención, sin considerar aquellos casos en que el cliente adquiera uno o más productos en un mesón, bajo un sistema de autoservicio o en que las labores de los trabajadores se limiten a su entrega o al cobro del respectivo importe”.
“Tampoco sería aplicable respecto de los trabajadores de establecimientos hoteleros que se desempeñan en labores de aseo, custodia o traslado de equipajes”, explicaba en 2014 también el otrora subsecretario del Trabajo, Fernando Arab, durante las etapas de discusión de cuando este tema aún era un proyecto.
Un rayado de cancha
El año pasado el Ministerio del Trabajo recordó que son solo un número acotado de rubros los que en Chile pueden solicitar propinas a los clientes por la atención otorgada, aludiendo a que se estaba “volviendo costumbre en algunos rubros pedir propina para servicios que debieran tener incluida la atención dentro del precio”.
De una forma más amena, a través de la cuenta de la red social “X” de @trabejita, el Ministerio enfatizó en el Artículo 64 del Código del Trabajo, que indica que las propinas (y la sugerencia del 10%) únicamente se puede consultar al cliente en locales con garzones (restaurantes, cafeterías y similares).
Dejó claro, seguidamente, que en una peluquería o barbería -por ejemplo- no corresponde solicitarle al cliente que deje un monto por concepto de propina.
Sernac: si lo atendieron mal, no tiene por qué premiar con propina
Desde el Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) acentuaron a BioBioChile que las propinas “son voluntarias” y que el 10% es una sugerencia.
Por tanto, un cliente puede dejar lo que estime (sea menos o más que ese 10% del consumo total).
Andrés Herrera, director nacional del Sernac, complementó que las propinas no forman parte de la remuneración del trabajador, por lo tanto, “son un beneficio adicional que entregan los consumidores y que premian la buena atención”.
Como es una propuesta en retribución a una atención de calidad, un consumidor “no tendría por qué premiar” una atención si esta fue deficiente.
Herrera señaló que en caso de que un local cargue la propina a la cuenta (omitiendo la sugerencia) estaría incurriendo en una infracción a la Ley.
La “presión” social
Fuera de la normativa o lo que puedan decir organismos fiscalizadores, lo cierto es que el 10% de propina pareciera estar volviéndose una obligación, no solo por la imposición que pueda poner el trabajador o empleador, sino por la propia presión del grupo que nos rodea y la sociedad en sí.
El director de la carrera de Psicología en la Universidad de Las Américas (UDLA), Luis Pino, afirmó a BioBioChile que sí existe un cambio en la mentalidad alrededor de las propinas, donde ya no se ve como un acto voluntario, sino más bien “como un acto de obligación, que ha dejado de ser un refuerzo a la buena atención, a la actitud, buen servicio, entre otros”.
Al respecto, el académico dijo que los actos obligatorios tienden a ser complejos. “¿Qué digo con esto? Que en realidad una cosa es que creamos que estamos siendo obligados a hacer algo y otra es que efectivamente estemos siendo obligados“.
Entonces, es donde las personas (en este caso los clientes) comienzan a realizar cosas por “aceptabilidad social, aceptación, obediencia” o incluso por manifestar aspectos altruistas o proyectar una buena situación económica, que con ella “no tenemos ninguna dificultad en dejar, por ejemplo, propina”.
O incluso por crianza, la influencia social -en este caso, respecto a las propinas- lleva a ajustes en los pensamientos, creencias, valoraciones y conductas, llevando a realizar actos de forma espontánea e incluso naturalizándolos, “pero no tenemos conciencia que no deseamos emitir una conducta altruista de dejar propina, por ejemplo (…) no nos gustó la actitud del garzón, o fue muy mala la comida, pero no podemos oponernos a esa instrucción que quedó como impronta”.
Diferencias con EEUU e impacto en calidad de servicio
Es reconocida la cultura de dar propina en Estados Unidos, donde en bares, restaurantes y cafeterías es vital, incluso como una primera fuente de ingresos, más allá del sueldo base.
Por ende, es muy mal visto por los estadounidenses no dejar un porcentaje de propina al momento de cancelar alimentos o servicios.
Con todo, aquí sigue siendo un complemento al pago final, pero según Luis Pino también se ha visto una evolución, dado que en ciertos lugares “ocurre que hay un ingreso mínimo entregado por la propia institución y el resto es un sueldo que se complementa, o el grueso del salario es la propina”.
Y finalmente, uno de los puntos clave alrededor de este asunto es en qué lugar queda la entrega de un buen servicio, siendo que el 10% (poco más, poco menos) puede servir como una especie de “termómetro” al momento de saber si un trabajador entrega un buen servicio o no.
“Como experiencia personal, lo que he visto es que en definitiva ya no hay una buena actitud, un reconocimiento y un refuerzo a la propina de esta manera (…) efectivamente hay servicios que han bajado y también se puede prestar para abusos laborales, donde eventualmente solo van a constituir su sueldo a partir de la propina, porque ha dejado de ser un reconocimiento o un refuerzo, sino una obligación”, sentenció el director de la carrera de Psicología en la UDLA.