Pese a que el propio Gobierno celebró como una victoria el dato de PIB 2023 -que se expandió un 0,4% en el último trimestre del año y cerró con raquítico crecimiento positivo del 0,2%- la lectura que hacen empresarios y expertos tiende, sin embargo, hacia el pesimismo, al señalar la sombra que proyecta la caída tanto del consumo como de la inversión.
Uno de los primeros en reaccionar a los datos fue el propio presidente Gabriel Boric, quien celebró haber esquivado la recesión y aseguró que a partir de ahora la economía nacional “despegará”.
La misma visión triunfalista proyectó el ministro de Hacienda, Mario Marcel, quien recordó que el nivel de actividad económica chilena es similar al de 2021, “pero con una inflación controlada y una cuenta corriente de balanza de pagos que ha vuelto a su promedio histórico”; y aprovechó para ajustar cuentas contra quienes pronosticaban un resultado negativo.
Más cauto y dubitativo fue el análisis de la presidenta de la Sofofa, Rosario Navarro, quien advirtió que un crecimiento anual de 0,2% “no debe dejar tranquilo a nadie”.
Analistas de los principales bancos consultados por la Agencia EFE coincidieron, por su parte, en apuntar más a una “corrección de las cifras” que a “un crecimiento real” y advirtieron que el fantasma de la recesión no se ha evaporado, ya que en su opinión la situación de la demanda interna “es frágil”.
Asimismo, insistieron en la necesidad “urgente” de recuperar la inversión -y lograr así un crecimiento sólido- a partir de las cifras que arroje 2024.
“Efectivamente la cifra se ubicó respecto a lo esperado por parte del mercado. Ahora lo que vemos en la práctica es que la economía para efectos del año 2023 ya finaliza su proceso de ajuste macroeconómico”, explica Juan Ortiz, economista de la Universidad chilena Diego Portales.
“Ese proceso de ajuste macroeconómico de reducción de esos desequilibrios lleva a que el déficit en cuenta corriente alcance niveles en torno a un 3,6% del PIB. Es decir, que en la práctica esta desaceleración en cuanto a la demanda interna es un proceso necesario”, agregó Ortiz, para quien la opción de que “los desequilibrios macroeconómicos se vayan diluyendo es una condición necesaria para poder tomar un nivel de crecimiento más robusto para el año 2024”, agrega.
El economista pone, no obstante, el acento también en el gasto, donde en su opinión “observamos que efectivamente hoy tenemos un nivel de consumo privado que se que cae en términos interanuales”.
“Esta mayor resiliencia que observamos en cuanto al consumo ha permitido, en parte, paliar esta caída más profunda que se esperaba a principios de año. Es decir, en cierto modo, el mercado subestimó la capacidad de la economía de poder hacer un ajuste macroeconómico”, recalca.
De la misma manera la caída esperada de la inversión ha sido más acotada lo esperado previamente, afirma, antes de señalar el valor del ajuste de la tasa política monetaria, el proceso de caída inflacionaria y la buena evolución económica de socios importantes como Estados Unidos y China a la hora de facilitar el ajuste.
“En cierto modo se genera una especie de círculo virtuoso en términos de un buen manejo de política económica, tanto a nivel fiscal como a nivel de la política monetaria que ha permitido en cierto modo que la economía lleve este proceso de ajuste macroeconómico, obviamente generando costos, porque recordemos que hoy la tasa de desempleo sigue siendo la más alta observada un año atrás”, concluye.