En medio de duros ajustes, el pasado 9 de marzo se ventiló en Argentina que, por obra de un decreto presidencial, aumentaban en un 48% los salarios de altos cargos del Ejecutivo, incluido el del presidente. El escándalo fue mayúsculo.
“Este episodio deja la impresión de que el presidente sería uno más de la casta de privilegiados que él critica”, dice Ignacio Labaqui, profesor de la Universidad Católica de Argentina, pero quiere confiar en que lo más probable es que hayan encontrado a Javier Milei en “offside”, es decir, que su gobierno, o él mismo, hayan cometido un error.
Como consecuencia del escándalo, Milei derogó dicho artículo y hasta el secretario de Trabajo fue echado del cargo.
El presidente de Argentina percibe actualmente unos 4.787 dólares mensuales (unos $4.532.480 pesos chilenos, aproximadamente).
A mala paga a los políticos, ¿mal servicio público?
Labaqui, también profesor de la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (UCEMA), no cree que se pueda sacar algo positivo de este caso.
Aunque resalta que podría reavivar el debate sobre los sueldos de los políticos.
“La idea de que los políticos cobran mucho es equivocada”, señala. Además, “cuando la función pública es mal remunerada, se produce un incentivo a la corrupción, además de generar un proceso de selección adversa, porque gente poco capacitada puede sentirse tentada por un cargo público como lo mejor que puede obtener”, advierte.
El politólogo Labaqui agrega que las dificultades se producen “si el salario es muy bajo o, con la pretensión de algunos de que el desempeño en la política sea ad honorem, o sea, gratuito. Eso la limita a los rentistas, los millonarios, o a la gente que no tiene ningún tipo de escrúpulos para pedir y recibir sobornos”.
Sin obviar la importancia de la relación entre cualificación y remuneración, Labaqui comprende que el énfasis del debate esté puesto, sobre todo, en que “si todo el mundo se está ajustando el cinturón, la política también debiera hacerlo”.
Salarios “de hambre”, una dura realidad
Otrora, el salario mínimo en Argentina era uno de los más altos de América Latina.
A lo largo de 2018 y 2019, la caída del poder adquisitivo del salario mínimo llegó al 25%.
Desde que asumió su cargo Alberto Fernández hasta el mes de junio de 2023, esa caída alcanzaba un 14%, publicó el diario Página12 (julio de 2023).
Entre noviembre y diciembre de 2023, mes en el que asumió la presidencia Javier Milei, se estima que cayó un 16%.
Hoy, según cálculos de datosmacro.com, el sueldo mínimo en Argentina está en unos 200.000 pesos argentinos, unos 235,36 dólares ($222.843 pesos chilenos, aproximadamente).
“Pero con 200.000 pesos argentinos no se alcanza a cubrir la canasta de alimentos. Por lo tanto, la pérdida para quienes cobran el mínimo, o un poquito más, es muy brutal y no tiene antecedentes en el corto plazo retrospectivo en la Argentina”, resalta ante DW, desde Rosario, Sergio Arelovich, analista del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE).
Y explica la caída del poder adquisitivo de los argentinos: “El salario mínimo fijado en 2015 tenía un valor de 100 puntos, mientras el salario mínimo a enero de 2024 vale ya solo 46, fruto de la inflación”.
Una pérdida de más de la mitad, con el efecto de que los salarios se “licúan”.
Eso también conlleva que muchos más argentinos están cayendo en la pobreza.
“En un 40% había dejado el anterior gobierno la pobreza, que en la actual administración se disparó a casi el 60% en el primer mes de gobierno”, destaca el economista de MATE.
Asimismo aclara el frágil juego de dominó que provoca la caída de la actividad productiva: “Si se deteriora el salario, se deterioran las jubilaciones, las pensiones y las asignaciones a los sectores más vulnerables de la economía Argentina”.
Un efecto ‘búmeran’ negativo
Así las cosas, la debilidad de la economía nacional que se sufre adentro de los hogares, también se refleja en el comportamiento macroeconómico del país, porque “cayendo el nivel de actividad, cae el consumo y, por lo tanto, cae la recaudación, cuando lo que quiere el gobierno es disminuir el déficit fiscal”.
El economista Sergio Arelovich aboga por subir los salarios; el politólogo Ignacio Labaqui por “flexibilizar” el rígido mercado laboral.
Son dos de las propuestas en el amplio debate argentino sobre las medidas necesarias.
“Esa idea de que el Estado puede gastar sin fundamento ni límites, y que todo se soluciona con emisión o endeudamiento no es buena”, acota Labaqui.
El desempeño económico de Argentina durante las últimas cinco décadas es revelador.
Para Labaqui, basta un vistazo a las cifras de la Cepal: “A pesar de que Argentina no ha sufrido guerras civiles ni conflictos armados importantes en los últimos 50 años, está entre los tres o cuatro países de América Latina con peor desempeño y peor evolución del Producto Interno Bruto por habitante en los últimos 50 años”, detalla el experto.
Gobernabilidad y Estado de derecho
En particular en medio de múltiples y graves crisis, la gobernabilidad es la espina dorsal de un país.
Un fracaso de los planes económicos de este gobierno “generaría probablemente más dudas sobre cuál es la estabilidad política del país y podría mantener a Argentina en este círculo vicioso de caída económica y aumento de la pobreza y pauperización”, es la preocupación de Ignacio Labaqui.
El fuerte viraje de la economía argentina requiere un apoyo político amplio, pero la personalidad de Milei genera dudas.
“Su estilo es muy frontal, muy conflictivo”, observa el politólogo.
Valga recordar que Milei solamente tiene el apoyo informal del partido de Mauricio Macri, que ni siquiera está incorporado al gobierno. El partido del presidente cuenta con solo el 10% de las bancas del Senado y el 15% de la Cámara de Diputados.
Así que, frente a la virtual imposibilidad de ejecutar las reformas, ¿podría Milei gobernar saltándose al Legislativo?
“Puede intentarlo, pero si lo hace, lo más probable es que termine mal”, responde el analista, y concluye con una plusvalía de Argentina en medio de la polarización: “En Argentina, el equilibrio de poderes sigue siendo sano y fuerte”.