Los argentinos acudirán el próximo domingo a votar en unas elecciones primarias enmarcadas en un delicado escenario económico, con severos desequilibrios monetarios y fiscales, una elevadísima inflación, pobreza en alza y la omnipresente espada de Damocles que supone el pesado endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin oxígeno para funcionar, la segunda mayor economía suramericana tiende a paralizarse, hasta el punto de que consultores privados vaticinan que el PIB caerá este año 3%, desde una expansión del 5% en 2022.
“La economía exhibe un deterioro muy importante, no sólo desde el punto de vista de los indicadores económicos, monetarios y fiscales, sino también los sociales. Todos los indicadores dan cuenta del estado de fragilidad en el que se encuentra la economía actualmente”, explica a Agencia EFE Leonardo Piazza, director de la consultora LP Consulting.
Uno de los más preocupantes es la inflación, con un índice de precios al consumidor que se situó en el 115,6% interanual en junio y que, según proyecciones privadas, acumulará este año un alza del 141%, la tasa más alta desde la hiperinflación de 1989-1990, un fantasma que pesa, y mucho, entre los votantes.
De acuerdo con la última edición del Monitor de Humor Social y Político que elaboran las consultoras D’Alessio IROL y Berensztein, la evaluación de la situación económica es negativa (75% considera que está peor o mucho peor que en 2022) y la inflación permanece como la principal preocupación, relegando a un segundo lugar la inseguridad por hechos de delincuencia.
Con este “humor” irán a las urnas los argentinos, quienes, aun con una tasa de desempleo del 6,9% -una de las más bajas en décadas-, cobran salarios erosionados por la inflación, lo que explica que, incluso con trabajo, muchos sean parte de ese 40% de la población argentina catalogada como pobre.
“El salario formal promedio y el informal son casi iguales y no llegan a cubrir la canasta básica alimentaria. Eso es el síntoma de que la clase media en Argentina desapareció”, asevera Piazza.
Desequilibrios
El flagelo de la inflación es una señal emergente de los severos desequilibrios fiscales y monetarios de Argentina, que sin acceso a los mercados internacionales de deuda tras el colosal cese de pagos de 2001, por años ha financiado su déficit con emisión monetaria.
El acuerdo de marzo de 2022 con el FMI para refinanciar deudas contraídas en 2018 por unos 45.000 millones de dólares, pese a sus exigentes metas, no ha logrado corregir aún los desequilibrios.
Al contrario, las reservas monetarias, en vez de aumentar como exigía el acuerdo, han caído 20.710 millones de dólares en lo que va de año, una sangría que el Gobierno achaca a la severa sequía que golpeó los fértiles campos argentinos, principal fuente de exportaciones del país.
“El Banco Central está técnicamente quebrado, con reservas netas negativas en unos 6.500 millones de dólares y un pasivo en Letras de Liquidación equivalente a tres veces la base monetaria, con intereses que ya, de por sí, son una fuente de generación de inflación”, advierte Piazza.
Sin reservas, Argentina restringe importaciones -complicando la producción local- y tiene un poder cada vez más acotado para poner paños fríos en el recalentado mercado cambiario, donde conviven una veintena de tipos de cambio alternativos, algunos de ellos con valores que casi duplican al precio del dólar estadounidense en la muy restringida plaza oficial.
En riesgo
Qué hacer para desactivar la “bomba” cambiaria ha sido en las últimas semanas uno de los principales temas de campaña entre los aspirantes a competir en las presidenciales de octubre, pero ninguno parece tener demasiado claro cómo lograrlo o, si en definitiva, es inevitable una salida abrupta que podría generar aún más inflación y pobreza.
Mientras tanto, el FMI espera al resultado de las primarias de este domingo para decidir si aprueba o no nuevos desembolsos para Argentina, a sabiendas de que, si no lo hace, el país suramericano, sin recursos para pagarle su pesada deuda, corre enorme riesgo de caer en mora con el organismo, desencadenando una crisis de magnitudes y durísimo impacto político y social.
“A mi juicio, el FMI no va a retirar el apoyo a Argentina, porque eso sería aún mas catastrófico todavía. Pero tampoco le da un guiño de confianza porque duda de que haya un plan de estabilización sólido e integral de la economía”, observa Piazza.