Riesgos de deflación, alta tasa de desocupación en los jóvenes y problemas en el sector inmobiliario son parte de las razones que tienen a la economía del gigante asiático en aprietos. La situación genera preocupación a nivel global.
Tras un prometedor inicio de año, la recuperación pospandémica de la economía china parece haberse ralentizado, creciendo menos de lo esperado en el segundo trimestre (+6,3 % interanual).
Estas son cinco claves para entender qué está ocurriendo en la segunda mayor economía mundial.
1. Baja demanda nacional e internacional
“Definitivamente, se trata de una ralentización causada por el bajo consumo”, explicó Hao Zhou, economista jefe de Guotai Junan International.
Muchos analistas apuntan en esta dirección a la hora de explicar qué está ocurriendo en China, donde el furor de la reapertura parece diluirse y las encuestas reflejan cada vez más cautela en los hogares sobre sus perspectivas de ingresos y empleo.
Esto, unido a factores como un nivel récord (21,3%) de desocupación juvenil, ha hecho que los chinos prefieran ahorrar: en junio, las ventas minoristas, indicador clave del estado del consumo, quedaron por debajo de lo esperado al aumentar un 3,1% interanual.
A los problemas para el consumo nacional se suma un descenso de la demanda proveniente del exterior debido, según los expertos, a la normalización pospandémica de los patrones de consumo a nivel internacional, así como a las altas tasas de inflación en buena parte del mundo desarrollado y a las perspectivas de recesión.
La caída del 8,3% interanual de las exportaciones chinas en junio marca una clara tendencia negativa, aunque en el acumulado del primer semestre todavía resisten (+3,7%) y quizá podrían beneficiarse de la actual debilidad del yuan.
En cualquier caso, hay que recordar que la base comparativa es muy alta, ya que la demanda de bienes chinos se disparó durante la pandemia: entre 2019 y 2022, las ventas a otros países aumentaron casi un 40%.
2. Riesgos de deflación
Precisamente la caída de la demanda es, en buena parte, responsable de la situación de deflación que viven los precios industriales, que en junio experimentó su noveno mes consecutivo de contracción al bajar un 5,4% interanual, lo que situó al IPP, su indicador oficial, en mínimos de los últimos siete años.
Aunque se esperaba que el IPP bajase tras tocar máximos desde mediados de los 90 en 2021, la analista de Oxford Economics Louise Loo advierte de que su tendencia actual no se debería únicamente a una caída de los precios de las materias primas sino también a una creciente ralentización de la actividad en el sector industrial, afectado igualmente por una importante caída de beneficios.
Mientras tanto, el índice de precios al consumidor (IPC), que en otras potencias económicas ha presentado recientemente altas tasas de crecimiento, quedó congelado en el 0% interanual, su tasa más baja en 28 meses, aunque Zichun Huang, de Capital Economics, cree que repuntará antes de que termine 2023 por un crecimiento de los precios del combustible y la presión alcista del mercado laboral sobre los sueldos.
De hecho, el Banco Popular de China (BPC, central) quiso calmar las aguas en una reciente rueda de prensa en la que el vicegobernador del banco central, Liu Guoqiang, aseguró que “ni hay deflación ahora ni habrá riesgo de deflación en la segunda mitad del año”, y pronosticó que el IPC se aproximará a un 1% hacia finales del ejercicio.
3. La crisis inmobiliaria continúa
Uno de los grandes factores de ralentización de la economía china es la crisis del sector inmobiliario, cuyo peso sobre el PIB nacional -sumando factores indirectos- se estimaba en torno a un 30%, según algunos analistas.
Muchas empresas del sector comenzaron a presentar problemas de liquidez a 2021 tras las limitaciones impuestas por Pekín a su capacidad para financiarse vía apalancamiento, y la consiguiente desconfianza de los posibles compradores se tradujo en un frenazo del mercado y una bajada de precios preocupante debido a que la vivienda es uno de los principales vehículos de inversión de las familias chinas.
En el primer semestre, la inversión en promoción inmobiliaria cayó un 7,9%, ensanchando así la bajada del 7,2% registrada hasta mayo y acumulándose a la del 10% experimentada en el global del año pasado.
Asimismo, las cifras oficiales reflejaron un descenso del 5,3% de las ventas comerciales de propiedades comerciales medidas por área de suelo, un indicador que ya se había desplomado un 24,3% en 2022.
Ante la oleada de impagos entre las promotoras, los reguladores prolongaron recientemente la vigencia de un paquete de 16 medidas de apoyo anunciadas a finales del año pasado, entre las que figuraban la extensión de los vencimientos de algunas deudas o la priorización de la financiación para finalizar proyectos vendidos sobre plano, una de las grandes preocupaciones del Gobierno chino por sus posibles consecuencias para la estabilidad social.
4. Recuperar la confianza del sector privado
Otra de las prioridades de Pekín es tratar de recuperar la confianza del sector privado, muy afectado durante la época más dura de la pandemia ante los repetidos confinamientos y los impredecibles giros de la política nacional del ‘cero covid’.
“Los negocios tienen dudas sobre aumentar la producción o la inversión ante los traspiés económicos. (…) Ahora, muchos de ellos están tomando una actitud de espera, y no tratarán de expandir sus operaciones hasta que haya un repunte de la demanda general”, explica Harry Murphy Cruise, economista de Moody’s Analytics.
Conviene seguir de cerca la agenda del nuevo primer ministro, Li Qiang, quien en las últimas semanas ha escenificado el final de la campaña reguladora contra las tecnológicas, se ha reunido con expertos en macroeconomía y ha prometido nuevas medidas de apoyo.
“Creemos que habrá algo en las próximas semanas, pero no esperamos un ‘gran bazuca’”, indicaba a principios de mes la consultora Trivium China, que tras la divulgación del PIB del segundo trimestre aseguró que “sin medidas efectivas de estímulo, existen verdaderos riesgos de que China no cumpla con su objetivo de crecimiento del PIB para este año, del 5%”.
5. Estímulos insuficientes
El aumento del 7,2% interanual en la inversión en infraestructura -empleada habitualmente por Pekín para espolear la economía- durante el primer semestre es otra pista de que las autoridades están intentando impulsar de nuevo la actividad, aunque Alicia García Herrero, economista jefe de Natixis para Asia Pacífico, asegura que este gasto está siendo “prudente” por las preocupaciones sobre la alta deuda pública.
Entre las medidas más recientes también destacan la bajada de 10 puntos básicos de los tipos de interés de referencia, la primera desde agosto de 2022.
Capital Economics apuntó que fueron “demasiado pequeñas para marcar una diferencia”, pero indicó que el BPC podría utilizarla para enviar una señal al mercado y que empleará también otras herramientas como los requisitos de reservas bancarias, aunque en cualquier caso prevé estímulos “bastante modestos”.
Para Cruise, esto no es suficiente: “Hay una desesperada necesidad de más. Esperamos ver una política monetaria más flexible en los próximos meses y medidas específicas de apoyo fiscal para sectores clave como el inmobiliario y el de la construcción”. A este respecto, la próxima cumbre económica del todopoderoso Politburó del Partido Comunista podría ser clave.
“Sin embargo, ese apoyo extra tampoco sería un remedio milagroso. 2023 está teniendo cada vez más pinta de ser un año para olvidar para China”, sentencia el analista.