Muchas compañías están despidiendo empleados y hay demasiados graduados universitarios, más de 10 millones cada año, por lo que hay demasiada gente y pocos puestos. Dado este escenario, los empleos públicos se han transformado en un objetivo porque podrían ser más seguros.
La tasa de desempleo de los jóvenes urbanos chinos alcanzó en junio el 21,3%, un dato que se conoció en el mes en el que 11 millones de estudiantes universitarios terminaron sus estudios y comenzaron a buscar trabajo en una economía que todavía arrastra los efectos de la pandemia y en la que algunos tendrán que reinventarse.
El paro entre los jóvenes de 16 a 24 años marca un récord desde que comenzaron los registros oficiales en 2018, año en el que el desempleo juvenil fue del 11%, y también supera el promedio mundial para este sector de la población, que se situó en 2022 en el 14,9%, según la Organización Mundial del Trabajo.
Autoridades preocupadas
El portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas de China, Fu Linghui, declaró que existen “prominentes problemas estructurales” en el mercado laboral y predijo que, después del número récord de graduados universitarios en 2023, la tasa de desempleo juvenil seguirá aumentando.
Por su parte, el ministro de Recursos Humanos, Wang Xiaoping, declaró recientemente que “la estabilización del empleo será una de las principales responsabilidades políticas”.
Dicha cartera instó en mayo a las empresas estatales a “contratar este año a una cantidad de graduados universitarios no inferior a la del año pasado”.
Recuperación a medias
La ansiada recuperación económica después de que el país retirase la estricta política de ‘cero covid’, que afectó con sus restricciones a numerosas industrias en 2022, no acaba de materializarse.
Según el oficial índice gerente de compras (PMI, indicador de referencia del sector manufacturero), la manufactura entró en terreno de contracción en mayo por primera vez en un año ante la “debilidad de la demanda interna y externa, los problemas de suministro y el alto costo de las materias primas”.
Asimismo, el PMI ha señalado en los últimos meses que el sector de la construcción, uno de los principales motores de crecimiento del país asiático en las últimas décadas, da síntomas de enfriamiento por la ralentización de la inversión en infraestructuras.
Medios locales apuntan que las 100 mayores promotoras inmobiliarias chinas vieron caer sus ventas en abril un 17,4% interanual y algunas de ellas, hasta un 50%.
¿Un mercado saturado?
Algunos recién graduados en búsqueda de trabajo son conscientes de que se enfrentará a mayores dificultades que aquellos que salieron de la universidad hace 10 o 15 años, cuando China crecía a un ritmo superior al actual: “En aquel entonces, un título universitario era mucho más valioso que ahora. Hoy en día, muchos graduados no pueden encontrar un trabajo adecuado”, explica Zhang Bo, un licenciado de 22 años que lamenta que las empresas no contestan a sus solicitudes de empleo.
“Muchas compañías están despidiendo empleados y una gran cantidad de personas han entrado de golpe en el mercado laboral. Ahora hay demasiados graduados universitarios, más de 10 millones cada año, por lo que hay demasiada gente y pocos puestos”, señala Zhang mientras asiste a una feria de empleo en Pekín.
Sin embargo, datos oficiales muestran que los mayores de 25 que tienen un título universitario todavía tienen a una tasa de paro inferior en aproximadamente 1,5 puntos porcentuales a la de aquellos que no asistieron a la universidad, lo que sigue atrayendo alumnos a la educación superior: en junio, 12,9 millones de jóvenes se presentaron a la prueba de acceso a la universidad, una cifra récord.
Adaptarse o “tirar la toalla”
Dada la creciente competitividad por los puestos laborales más atractivos, los empleos públicos se han convertido en una opción segura en un entorno lleno de incertidumbres.
Según datos oficiales, en 2022 se registraron más de 1,4 millones de aspirantes de entre 18 y 35 años para cubrir unas 25.000 plazas de funcionario, lo que supone una proporción de 56 candidatos por puesto.
Además, pese a que jóvenes como Zhang, que asegura “no plantearse ir a otras ciudades” y que se muestra convencido de encontrar un trabajo en Pekín aunque deba “reducir sus expectativas”, continúan acudiendo a las grandes ciudades con altos salarios como la capital y Shanghái en busca de empleo, otros prueban suerte en las ciudades del interior o incluso el campo.
A falta de cifras más recientes, el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales cifró en 10 millones los jóvenes emprendedores rurales en China en 2020, de los cuales un 40% proceden de áreas urbanas, según medios locales, algo apoyado por las autoridades mediante políticas favorables como la exención de impuestos o el acceso a créditos.
La competencia también ha provocado un aumento de la demanda de estudiar fuera: el número de consultas sobre estudios en el exterior de enero a mayo se disparó un 43% interanual, según el Grupo de Educación Internacional y Cooperación.
Sin embargo, la presión ha causado que algunos hayan decidido “tirar la toalla”, traducción de la palabra china “bailan”, tendencia en las redes sociales en los últimos meses.
“Bailan” consiste en adoptar una actitud pasiva y resignada ante la vida, renunciando a las expectativas y los sueños.
“La sociedad es poco amigable con los jóvenes a no ser que ganemos mucho dinero o tengamos éxito profesional. No siento la necesidad de seguir construyéndola. Me vale con tener suficiente para comer, vestir y divertirme”, asevera una usuaria de la red social Weibo.