En los últimos días Argentina anunció que se preparaba para dar un “salto de magnitud” con el litio ante el boom de inversiones que atraviesa el sector.
A principios de semana, además, el presidente español, Pedro Sánchez; y el de Argentina, Alberto Fernández, acordaron impulsar el Plan de Asociación Estratégica acordado el año pasado entre ambos países y se mostraron dispuestos a reforzar la cooperación energética en los sectores del gas y el litio.
En la misma dirección, Bolivia señaló que trabaja en dar un empujón a la industrialización de litio con pruebas para la extracción directa del mineral y así aumentar sus cupos de producción, pese a las dudas de algunos analistas sobre las metas nacionales o que prospere una eventual alianza regional para insertarse en el mercado global.
El país posee más de 21 millones de toneladas de litio, una de las mayores reservas en el mundo. La principal está en el salar de Uyuni en la región andina de Potosí, y en menor proporción en los yacimientos de Pastos Grandes, también potosino, y Coipasa, compartido entre el departamento boliviano de Oruro y Chile.
Según cifras oficiales, en 2021 se invirtieron 24,5 millones de dólares para la reactivación de proyectos para la explotación del litio, además, en ese mismo año el país recibió más de 27,4 millones de dólares por la venta de carbonato de litio y cloruro de magnesio.
Proyecciones
El Gobierno de Luis Arce puso en marcha en 2021 un centro de investigación para desarrollar tecnología para industrializar el litio y lanzó una convocatoria internacional para que empresas interesadas puedan probar en Bolivia la tecnología de extracción directa del litio (EDL).
Según el Ejecutivo, con esta tecnología se podrá acelerar el proceso de industrialización del litio, y a esto se suma el anuncio del inicio de operaciones de una planta de carbonato de litio que alcanzará una producción de 15.000 toneladas anuales.
Bolivia prevé que con ese centro se incremente la capacidad de producción de la planta piloto de materiales catódicos para baterías de litio y las de cátodos, hidróxido, cloruro de potasio y otras materias primas que ya se están produciendo en el país.
Además, se realiza en la actualidad una cuantificación de los recursos en el salar de Coipasa con lo que el Gobierno espera que se incremente la cantidad de reservas del litio boliviano.
La meta con estos proyectos es “contar con un nuevo cupo de producción” y “mejorar la posición de Bolivia en el contexto del mercado del litio”, dijo recientemente el ministro boliviano de Hidrocarburos y Energía, Franklin Molina.
Sin embargo, Pablo Solón, investigador y quien ocupó varios cargos diplomáticos durante el Gobierno de Morales, se mostró menos optimista sobre las metas del Gobierno y manifestó que “el avance (de la industrialización) es muy bajo en Bolivia”.
Solón puso como ejemplo que la planta de cloruro de potasio “ha trabajado al 20% de su capacidad desde su creación en 2018 y que la factoría de carbonato de litio lleva casi cuatro años de retraso, a lo que se suma que los ingresos generados “son bajísimos”.
Bloque del litio
México, que posee uno de los yacimientos de litio más grandes del mundo, además de Argentina, con una importante cuota de ese recurso, empujan propuestas para generar sinergias en las que Bolivia busca ser un actor fundamental junto a Chile y Perú.
El economista y experto en la temática del litio Pablo Poveda recordó en que la idea de formar este tipo de bloques se planteó en los primeros años del Gobierno del entonces presidente Evo Morales (2006-2019) y que desde entonces se han registrado muchos cambios.
Poveda señaló que la realidad del mercado del litio “no va por las aspiraciones que tienen las políticas progresistas” y que “la materia prima de los salares (Argentina, Chile y Bolivia) puede ser desplazada por el material de roca que es mucho más apropiado para la producción”.
La extracción de litio mediante piscinas implica un “excesivo costo y tiempo”, en el caso boliviano dura hasta 11 meses, mientras que la extracción de roca, que se practica en China y Australia, demora menos de 24 horas a través de procesos químicos, aseguró.
Además, se mostró pesimista ante la posibilidad de que la conformación de un bloque regional pueda incidir en los costos internacionales del metal, “los precios se controlan en la producción de baterías, no en la producción de materia prima”.
Por su parte, Solón dijo que Bolivia “tiene que ser mucho más realista” en sus pretensiones.
“Toda estrategia regional puede ayudar” para el intercambio de experiencias, pero que a diferencia de Chile y Argentina, que están en curso de extracción de litio, Bolivia y México aún “no existen” en las estadísticas mundiales.
En el primer trimestre de este año, Bolivia generó alrededor de 18,6 millones de dólares por la comercialización de carbonato de litio y cloruro de potasio que ya superó los ingresos conseguidos en el primer semestre del año pasado que fueron 11,6 millones.