Cuando la australiana Cathy Freeman ganó la medalla de oro en los 400 metros planos de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, más de alguno pensó que el atletismo había cambiado para siempre.
La corredora de sangre aborigen cruzó la línea de meta con un tiempo de 49,11 segundos, la más rápida hasta la fecha, y vistiendo un traje nunca antes visto en competencias de velocidad.
La oceánica, a diferencia de sus rivales que portaban peto y una braga, se calzó un atuendo blanco, amarillo y verde que cubría todo su cuerpo. También la cabeza. Y así le regaló a Australia una medalla y carrera inolvidables.
El “Nike Swift Suit” pretendía volverse un icono, darle más velocidad a Freeman y revolucionar al atletismo. Pero esa amenaza jamás se concretó.
“Alguien necesita correr más rápido”
El exclusivo traje que Cathy Freeman utilizó el 25 de septiembre de 2000 empezó a crearse dos años antes, cuando Eddy Harber -un joven inglés que había estado trabajando en chalecos antibalas para el ejército británico- recibió una llamada de un ejecutivo de Nike en Portland (Estados Unidos).
Entonces, en enero de 1998, la marca norteamericana había creado su departamento de innovación y tenía grandes planes para Sídney 2000, los Juegos Olímpicos del nuevo milenio.
“La instrucción que recibí cuando llegué fue ayudar a alguien a correr más rápido”, reconoció Harber, según detalla The Sydney Morning Herald.
Junto al británico se sumaron al proyecto Rick MacDonald y el canadiense Len Brownlie, quien ya había trabajado para Nike cuando investigó maneras de reducir la resistencia aerodinámica en ciclistas, patinadores y esquiadores.
Los tres experimentaron con más de 50 tejidos diferentes, ensayando en túneles de viento similares a los que se ocupan en la NASA y la Fórmula 1.
Fue ahí cuando se les sumó la atleta australiana, que en esos años era considerada la mujer más rápida del mundo merced de su plata en Atlanta 1996 y el oro en el Mundial de Atenas 1997.
“Medimos la velocidad y el tamaño de cada parte de su cuerpo. Probamos todo tipo de telas y luego asignamos diferentes telas a diferentes zonas de su cuerpo”, detalló Harber.
Los primeros bocetos fueron extraídos de un cómic del Capitán América. La colmada agenda de Freeman obligó a los investigadores a realizar pruebas en Australia y Estados Unidos.

Y cuando la corredora estaba en otro lugar del mundo, era grabada en sus entrenamientos para que enviara sus comentarios sobre el traje. El tiempo apremiaba, ya era 1999.
“Le gustó la idea, pero tenía que ser súper cómodo. Cathy decía ‘esta parte es incómoda’, cosas así. Hacíamos cambios, hacíamos otro prototipo y se lo enviábamos”, recordó Eddy Harber.
Freeman, por su parte, admitía que no notaba grandes diferencias en su rendimiento cuando usaba el traje: “Simplemente disfruté la sensación que me producía correr, aunque tenía mis reservas sobre cómo me veía”.
“¿Y si Cathy no gana?”
La única vez que Cathy Freeman compitió con un traje similar al que utilizó el 25 de septiembre de 2000 fue en un mitín en Gateshead (Inglaterra) el año anterior. “Sentía como si estuviera cortando el aire cuando movía los brazos”, fue el análisis de la atleta australiana.
La corredora volvió a ocupar un atuendo completo -blanco con detalles azul pálido y cosido el día anterior- el 15 de septiembre, cuando encendió el pebetero olímpico en el Stadium Australia.
Pero esa noche se mojó al pasar por una cascada durante la ceremonia y debió usarlo más tiempo de lo planeado debido a un mal funcionamiento con el sistema del anillo de fuego. Esa misma noche, aquel traje para la inauguración desapareció.
Por lo anterior, había nerviosismo en el equipo de Nike. Cathy no ocupó el prototipo final del “Nike Swift Suit” en las eliminatorias ni en las semifinales, y no estaban seguros de que se lo calzaría en la carrera por medallas.
“Estábamos en el lado opuesto del estadio de donde los atletas salieron del túnel. Teníamos binoculares y ella salió con su ropa de calentamiento, así que no sabíamos qué llevaba puesto. Pero entonces se agachó, se ató los cordones y un chico con el que trabajé en el proyecto vio las manos plateadas”, comentó Eddy Harber a The Sydney Morning Herald.
“Éramos como diez en fila, todos trabajamos en el proyecto. Yo estaba encantado, pero Rick MacDonald se puso pálido como una oveja y dijo: ‘¿Y si no gana?’. Ni siquiera lo habíamos pensado”, agregó el británico.
Icono, inolvidable… pero no revolucionario
La carrera de Cathy Freeman esa noche del 25 de septiembre de 2000 se volvió inolvidable. La aborigen australiana, con sus 49,11 segundos, apabulló a la jamaicana Lorraine Graham (49,58) y a la británica Katherine Merry (49,72).
Los 112.524 espectadores rugieron, mientras el equipo Nike se abrazaba. Posteriormente detectaron una reducción de hasta 10% en la resistencia aerodinámica. El futuro del atletismo había llegado. ¿O no?
Lo cierto es que Freeman no fue la única atleta que tuvo a disposición el traje en Sídney. Los estadounidenses Marion Jones y Michael Johnson también lo probaron, pero Cathy fue la única que lo lució completo en una icónica final olímpica.
Pese a su exitoso deportivo, el “Nike Swift Suit” solo fue utilizado una vez más: lo vistió el saltador de longitud Dwight Phillips, oro en el Mundial de París 2003.
Según el periodista especializado José Manuel Amorós, “la comodidad y el alto coste para adaptarlo a los diferentes cuerpos —respecto a la mejora que aportaba— fueron obstáculos para su implantación”.
Pese a eso, el propio Comité de JJOO definió la prenda de Freeman como “uno de los conjuntos Olímpicos más emblemáticos” y hasta hoy se exhibe en el Museo del Deporte Australiano.