La exnadadora estadounidense, Sarah Ehekircher, tenía el sueño de convertirse en olímpica. A sus 13 años perdió a su madre y a los 16 su padre la echó de la casa. Lamentablemente su entrenador, Scott MacFarland, se aprovechó de la vulnerabilidad de la deportista para abusarla.
Al comienzo su entrenador comenzó con el grooming (un tipo de abuso) y culminó con abuso sexual y violación.
Ehekircher no fue condenado pero tras tres décadas, ella logró que su denuncia fuese escuchada y su caso llegó a la justicia en el condado de Orange.
Además, publicó una desgarradora columna en el diario The Guardian, donde relató su durísimo testimonio que incluye abortos y un intento de suicidio.
El grooming comenzó cuando Ehekircher tenía 16 años y la violación llegó poco después de los 17.
Su madre murió y su padre la echó de la casa
“Era joven y no tenía madre, lo que me convirtió en un blanco fácil. Los problemas en casa solo lo hicieron más fácil”, considera ahora, 34 años después y a los 51 años.
Cuando su madre falleció, su padre se volvió alcohólico y volvió a casarse. La joven se enfocó en su equipo de natación porque “fue lo único positivo” en su vida en ese momento.
Cuando sus notas bajaron y se ausentó de clases, su padre le exigió que dejara la natación o la echaría de la casa. Sin embargo, ella no hizo caso a la amenaza y al día siguiente encontró sus cosas en la parte delantera del jardín.
Después de eso vivió 3 semanas en casa de una amiga, pensando que las cosas se solucionarían, pero no fue así.
En ese momento apareció Scott MacFarland. “Me pidió a mí, una estudiante de tercer año de secundaria que apenas tenía 17 años, que me mudara a su apartamento de una habitación”, dijo.
“Todo el mundo sabía que vivía con un hombre de unos 30 años, pero nadie me preguntó si estaba bien o si me estaba pasando algo malo. Los otros niños estaban todos enfocados en ganarse la aprobación del entrenador y sus padres estaban demasiado preocupados por el desempeño de sus hijos. Fue una situación difícil, pero había tantas formas diferentes en que él podría haberlo manejado, como llamar a los servicios de protección infantil. Pero esa no es la elección que tomó”, continuó.
Al principio el abuso era psicológico, la trataba de “caca” y la hacía pesarse antes de comer. “Esta era una técnica común: menospreciarte y hacerte sentir inútil para que quisieras hacer algo, cualquier cosa, para sacar algo positivo de su boca. El punto era acabar con la confianza que tenía en mí misma: le hizo más fácil abusar sexualmente de mí más tarde”, confesó.
Abuso sexual y violación
Poco después el entrenador la violó por primera vez, en medio de una competencia. “Tenía 17 años y no di mi consentimiento”, aclaró.
En medio del calvario aceptó una beca de natación para la Universidad de Arkansas, pensando que las cosas mejorarían, pero no fue así.
“Apenas logré pasar mi primera temporada, en parte porque quedé embarazada de su hijo. Durante el campo de entrenamiento navideño, me vi obligada a decírselo a mi entrenador universitario, quien me llevó de regreso a Colorado para que pudiera tener un aborto. En ocho meses, terminaría con un segundo embarazo de él”, explicó.
“Durante la siguiente década -agregó-, el creciente costo emocional de esta “relación” sexual completamente disfuncional, intermitente, envió mi vida a una espiral descendente. Los abortos fueron una parte dolorosa y traumática de mi vida, que se convirtió en una maleza que se hacía cada vez más grande. En 1999, fui hospitalizada en Virginia después de mi primer intento de suicidio serio”, añadió.
En 2004 quiso dar a conocer su caso en las oficinas de USA Swimming, pero no fue escuchada.
“En 2004, comuniqué por primera vez explícitamente mis violaciones a John Leonard, miembro del grupo de trabajo sobre abusos sexuales de USA Swimming. Pero en lugar de ayudarme, o denunciar mi abuso a las fuerzas del orden público, o incluso enviar mi informe al grupo de trabajo activo, me dijo que no era “único”, que sucede todo el tiempo, que debería simplemente superarlo. Luego señaló a los entrenadores prominentes Mitch Ivey y Rick Curl, quienes serían prohibidos por el deporte en los próximos años, y me dijo que tenía que seguir adelante”, dijo.
En la columna, respondió a los cuestionamientos que ha recibido por no haber denunciado antes esta serie de abusos, señalando que lo hizo por miedo.
“Me han preguntado innumerables veces por qué nunca lo denuncié cuando sucedió y pasaron años antes de que la respuesta se volviera clara para mí: porque tenía miedo y no tenía a dónde ir. Pagó por el techo sobre mi cabeza. Pagó mi comida y mi ropa. Me pagó para viajar para hacer algo que amaba hacer, que era la parte más importante de mi vida. Sabía que no era normal incluso en 1986, pero era como si tuviera el síndrome de Estocolmo. Además, ¿qué opción tenía yo?”, lamentó.
Además, dio a conocer los motivos que la impulsaron a realizar, ahora, una demanda judicial en contra de su exentrenador.
La semana pasada Sarah Ehekircher se presentó junto a su abogado, Jon Little, en el condado de Orange y presentó la demanda por las violaciones que sufrió “cuando era una niña de 17 años en una competencia autorizada por USA Swimming, así como en varios otros lugares en todo el país”.
“Y además, que USA Swimming sabía de víctimas anteriores y posteriores de McFarland y las encubrió, en lugar de tomar medidas para detenerlo y protegerme a mí y a otros nadadores. USA Swimming no hizo nada para disuadir a los entrenadores de tener relaciones sexuales con sus atletas. Apenas se detuvieron antes de alentar el comportamiento. Muchos entrenadores vieron el acceso sin restricciones a niñas prepúberes y adolescentes apenas vestidas como una ventaja del trabajo”, cerró.