Juan Carlos Garrido es un destacado potencista paralímpico chileno que viene de colgarse la medalla de oro Juegos Parapanamericanos de Lima 2019.
El representante del Team Paralímpico de Chile cuenta con una exitosa carrera, con un oro en Toronto 2015 y otro en el Campeonato Mundial de Río de Janeiro 2016, donde batió el récord paranamericano.
Además, fue abanderado de la delegación chilena en la ceremonia de apertura de los Paralímpicos de Río 2016 y ese mismo año se le comunicó que sería galardonado con el Premio Nacional del Deporte de Chile 2015.
Sin embargo, no todo ha sido color de rosa en la vida de Juan Carlos. Nació con artrogriposis múltiple congénita, una enfermedad que lo hizo nacer con sus piernas dobladas, giradas hacia adentro.
En Talca (su ciudad natal) no existía un centro de rehabilitación para tratar esa condición, así que sus padres decidieron irse a vivir a Santiago para inscribirse en el Instituto Teletón.
Allí nuestro protagonista conoció el deporte. Primero incursionó en el básquetbol y posteriormente dio el salto al levantamiento de potencia.
Tras dos años en el básquetbol y cursando la enseñanza media, en 1998 un amigo y compañero de equipo le presentó a Víctor Valderrama, pesista paralímpico.
“Oye Víctor, te presento a este cabro. Juega básquetbol, pero es muy bruto. En un partido, a un huevón que pesaba el doble de nosotros, lo agarró de un brazo y casi lo bota de la silla. Yo creo que puede tener condiciones para las pesas”, le dijo.
“Ya poh, anda a probarte el lunes en la tarde a la calle San Francisco con Tarapacá. Ahí me entrena Víctor Rubilar”, respondió Valderrama.
Aquella simple invitación sería el primer paso de la brillante, pero sufrida carrera de Juan Carlos en el deporte paralímpico.
Según relató el libro del periodista Gustavo Huerta, “Y me volví a levantar”, tras años compitiendo y tras haber logrado un récord parapanamericano en los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000, nuestro protagonista priorizó su situación sentimental por sobre el deporte y comenzó a trabajar en el comercio callejero.
Además, el deporte paralímpico en esos años no contaba con el apoyo que hoy tiene y Juan Carlos debió ingeniárselas para poder vivir en Santiago.
Durante más de un año (2001) vendió programas de computación y películas piratas en la calle. Cada CD costaba dos mil pesos y por cada venta se ganaba 500 pesos. El resto se lo entregaba a su jefa, que lo acompañaba desde una esquina, imitando ser un transeúnte.
“Un día en la Alameda, apareció un carabinero de civil y no alcancé a arrancar. Me agarró las cajas de CD y empezamos a forcejear. La señora encargada de reclutarnos comenzó a gritar: “Miren lo que están haciendo con este pobre niño discapacitado. Este es su trabajo. No está robando”. Armo un show y la gente que transitaba por la calle empezó a defenderme. El paco me agarró de la silla y yo le di un manotazo para que me soltara. Justo llegaron refuerzos y entre cuatro carabineros lograron detenerme, pero no me pudieron subir con mi silla de ruedas al furgón. Finalmente se cansaron y me dejaron en libertad”, recordó.
En ese entonces Garrido priorizó su relación con Neslie y se fue a vivir a Antofagasta con ella, y allí se casaron.
Sin embargo, la relación no prosperó y volvió a Santiago, donde retomó su amor por el deporte. Tras mucha agua bajo el puente, y alguno que otro revés, Juan Carlos volvió a triunfar y hoy recuerda con orgullo su pasado.
“Yo soy feliz así como soy. De hecho, agradezco a Dios por haberme mandado en silla de ruedas. Mi silla es mi compañera. No me imagino caminando. No sé que podría hacer. Si Dios me mandó así, por algo fue. No cambiaría mi vida por nada del mundo. Ni lo bueno, ni lo malo. De los errores y fracasos puedes aprender”, cerró.