Muchos niños sueñan con ser futbolista profesional, jugar en la selección chilena, salir al extranjero y estar en los mejores equipos del mundo. Algunos lo logran, pero la mayoría se queda en el camino.
Son muchas las historias de futbolistas que luego de estar en la elite del deporte se sabe de sus tristes años tras el retiro. Problemas económicos, con las drogas o hasta con la justicia son razones que abundan en la lista de estos casos.
Felipe Reynero es uno de esos niños que cumplió el sueño de ser futbolista. El jugador, que hizo divisiones inferiores en Universidad Católica, actualmente está en Cobresal luchando para que los del norte mantengan la categoría. Es el goleador del equipo con 3 goles, pero Reynero se destaca más por su trabajo silencioso en el campo de juego.
A sus 30 años, reconoce estar en uno de los mejores momentos de su carrera futbolística, quizás gracias a la madurez. Misma madurez que tuvo desde muy joven respecto a la vida, cuando decidió invertir el dinero que ganaba jugando al fútbol en emprendimientos que ahora dan sus frutos.
Cabañas en las termas de Chillán, un hotel en la isla caribeña de Tulum en la Riviera Maya, además de algunas propiedades que posee en Santiago y Concepción son algunos de los negocios que tiene el joven jugador.
“Después de que terminé en Rangers (fines de 2012), estábamos buscando unos terrenos para hacer canchas (de futbolito) en Chillán y nos costó mucho. Lo que había era caro. Justo apareció un terreno camino a las termas de Chillán que eran 3700 metros cuadrados más o menos y se nos ocurrió hacer una cabañas y arrendarlas”, recuerda el jugador de Cobresal en conversación con BioBioChile.
“En invierno va mucha gente para allá, por el centro de ski, que es uno de los más grandes de Sudamérica. Compramos el terreno, lo limpiamos y empezamos con las cabañas, que comenzaron a funcionar el 2014. Primero hicimos una cabaña y ya tenemos cuatro”, especifica.
El futbolista cuenta que sus papás han sido un pilar fundamental en su vida. Su padre, Roberto Reynero, también fue futbolista y es recordado por hacer gran parte de su carrera en la Universidad de Chile de los años 80′. Pero Roberto junto a su esposa (la madre de Felipe), no lo pasaron del todo bien cuando el ex Universidad de Chile dejó de jugar al fútbol.
“Me di cuenta que tenía que invertir mi plata por la experiencia de mi padre. Él derrochó mucha plata y cuando se le acabó la carrera lo único que tenía era una casa a medio terminar y cuando se retiró se dio cuenta que no iba a recibir el mismo sueldo y que iba a ser difícil mantenerse”, explica Felipe.
Ahora, el futbolista de Cobresal puede decir que ha invertido bien su dinero gracias a que se empezó a preparar para su retiro desde muy joven. “Con los consejos de él (su padre) y mi mamá he invertido la plata que he ganado porque la carrera de futbolista es corta”, asume.
Sus padres también participan del negocio hotelero en las termas de Chillán, ya que administran las cabañas “Wuenumapu”, que son propiedad de Felipe. “Son equipadas completas: con piscina y quincho, como para viajes familiares”, asegura.
Un hotel en medio del Caribe, al lado de Cancún y Playa del Carmen
Tras su paso por Rangers de Talca, el jugador estuvo en Huachipato, la Universidad de Concepción e Iquique antes de emigrar al Atlante mexicano, en 2017, donde estuvo un poco más de seis meses. Después, en 2018, regresó al fútbol nacional para defender la camiseta de Curicó Unido.
“Cuando estuve en el Atlante le comenté a Alan Zamora, que era uno de mis compañeros y que nos hicimos bien amigos, que tenía estas cabañas en Chile. Y cuando ya había vuelto de México y estaba en Curicó, me contactó y me habló de este proyecto que había en Tulum, que estaba a medio terminar y que necesitaban un inversionista que les faltaba”, explica el actual extremo de Cobresal.
“Me puse a averiguar sobre Tulum. Yo había estado ahí y es una zona bien turística y me di cuenta que es un lugar que está creciendo bastante. Está Cancún, a una hora hacia el sur está Playa del Carmen y después a una hora Tulum, está todo muy cerca. Al final decidí meterme por la buena experiencia que tenía con las cabañas acá, que nos va bien en las temporadas altas, pero allá es una zona turística todo el año así que no lo pensé dos veces, me conseguí la plata y se las mandé”, rememora el ex Atlante.
Y así es como partió el proyecto del hotel “Serena Glamping Tulum” para el futbolista chileno, que al principio solo se comunicaba desde Chile con sus socios. “Alan (Zamora) me mandaba videos del terreno y como iba todo, porque faltaba como un cuarto para terminarlo”, recuerda.
“En diciembre del año pasado fue la inauguración, fui para allá y aproveché de conocer a los otros socios porque hasta ahí no los conocía. Allá todo bien y más adelante también tenemos otros proyectos en mente, pero por ahora va todo bien como lo teníamos pensado” afirma feliz.
El futbolista asegura que los precios no son inalcanzables como muchos podrían creer. “Tenemos tres tipos de habitaciones. Están las más baratas que es como algo normal, después están los glamping que son como unas carpas grandes que están de moda. Esas valen como 70 u 80 mil pesos la noche. Después vienen las master suite que valen como 120, pero igual depende de la temporada porque ahora en junio es verano allá por ejemplo”, cuenta.
El extremo de Cobresal explica que supervisa el movimiento en el hotel a través de un software e informes sobre los estados administrativos y económicos.
Pese a todo, Reynero asegura que “siempre voy a estar más preocupado del fútbol porque es mi profesión, es mi prioridad. Con lo demás no me despreocupo pero va en segundo plano”.
Felipe Reynero sabe que la vida del futbolista profesional en actividad es corta y que hay que invertir las ganancias que obtenga de su profesión. Ahora, puede decir que “me gustaría jugar hasta los 36 o 37 años si es que se puede. Si no, si veo que los negocios están bien y ando a los tumbos jugando, prefiero obviamente retirarme”.
El hijo de Roberto Reynero cuenta su experiencia entre otras cosas para que los jugadores más jóvenes aprendan que los buenos años en el fútbol no son para toda la vida.
“No digo que no se den sus gustos porque para eso uno trabaja. Pero también la carrera es corta y uno vive en una burbuja, después cuando esto se acaba desaparece gente que cuando jugabas estaba al lado tuyo. Si pueden asesorarse con una persona que sepa invertir el dinero que ganan, de manera inteligente, después cuando uno termina su carrera pueden llevar una vida parecida a la que tenían antes”, recomienda Felipe Reynero.