Ronaldo Nazario es sin duda uno de los mejores futbolistas de la historia. Para muchos, incluso, se trata del mejor delantero de todos los tiempos. No por nada su apodo de ‘Fenómeno’.
El crack oriundo de Río de Janeiro brilló especialmente en los 90′ y primera parte de la década siguiente, llegando a la cúspide con el Mundial ganado con Brasil en 2002. Ese mismo año se quedó, por segunda vez, con el Balón de Oro (1997 fue el primero).
Se trató de un futbolista que combinaba todo: velocidad, regate, magia. Verlo era un placer. A tal punto, que hubo rivales que reconocieron ‘temblar’ al tener que enfrentarlo. Uno de ellos fue el defensor italiano Fabio Cannavaro. “Siempre, fue el único jugador que causó miedo en mí”, admitió.
Y cómo no, si cuando Ronaldo avanzaba con balón dominado, los contrincantes terminaban el piso como palitroques. Así ocurrió toda su vida. Jugando en Brasil o en Europa.
De hecho, en diciembre de 2008, cuando decidió volver a su país natal y defender al Corinthians, contra todo pronóstico, demostró en solo dos años y con evidente sobrepeso, que nunca a nadie le quedó mejor su histórico apodo.
Corinthians, el ‘Ultimo Baile’ del Fenómeno
Ronaldo llegó al cuadro de Sao Paulo y lo primero que despertó fue efervescencia, aunque también críticas. El crack llevaba casi 9 meses sin jugar luego de una lesión el AC Milan, lo que generaba recelo en parte de la parcialidad del ‘Timao’.
Eso sí, también había muchos que, conocedores del talento de ‘Ronnie’, se ilusionaron a rabiar con su arribo. A todos ellos el crack les respondió de entrada.
Su debut fue el miércoles 4 de marzo del 2009 ante el Itumbiara por Copa Brasil, donde en 27 minutos dejó algunos lujos para enmarcar. Sin embargo, ese fin de semana, específicamente el domingo 8, Nazario demostró su estirpe: jugó 20 minutos y fue la figura del clásico contra Palmeiras por el Brasileirao, anotando un gol agónico para el empate y protagonizando lujosos regates. La barra del Corinthians incluso botó una reja por la emoción del festejo.
El ‘Fenómeno’ estaba de vuelta y todo lo que vendría serían alegrías. Ronaldo siguió demostrando cada fin de semana lo mejor de su repertorio. No importaba los kilos extra, el delantero lucía y los defensas caían humillados una y otra vez.
Goles de izquierda, de derecha, de sombrero, de fuera del área, de penal… el paso del ‘Fenómeno’ dejó tantos para elegir. Pisadas y túneles también se vieron por montón.
Por si fuera poco, además de las anotaciones y amagues que levantaban al público del ‘Timao’ cada fin de semana, Ronaldo también lideró a sus compañeros a ganar dos trofeos ese 2009: el torneo Paulista y la Copa Brasil.
Esa temporada, Nazario totalizó 38 partidos entre todas las competencias, regalando 23 goles y 6 asistencias. En 2010, en tanto, disputó 27, con 12 tantos y 6 habilitaciones a compañeros.
Así, con números, Ronaldo calló la boca de quienes dudaban de su retorno y de si su talento sería suficiente para ayudar a uno de los gigantes de Brasil.
El lado B: sobrepeso y fiestas por doquier no impidieron logros
Los éxitos deportivos de Ronaldo fueron acompañados en todo momento por las fiestas, un pasatiempo que lo persiguió durante toda su época deportiva.
En España aún se comenta de la anécdota que contó Iván Helguera tras ir a uno de sus cumpleaños. “Fui con mi mujer. Cuando empezaron a bajar autobuses de señoritas me dijo mi mujer que tirara para casa”, mencionó entre risas.
En Brasil no fue diferente. El argentino Matías Defederico -que también jugó en San Marcos de Arica- compartió con el crack en Corinthians y contó una historia que da cuenta de la facilidad de R9 para las celebraciones.
“Estábamos en pretemporada, como a 300 kilómetros de donde vivíamos. Entrenábamos ese domingo por la mañana y a las 11 nos liberaban, teníamos libre hasta por la noche, hasta las 10 de la noche. Y el ‘Gordo’ decía: ‘Yo aquí no me voy a quedar, ¿qué vamos a hacer?’. Y yo le dije: ‘Gordo, hasta que vamos allá a San Pablo son tres horas, otras tres horas para volver, es una locura”, comenzó explicando el jugador.
“Pero va y llama a un helicóptero y lo hace aterrizar en las canchas de entrenamiento. ‘Vamos a mi casa’, dice. Una hora en el helicóptero y llegamos a San Pablo. Y el helicóptero aterrizó en la azotea de su edificio”, agregó.
El trasandino rememoró con TNT Sports de su país que “llegamos al edificio y le dice a uno de los de seguridad: ‘Tú ve a comprar la carne, tú llama a Fulanito, tú llama a Fulanita, a Fulanita y a Fulanita’. Y en quince minutos armó un asado para sesenta personas y lo cocinó él. Mandó a comprar la carne, la bebida, y a la hora de haber entrenado estábamos haciendo una pool party. Es un fenómeno. El ‘Fenómeno’ es el apodo que le queda perfectamente a él”.
Eso sí, el argentino también reconoció que en cancha “era una locura, sacaba diferencias. Me acuerdo situaciones, él estaba con sobrepeso, dolores, problemas de tiroides, prácticamente no entrababa por los dolores. Entrenaba solo los viernes y jugaba los domingos… y así la rompía. No es que era el ‘Gordo’ y había que dejarlo, era el mejor de nuestro equipo”.
“Me acuerdo situaciones de partido, que él no podía volver como nosotros cuando nos estaban atacando. Recuperábamos el balón y él seguía en offside, y teníamos que hacer tiempo para que salga. Y cuando se ponía habilitado era dársela y él resolvía, solo. Era una cosa increíble”.
Una leyenda que, sin duda, marcó época y seguirá haciéndolo con el paso de los años.