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Liz Parrish, fundadora y CEO de BioViva Sciences, afirma tener una edad biológica de 25 años gracias a una terapia génica experimental de su propia empresa que incluye telomerasa y folistatina. Parrish se sometió a esta controvertida terapia en Colombia en 2015, saltándose regulaciones estadounidenses, con el objetivo de buscar una cura para su hijo con diabetes tipo 1. Aunque ha notado mejoras físicas y de salud, la comunidad científica expresa escepticismo sobre la validez y seguridad de este tratamiento, advirtiendo sobre posibles efectos secundarios, como un mayor riesgo de cáncer. Parrish defiende su enfoque antirregulación argumentando su experiencia de años en el campo. A pesar de los resultados, sigue enfrentando críticas y dudas sobre la eficacia y los riesgos de su terapia.

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Ella dice que no se ha puesto bótox ni realizado intervenciones quirúrgicas. Liz Parrish, de 53 años, atribuye su juvenil aspecto a una terapia génica experimental desarrollada por su propia compañía. Hoy tiene una edad biológica de 25, asegura.

Liz es fundadora y CEO de BioViva Sciences, una compañía biotecnológica dedicada a ampliar la esperanza de vida mediante la terapia génica trabajando con distintas técnicas combinadas.

Tal como describe el Longevity World Forum (Foro Mundial de Longevidad) de Alicante, Parrish considera que el envejecimiento es una enfermedad y por lo mismo trabaja en el desarrollo de tratamientos que permitan alargar la vida y hacerla más saludable.

Cómo Liz Parrish logra “descumplir” años biológicos

Su camino a “descumplir” años partió en 2015 cuando decidió saltarse las etapas de seguridad propias de cualquier estudio y aplicar en ella misma la revolucionaria terapia que hasta entonces sólo había sido probada en ratones.

Fue así como partió a Colombia, porque en Estados Unidos este tratamiento no era aprobado por la FDA (y aún no lo es), y por lo tanto, no era legal.

“No queremos molestar al gobierno estadounidense, queremos trabajar con ellos, no incomodarlos. Si vas a otro país y firmas un formulario con un médico, indicando que entiendes los riesgos y la tecnología, y el médico también lo firma, puedes someterte a una terapia”, confesó a La Vanguardia.

El antes y después de Liz Parrish
El antes y después de Liz Parrish

Parrish asegura que lo hizo porque buscaba una solución para la diabetes tipo 1 de su hijo. “Llevé a cabo dos prometedoras terapias genéticas para tratar las enfermedades infantiles y de población envejecida”, explicó en el Foro de la Longevidad en Alicante (España).

Pero, ¿en qué consiste la controversial terapia? Según ella misma ha explicado, el tratamiento incluye un cóctel de telomerasa y folistatina. La primera enzima busca que los telómeros -región de secuencias repetitivas de ADN en el extremo de un cromosoma- no se reduzcan con la división celular, ya que eso impulsa el envejecimiento.

En tanto, la folistatina es una proteína que reduce la grasa, promueve el incremento de la masa muscular y mejora el aspecto de la piel.

“La folistatina hace que tu piel brille más. Creo que la terapia en la cara —me han puesto inyecciones subcutáneas en el rostro— tiene efectos en la producción de colágeno, pero costó bastante tiempo ver los efectos, si quieres resultados rápidos tienes que hacerte otros tipos de tratamientos”, dijo Liz a La Vanguardia.

Durante una entrevista con el diario español ABC, Parrish dijo que hay varias personas en Bahamas y Honduras sometiéndose a su mismo tratamiento.

“Hay mucha gente ahora y los precios están bajando. Mi empresa no puede ofrecer estas terapias, pero trabajamos con otras compañías de consejo médico que sí pueden hacerlo. Y cuantas más personas son tratadas, más bajan los precios. Si podemos mover a los gobiernos que se aprueben estas terapias, sería asequible”, aseguró.

“Debemos mover a los gobiernos para que estas terapias sean asequibles, no podemos permitir que la gente envejezca y abandone sus trabajos”, manifestó.

Más joven por dentro y por fuera

Además de su evidente juvenil apariencia, Liz asegura que percibe otros cambios en su cuerpo. “Creo que es fantástico: mis músculos son más fuertes, mis órganos están mejor y todos los marcadores de rendimiento han mejorado. Me siento como si no hubiera dolor, más sana y más fuerte”.

Asimismo, enfatizó que esto no es sólo una impresión suya, pues los resultados han sido verificados con marcadores y exámenes de sangre y de envejecimiento biológico.

“Tenemos un artículo revisado por pares sobre la longitud de mis telómeros, todos los datos de mis antiguos marcadores corporales funcionan tan bien o en algunos casos mejor que antes del tratamiento. Y para estar bien por fuera, tienes que estar bien por dentro. En realidad, es más importante que tengas buen aspecto por dentro para que todos tus órganos funcionen, pero tu piel es un órgano protector y necesitas que también funcione”, expresó.

Junto con ello, la mujer negó haberse sometido a tratamientos estéticos tradicionales para rejuvenecer. “He completado cuatro terapias genéticas y literalmente hay gente que ha sido capaz de llegar tan lejos como para revisar mi pelo para asegurarse de que no tengo cicatrices de cirugía estética. No las hay, por supuesto. Tampoco me he puesto bótox”, afirmó.

Parrish indicó que regularmente debe hacerse pruebas y someterse a resonancias magnéticas para asegurarse de que no desarrolle tumores, pues los telómeros podrían favorecer su aparición.

“Pero todo dentro y fuera de mí se ve bien, así que me hago pruebas exhaustivas con regularidad. Buscamos datos a largo plazo, para tener una imagen más amplia”, indicó.

El aspecto rejuvenecido de Liz a sus 53 años ha hecho que en redes sociales la comparen con la trama de la película La Sustancia, que trata sobre una mujer madura que se somete a una terapia experimental no aprobada que crea una versión más joven de sí misma.

Comunidad científica crítica con Parrish: “Haciendo esto vas en contra de la ética y de la seguridad”

Dentro del mundo científico hay algo de escepticismo, y sobre todo críticas, respecto a la terapia de Parrish.

Salvador Macip, director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y catedrático de la Universidad de Leicester (Reino Unido) que dirige un laboratorio de investigación en cáncer y envejecimiento, dijo a La Vanguardia que este tratamiento no está validado aún.

“Parrish está haciendo una cosa que no tiene ningún tipo de validación científica. Ella activa la telomerasa en sus células, pero no sabemos si ha funcionado, porque no tenemos medidas de envejecimiento. El envejecimiento no se mide con los telómeros o con relojes epigenéticos, tenemos ideas, pero todavía no podemos medir el envejecimiento”, expresó.

En la misma línea, Ana María Cuervo, codirectora del Instituto Einstein para la Investigación del Envejecimiento en Nueva York, y profesora titular de Biología Molecular, afirmó que Liz “ha reconocido que sus aspectos hormonales siguen envejeciendo y no han cambiado. Si mides los telómeros que estabas atacando con telomerasa, pues claro, estás midiendo solo lo que atacas. Tienes que demostrar que los otros aspectos también están mejor”.

Además, alertó de los posibles efectos secundarios. “Ella ha comentado que tiene más células madre que el resto de la gente, y esta combinación de aumento de las células madre y actuación sobre la telomerasa, es una receta para sufrir cáncer. Las células madre son buenas, pero no en exceso”.

Algo con lo que Macip coincide. “La telomerasa es una enzima que se activa en células cancerosas. ¿Quieres dar este poder a todas las células de tu cuerpo, de dar un paso más para ir hacia el cáncer? Si esto provocase cáncer, no lo sabríamos hasta dentro de 10 o 15 años, por lo que son experimentos muy controvertidos y difíciles de hacer”, sentenció.

Por lo mismo le parece peligroso el discurso antirregulación de Parrish. “Dice que nos tenemos que saltar las agencias reguladoras e ir a hacernos estos tratamientos donde se pueda. Las agencias reguladoras existen por y para algo. Haciendo esto vas en contra de la ética y de la seguridad”, opinó.

En la misma línea, José Viña, catedrático de Fisiología de la Universidad de Valencia, alertó que la CEO de BioViva “se está tratando a sí misma con terapias que no están científicamente probadas y menos aprobadas para el uso general. Los resultados los debe plantear con mucha precaución. Uno puede poner su vida en riesgo, pero no la de los demás. Quizá en unos años podamos aprender algo de todo esto, pero no recomiendo este tipo de terapias hasta que no estén aprobadas por los organismos internacionales reguladores”.

Además Liz es cuestionada porque si bien cursó la carrera de biología, no la terminó y luego cuando retomó los estudios fue para hacer un MBA en negocios. Ella se defiende diciendo que aprendió más trabajando en su compañía. “Todo lo que sé sobre la terapia génica, es porque llevo nueve años trabajando en ello, leo todo lo que puedo y me reúno con mis asesores científicos, estudio con ellos. En nueve años es como haber obtenido, dos títulos universitarios, soy persistente. Podría tener un doctorado, pero me he enfocado en la industria. Ya contamos con científicos en mi equipo”, manifestó.

De hecho, entre los profesionales con que trabaja están George Church, profesor de genética en Harvard, y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT); el doctor Tong-Ming Fu, director científico de enfermedades infecciosas en IGM Biosciences, y Aubrey de Grey, gerontólogo biomédico.