Hay gatos que sólo se sientan frente a las puertas cerradas hasta que su dueño se digna a abrirlas. Otros alegan más. Saltan intentando girar la manilla. Meten la pata por debajo. Maullan, chillan, lloran, a veces incluso las “atacan”. Lo que sea necesario para llamar la atención del humano.
Bueno, todos estos alegatos tienen una explicación científica.
Según explican especialistas a LiveScience, en parte ello se debe a que los gatos tienen un síndrome que se conoce como “temor a perderse algo” (FOMO por las siglas en inglés de “Fear of missing out”). Su curiosidad y territorialidad les hace desear saber todo cuanto ocurre en los espacios que habitan.
“A los gatos les gusta controlar el acceso a los espacios y las necesidades básicas vitales y el territorio”, explica al respecto la consultora en comportamiento felino Ingrid Johnson.
Ello, aclara, “no los hace malos. No los convierte en otra cosa que en una especie que es a la vez depredador y presa que tiene que cazar para sobrevivir, pero que también tiene que sentirse segura y protegida en su entorno”.
“Simplemente saben que el lugar al que antes tenían acceso -donde se sienten seguros, o les gusta dormir o echar la siesta o comer o lo que sea- ahora se les quita de repente”, explica. “Cuando controlamos las cosas para nuestros gatos, les creamos estrés”.
A ello, acota la especialista Jane Ehrilch, una puerta cerrada es símbolo de todo cuanto odian: no tener elección, no estar en control, y un “cambio” que creen permanente, además de bloquear totalmente la atención de sus humanos.
En cualquier caso, recomiendan que si tu gato parece tener un problema mayor y exhibe comportamientos preocupantes, siempre es buena opción consultar con tu veterinario.