Científicos chilenos están investigando la dieta del bacalao antártico, el pez más grande del océano Austral, que resulta tiene una gran importancia para estos ecosistemas.
Una de las especies asombrosas que habita en el océano Austral es el bacalao antártico, un pez de gran tamaño que puede llegar a medir más de 2 metros de largo y superar los 100 kilogramos de peso. Por lo demás, puede vivir más de 30 años y a medida que va creciendo, migra hacia aguas más profundas, llegando a encontrarse bajo los 2.000 metros, interactuando con el fondo marino.
Cumple un rol clave como “depredador tope”, ya que controla las poblaciones de otras especies que se ubican en niveles inferiores de la trama trófica antártica.
Es por esta razón que para los equipos científicos resulta fundamental saber de qué se alimenta, qué tan valiosas son sus presas para su aporte nutricional y si su alimentación va modificándose a medida que avanza en su desarrollo (de juvenil a adulto).
¿Qué pasa con al bacalao antártico?
Las respuestas a estas preguntas están contenidas en un artículo publicado recientemente por investigadores chilenos en colaboración internacional con científicos del Instituto de Pesquerías y Ecología Marina (IFME) de Ucrania en el que analizaron la alimentación de esta especie aplicando técnicas de identificación visual y genética de las presas, para luego estudiar la composición de ácidos grasos de esas muestras.
De parte del Instituto Antártico Chileno (INACH) participaron los investigadores del Departamento Científico, César Cárdenas (con filiación también al Instituto Milenio Base), Marcelo González y Francisco Santa Cruz. Este último explica que esta especie tiene una dieta generalista y prácticamente consume lo que encuentra en su camino.
“Sus principales presas son los peces Macrouridae (peces rata), Channichthyidae (peces de hielo) y Anotopteridae (peces daga) y secundariamente, cefalópodos (pulpos). Incluso encontramos restos de pingüinos que seguramente mueren y caen hasta el fondo marino”, señala.
Para Santa Cruz es importante comprender las redes ecológicas que existen en las comunidades, ya que “entender y cuantificar estas relaciones ecológicas es fundamental en casos como el bacalao antártico que constituye un recurso pesquero manejado con un enfoque ecosistémico, en el cual el objetivo es evitar que las pesquerías generen impactos irreversibles sobre estos procesos ecológicos. Por ejemplo, la sobreexplotación de los depredadores tope puede generar un efecto cascada desequilibrando las relaciones ecológicas en las tramas tróficas”, advierte.
Menciona además que esta especie también realiza largas migraciones transportando energía y nutrientes a distintas zonas del océano Austral y también es esencial para la alimentación de los mamíferos marinos. “Por ejemplo, las focas de Weddell o leopardo consumen bacalao juveniles y las orcas capturan bacalaos adultos”, señala el investigador del INACH.
La importancia de la colaboración para desarrollar este estudio
En esta investigación se centraron en la península Antártica, un área regulada por la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos Antárticos (CCRVMA), en donde está prohibida la pesca comercial de peces debido a la sobreexplotación ocurrida en décadas pasadas, por lo que la información que se maneja de esta especie es escasa.
Para conseguir las muestras de bacalao antártico -y dado que no existen pesquerías en dicha zona del Continente Blanco- aprovecharon una colaboración internacional con científicos ucranianos que estaban realizando pesca de investigación al norte de la península Antártica en el límite con el mar de Weddell durante febrero 2020 y 2021, en aguas sobre los 1.000 metros de profundidad para lo cual los pescadores utilizan palangre de fondo que reposa sobre el lecho marino.
Los datos obtenidos por los buques de pesca son esenciales, ya que muchas veces son la única fuente de información de estos ambientes remotos. No obstante, sólo se pueden obtener en verano cuando el deshielo marino les permite acceder a la zona, por lo que faltaría obtener información del periodo invernal.
Asimismo, quedan abiertas otras interrogantes como por ejemplo saber si el bacalao antártico consume las presas que son más abundantes de su entorno. “De ser así los peces rata y de hielo serían los peces dominantes en la comunidad demersal. Esto debe ser confirmado con observaciones y estimaciones de abundancia directa, pero es muy complejo realizar cruceros científicos en esta zona”, señala Santa Cruz.
También por su importante rol en los ecosistemas antárticos, será importante conocer cómo el cambio climático afecta a la disponibilidad de esta especie y su hábitat en algunas zonas del Continente, particularmente el área de la península Antártica, una de las más afectadas por este fenómeno global.
Al cierre de esta nota es relevante resaltar la importancia de la colaboración científica y la conformación de equipos multidisciplinarios desde diversas instituciones. Este trabajo por un lado, permitió apoyar la tesis de pregrado de Karina Pérez Pezoa de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien es la autora principal del artículo.
También destacar el aporte en los análisis genéticos y perfiles de los ácidos grasos en los que apoyó Vicente Arriagada de la Universidad de Concepción, sumado a la experiencia de los investigadores de la Universidad de Magallanes, Pablo Gallardo y Ali Rivero. Mencionar, además, la coordinación en este trabajo con Kostiantyn Demianenko y Pavlo Zabroda del IFME de Ucrania.
Los investigadores destacan que este tipo de colaboraciones también se está efectuando con los buques nacionales chilenos que participan en pesquerías antárticas, con los que han podido obtener muestras y datos colectados durante los trabajos de pesca, los que están en proceso de análisis y próximos a ser publicados en nuevos artículos.