El cabello con rizos representó una ventaja evolutiva, clave en el desarrollo de nuestra especie por cuanto permitió a nuestros cerebros crecer hasta el tamaño que hoy ostentan, protegiendo el cráneo tanto del calor como de la radiación solar.
Así concluyó un reciente estudio publicado en la Proceedings of the National Academy of Sciences, para el cual se utilizó maniquíes con pelucas y un túnel con clima controlado.
Según explicó Tina Lasisi, investigadora postdoctoral en antropología biológica en la Universidad Estatal de Pensilvania a National Geographic, “el cerebro es un órgano grande y muy sensible al calor, que además genera mucho calor. Así que pensamos que, evolutivamente, esto podría ser importante, sobre todo en un periodo en el que vemos crecer el tamaño del cerebro de nuestra especie”.
Cuatro maniquíes protagonizaron el experimento. Tres de ellos portaban pelucas de cabello humano -una lisa, otra con rizos moderados y otra muy rizada- de similar color y densidad, y una cuarta “calva”, siendo expuestos los “sujetos de prueba” a un túnel con clima controlado y luces emitiendo calor a 30 grados centígrados desde el techo.
El primer hallazgo fue que el sólo ponerle una peluca al maniquí ya, por sí misma, reducía el aumento de temperatura en más de la mitad. Luego, comparando las temperaturas de los tres tipos de cabellos usados, se descubrió que mientras más rizados estaban, menos subía la temperatura.
Los científicos especulan que ello se debería a que el cabello rizado crearía una capa de aire entre la fuente del calor y el cráneo, permitiendo un mayor aislamiento.
Si bien Lasini admite que el cuerpo de un maniquí no es igual al de un humano, el experimento da luces sobre el aislamiento que provee cada tipo de cabello, siendo necesaria aún más investigación para comprender por qué este rasgo humano evolucionó como lo hizo.