Hasta el día de hoy, nadie ha logrado batir el récord mundial de longevidad de la francesa Jeanne Calment, que murió en 1997 con 122 años y 164 días. Actualmente, la persona viva más anciana es la española María Branyas, de 116 años. El hombre vivo más viejo conocido es Juan Vicente Pérez, de Venezuela, con 113 años.
Según explica un nuevo estudio, la esperanza de vida humana puede superar el récord actual de 122 años podría llegar a los 150.
Las conclusiones de los autores David McCarthyI y Po-Lin Wang, del Terry College of Business de la Universidad de Georgia y del Muma College of Business Universidad del Sur de Florida, se basan en un análisis de las tasas de mortalidad de más de tres siglos en 19 países utilizando una variante de la ley de mortalidad de Gompertz.
“Descubrimos que se ajusta extremadamente bien a los datos de mortalidad de cohorte. Utilizando esta ley, identificamos la edad más joven a la que los individuos de cada cohorte alcanzan una meseta de mortalidad supuesta, a la que llamamos Edad Máxima Gompertziana (GMA)”, explican.
“Encontramos que, durante gran parte del período cubierto por nuestros datos, no hubo aumento en la GMA. Por lo tanto, las mejoras históricas en la esperanza de vida fueron en gran medida el resultado de la compresión de la mortalidad”.
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Sin embargo, el estudio demuestra que también hubo épocas en los que la GMA aumentó. “La presencia de estos episodios de aplazamiento de la mortalidad sugiere que, de hecho, la duración máxima de la vida humana no es fija”, sugiere el estudio. El primer episodio ocurrió en cohortes nacidas a principios de la segunda mitad del siglo XIX, el segundo, mucho más significativo, afecta a las cohortes nacidas entre 1910 y 1950 (es decir, las que actualmente tienen entre 70 y 110 años).
En teoría, la Edad Máxima Gompertziana (GMA) debería indicar el límite superior de la esperanza de vida humana. Si la GMA es bastante constante de una cohorte a otra, podemos suponer que existe una edad máxima.
Por otro lado, si se descubriera que la GMA aumenta entre las cohortes, podría haber motivos para sospechar que la mortalidad se está “posponiendo”, lo que significa que si existe un límite en la esperanza de vida grabado en nuestra biología, aún no hemos visto que surta efecto.
“Descubrimos que las cohortes nacidas entre 1900 y 1950, aproximadamente, son aún demasiado jóvenes para batir récords de longevidad”, afirma el McCarthy en la revista PLOS ONE.
“Por tanto, a medida que estas cohortes alcancen edades avanzadas en las próximas décadas, los registros de longevidad podrían aumentar significativamente. Nuestros resultados confirman trabajos anteriores que sugerían que, si existe un límite máximo para la esperanza de vida humana, aún no nos estamos acercando a él”, agrega.
“Si existe o no un límite a la esperanza de vida humana ha sido objeto de debate durante milenios”, continúa el David McCarthy.
“Las estimaciones históricas de la esperanza de vida máxima posible sugieren claramente que ha aumentado considerablemente a lo largo de la historia”. Los autores además subrayaron que las cohortes nacidas antes de 1950 sólo tendrán el potencial de batir los récords de longevidad existentes si las decisiones políticas siguen apoyando la salud y el bienestar de las personas mayores y el entorno político, medioambiental y económico se mantiene estable.