Una especie similar al guanaco y que vivió en el norte de Chile hace 7 millones de años, durante el mioceno tardío, fue descubierta tras un análisis de sus restos fósiles hallados en la Bahía Inglesa, región de Atacama, que pasaron desde 2005 sin ser identificados.
Se trataría de herbívoros, cuya anatomía estaría “entre un guanaco y una vicuña”, con un cuello alargado y extremidades largas, adaptadas para moverse con velocidad.
Según anunció la Universidad de Chile, el estudio publicado en Journal of Mamalian Evolution denominó a esta nueva especie “micrauchenia saladensis”, a la fecha el representante más pequeño de una extinta subfamilia de mamíferos sudamericanos llamados los macrauquénidos. Según los investigadores, dicha subfamilia habría vivido en gran parte del territorio que actualmente es chileno.
“El más famoso de estos animales es Macrauchenia patachonica, el primer ungulado nativo sudamericano que encontró Charles Darwin durante una expedición en Argentina en 1834, hace ya casi 200 años, un animal de anatomía tan extraña que no sabían cómo categorizarlo”, explicó el investigador principal del estudio, Hans Püschel, de la Universidad de Edimburgo. “Cuando se describió el primero de ellos se les asoció a los camélidos, como las llamas o los camellos. Se pensaba que eran parientes, pero ahora sabemos que no es así”.
Éstos serían similares a los guanacos, más no emparentados con ellos, especulándose que podrían haber tenido una trompa en el hocico -aunque se desconoce su largo y forma-. Específicamente, fueron encontrados una mandíbula, fragmentos de vértebras verticales y toráxicas, y fragmentos de extremidades delanteras.
“Sería maravilloso contar con tejido blando preservado que confirmara su existencia. No sería imposible para una Macrauchenia, género que habitó hasta hace unos miles de años solamente”, manifiesta el co-autor e investigador de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile, Sergio Soto.
Los fósiles estaban resguardados en el área de paleontología del Museo Nacional de Historia Natural en Santiago, tras haber sido entregados por personas no identificadas, detalla el estudio. Ahí, los restos estaban sólo marcados con la fecha y el lugar en que fueron descubiertos.
Según relató Soto, mientras buscaba material “me encontré con una bolsa llena de ejemplares provenientes de la Formación Bahía Inglesa, con muchos restos de pingüinos y tiburones. Hasta ahí nada fuera de lo común, pero de pronto apareció algo muy singular: restos de metacarpos, falanges y vértebras que claramente no eran de un organismo marino”.
“La cosa se puso más interesante cuando al seguir hurgando hallé una radioulna y unos metacarpos que incluso articulaban entre sí, más un resto de mandíbula. Todo esto indicaba que se podía tratar de un Macraucheniidae. Como no soy experto en este grupo, le sugerí a Hans trabajar con este material, que sería el primer vertebrado continental bien documentado de esta formación”, narró.
Por su parte, Püschel expresó que “una cosa que me llamó la atención desde el inicio fue lo pequeño que era, porque las macrauquenias del Pleistoceno, que probablemente convivieron con los primeros humanos que habitaron Sudamérica, eran animales enormes y los huesitos de este animal son muy pequeños. Viendo eso, hicimos una estimación del tamaño corporal, a partir de lo cual concluimos que es el miembro más pequeño de la subfamilia Macraucheniinae, y en el rango de tamaño de los representantes de la familia Macraucheniidae más antiguos del Oligoceno, algo que es muy interesante porque añade diversidad morfológica al grupo”.
Jhonatan Alarcón, investigador de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile y otro de los autores del estudio, explica que su peso se estima entre los 53 y los 102 kilos. Una cifra menor, considerando que uno de los últimos animales identificados en esta subfamilia habría pesado hasta una tonelada.
Los autores destacan, además, que es el primer macrauquénido del Mioceno tardío hallado en la costa occidental de Sudamérica, y el segundo animal continental encontrado en la Formación Bahía Inglesa, área costera caracterizada por sus depósitos marinos del Mioceno y el Plioceno, pero en la que también había un entorno terrestre con árboles y vegetación.
“Hasta antes de Micrauchenia, el único otro vertebrado terrestre era un capibara. Esto es muy importante, ya que la mayor parte de los fósiles de esta zona corresponden a animales marinos. El registro abarca varios tipos de tiburones, incluido el Megalodon, ballenas, delfines, focas, cocodrilos de hocico largo de la familia de los gaviálidos y perezosos marinos; mientras que entre las aves figuran distintos tipos de pingüinos, algunos de gran envergadura, además de pelagornítidos como Pelagornis chilensis, albatros y petreles, entre otros tipos de aves marinas”, detalla Alarcón.