Esta teoría comenzó a formarse en 2016, cuando científicos realizaban un experimento en el que observaban partículas misteriosas en la Antártida. Allí encontraron una señal que indicaría la posible existencia de un universo espejo.
Este se habría formado al mismo tiempo que el nuestro, en el Big Bang, donde todo funcionaria al revés. Se estima que allí, el tiempo correría hacia atrás y la izquierda sería la derecha, como en un espejo.
Esta propuesta surge a partir de la búsqueda de respuestas de grandes misterios de la física como por ejemplo: la antimateria. Este concepto funciona como una base lógica para la idea un universo espejo, al revés o anti-universo.
Para ello existen dos variantes clave, la primera se relaciona con el modelo estándar de la física de partículas. Este establece que por cada particula de materia que existe, surge una de antimateria.
Esto significaría que al momento del Big Bang debió producirse la misma cantidad de materia y de antimateria a la vez, lo que explicaría la existencia de dos mundos.
La segunda variante es la simetría, que indica que los procesos físicos se mantiene iguales incluso si el tiempo corre hacia atrás, si se invierte el espacio o si las partículas se cambian por antipartículas.
Esto último, sumado a la antimateria, significaría que así como existe un universo, es posible que exista un anti-universo simétrico al que conocemos.
¿Qué evidenciaría al universo espejo?
Tras seguir ahondando en esta teoría, un nuevo estudio publicado por la Sociedad Estadounidense de Física (APS Physics, la segunda mayor organización de físicos del mundo) propone la existencia de una ‘realidad espejo’ invisible a nuestros ojos.
Esta podría interaccionar con nuestro mundo a través de la gravedad, y debido a esto, los expertos señalan que podría resolver la complicada ‘Constante de Hubble’. Es última, es la que cuantifica la velocidad a la que las galaxias se alejan de nosotros, es decir, la velocidad de expansión del Cosmos.
El estudio explica que, si bien este universo espejo no es visible, se evidencia por el impacto gravitatorio que tiene sobre el nuestro. “Un sector oscuro del “mundo espejo” permite escalar de manera efectiva las tasas de caída libre gravitatoria al tiempo que respeta la densidad fotónica media medida en la actualidad”, dice el paper.