Un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de Europa y Estados Unidos arrojó que el Homo Sapiens llegó a Europa 10 mil años antes de lo que se creía.
Una vivienda en la ladera de una colina con vistas al pintoresco valle del Ródano, en el sur de Francia, resultó irresistible para nuestros antepasados, ya que atrajo tanto a los neandertales como a los humanos modernos mucho antes de que se pensara que estos últimos habían llegado a esa parte de Europa, según sugiere un nuevo estudio.
En un artículo publicado el miércoles por la revista Science Advances, investigadores de Europa y Estados Unidos describen el hallazgo de restos fósiles de Homo sapiens y herramientas intercaladas con las de los neandertales en la Gruta de Mandrin, que lleva el nombre de un héroe popular francés del siglo XVIII.
Hasta ahora, los descubrimientos arqueológicos habían indicado que los neandertales desaparecieron del continente europeo hace unos 40.000 años, poco después de la llegada de su “primo” el Homo sapiens, apenas 5.000 años antes, y no había pruebas de un encuentro entre estos dos grupos.
El nuevo descubrimiento, realizado por un equipo de arqueólogos y paleoantropólogos dirigido por Ludovic Slimak, de la Universidad de Toulouse, retrasa la llegada del Homo sapiens a Europa Occidental a hace unos 54.000 años.
Neandertales y “Homo sapiens” se alternaron en la cueva de Mandrin
Otro hallazgo destacable de la investigación es que los dos tipos de humanos se alternaron en la cueva de Mandrin, en la actual región del Ródano, al sur de Francia.
Aunque los investigadores no encontraron pruebas de intercambios culturales entre los neandertales y los humanos modernos que se alternaron en la cueva, la rápida sucesión de ocupantes es en sí misma significativa, dijeron. En uno de los casos, la cueva cambió de manos en el espacio de un año aproximadamente, dijo Slimak.
Poco exitosa incursión del “Homo sapiens”
Katerina Harvati, catedrática de paleoantropología de la Universidad de Tubinga (Alemania), que no participó en el estudio, afirmó que los hallazgos ponen en entredicho la idea de que la mayor parte del continente europeo fue dominio exclusivo de los neandertales hasta hace 45.000 años.
Sin embargo, la primera incursión del Homo sapiens en la región no fue especialmente exitosa, señaló. “Los humanos modernos de la cueva de Mandrin parecen haber sobrevivido solo durante un período muy breve y fueron reemplazados de nuevo por los neandertales durante varios milenios”, dijo.
Slimak dijo que los hallazgos de Mandrin sugieren que el río Ródano pudo ser un enlace clave entre la costa mediterránea y la Europa continental. “Estamos ante uno de los corredores migratorios naturales más importantes de todo el mundo antiguo”, dijo.
La “Pompeya” neandertal y la “capa E”
El yacimiento de Mandrin, excavado por primera vez en 1990, incluye capa tras capa de restos arqueológicos que datan de hace más de 80.000 años. “Mandrin es como una especie de Pompeya neandertal, sin acontecimientos catastróficos, pero con un relleno continuo de arenas en la cueva depositadas progresivamente por un fuerte viento, el Mistral”, explicó Slimak a la AFP.
Su equipo descubrió una capa, conocida como “capa E”, que contiene al menos 1.500 puntas de sílex cortadas, más finamente ejecutadas que las puntas y hojas de las capas anteriores y posteriores.
De tamaño muy pequeño, algunas de ellas de menos de un centímetro de longitud, estas puntas “están estandarizadas, al milímetro, algo que no hemos visto en absoluto en los neandertales”, dijo Slimak, especialista en sociedades neandertales.
Según explicó, se trata probablemente de puntas de flecha, desconocidas en Europa en aquella época. Atribuye esta producción a una cultura llamada neroniana, vinculada a varios yacimientos de la zona del Ródano.
En 2016, Slimak y su equipo visitaron el Museo Peabody de Harvard para comparar sus descubrimientos con una colección de fósiles tallados del yacimiento de Ksar Akil, al pie del monte Líbano, uno de los principales lugares de expansión del Homo sapiens hacia el este del Mediterráneo.
La primera evidencia conocida de humanos modernos en Europa occidental
La similitud de las técnicas utilizadas convenció a Slimak de que los hallazgos del yacimiento de Mandrin eran los primeros rastros de Homo Sapiens encontrados en Europa. Un diente de leche encontrado en la “capa E” confirmó sus sospechas.
En total, los investigadores encontraron nueve dientes en el yacimiento de la cueva de Mandrin, pertenecientes a seis individuos. Estos antiguos dientes fueron confiados a Clement Zanolli, paleoantropólogo de la Universidad de Burdeos.
Gracias a la microtomografía, similar a la tecnología de escaneo médico, el veredicto fue claro. El diente de leche de la capa “E”” era el único diente humano moderno encontrado en el yacimiento. Ese “molar fósil de un niño humano moderno proporciona la primera evidencia conocida de humanos modernos en Europa occidental”, dijo el Museo de Historia Natural de Londres en un comunicado.
El equipo arqueológico utilizó entonces una técnica pionera, la fuligocronología, que analiza las capas de hollín que impregnan las paredes de una cueva y las huellas de antiguos incendios. Los resultados demostraron que “esta población humana moderna ocupó este territorio del Ródano durante unos 40 años”, dijo Slimak.
Las dos poblaciones coexistieron en la cueva
En algún momento, las dos poblaciones coexistieron en la cueva o en el mismo territorio, concluyó el investigador. Imagina que los neandertales podrían haber servido de guías al Homo Sapiens para conducirle a las mejores fuentes de sílex disponibles, algunas de las cuales se encontraban a una distancia de hasta 90 kilómetros. “Nada nuevo bajo el sol… Esto es precisamente lo que ocurrió cuando los europeos iniciaron la colonización de América o Australia”, señaló.
“Los hallazgos de Mandrin son realmente emocionantes y son una pieza más en el rompecabezas de cómo y cuándo llegaron los humanos modernos a Europa”, concluye el profesor Chris Stringer, coautor del estudio y especialista en evolución humana del Museo de Historia Natural de Londres.
“Comprender mejor el solapamiento entre los humanos modernos y otros homininos en Eurasia es vital para entender mejor sus interacciones y cómo nos convertimos en la última especie humana que queda”, añade.