Corría el año 1780 en Estados Unidos cuando, en plena lucha por la independencia de Gran Bretaña, se creó la American Academy of Arts and Sciences (AAAS) con el fin de impulsar el desarrollo de la ciencia, las artes y las humanidades en beneficio de la sociedad.
Muchos años después, Abraham Lincoln, en ese entonces presidente del mismo país, creó la National Academy of Sciences (NAS) con el propósito de proveer consejo científico y tecnológico al Gobierno y ayudar así a la adecuada formulación de políticas públicas.
En la actualidad, pertenecer a alguna de estas antiguas academias constituye uno de los máximos privilegios para los científicos, reconocimiento que recibió recientemente Pablo Marquet, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y director del Departamento de Ecología de la Pontificia Universidad Católica, quien se convirtió en el primer chileno en integrar el AAAS, conformada a su vez por alrededor de 250 premios nobeles, además de volverse miembro de la NAS como asociado extranjero.
Uno de los aspectos que define la trayectoria de Marquet, y que determinó sus nombramientos, es su trabajo en diversos ámbitos de la ciencia, integrando varias áreas como la biología, los sistemas complejos, la antropología, la filosofía, la arqueología, las matemáticas y la medicina.
“Al final del día, todos estos cuerpos de conocimiento están comunicados pues son la manifestación particular, un observable, sobre el fenómeno humano, que a su vez es una observable del fenómeno de lo vivo. Esto de estar vivo es muy misterioso”, señaló el investigador, quien en enero también fue nombrado miembro de la Academia Mundial de las Ciencias (TWAS).
Chile y el cambio global
La ecología nacional ha experimentado un significativo crecimiento en la última década, con el desarrollo de un sinnúmero de áreas. Dentro de los principales temas de interés se encuentran la interfase entre sistemas ecológicos y socioeconómicos (socioecología) o fenómenos como el cambio global, que se refiere al conjunto de cambios y transformaciones en el planeta producto de las actividades del ser humano.
Marquet afirmó que “un tema importante es el cambio global y las consecuencias de varios de sus componentes sobre los ecosistemas chilenos, como por ejemplo el impacto de las especies exóticas invasoras, la pérdida de hábitat, la sobreexplotación de recursos, entre otras”.
Dentro de este fenómeno se encuentra el cambio climático y sus efectos en la conservación, como sucede con las áreas protegidas, ya sean marinas o terrestres.
Al respecto, el científico del IEB puntualizó que “hemos llevado a cabo varios trabajos tanto globales como locales, los cuales revelan que los sistemas de áreas protegidas de Chile y el mundo necesitan crecer pero de una manera sistemática y asociada a metas claras de conservación. La cobertura de especies y ecosistemas, tanto marinos como terrestres, es deficiente”.
La zona central de Chile -y sus ecosistemas de tipo mediterráneo- constituye una de las áreas más vulnerables y en necesidad de conservación, principalmente por concentrar una gran actividad e impactos humanos, y por poseer una cobertura de áreas protegidas insuficiente (menos del 4%). Es precisamente aquí donde se verificarán grandes impactos del cambio climático.
“Tenemos que tomar medidas urgentes, como potenciar la investigación sobre la restauración de ecosistemas para restablecer hábitats que fueron transformados por la acción humana, generar mejores modelos predictivos de cómo será el cambio climático en Chile a un escala que nos permita diseñar políticas públicas, y empezar a hacernos cargo de los grandes problemas que tendremos en el futuro, como es la disminución en las precipitaciones y cómo mitigamos su impacto sobre los sistemas productivos sin poner en peligro nuestro capital natural”, añadió el académico de la Universidad Católica.
Cáncer y el cuerpo como ecosistema
Otro de los desafíos de la ciencia se encuentra en el cáncer, la segunda causa de muerte en Chile, y que se ha posicionado como una prioridad de salud pública a nivel nacional y mundial.
Una de las aristas innovadoras y poco conocidas, donde ha estado trabajando el científico chileno, es la ecología y evolución del cáncer, entendiéndolo como un fenómeno que implica la generación de diversidad, selección, competencia, invasión, entre otros procesos evolutivos y ecológicos.
“El sistema inmune y la dinámica que llamamos cáncer han fascinado históricamente a los interesados en entender los sistemas complejos. La mirada de un individuo y del cuerpo humano como un ecosistema es muy potente para entender una condición de enfermedad. Pensemos en los shocks sépticos y la sucesión de patógenos que generalmente ocurren. Son todos fenómenos ecológicos y evolutivos”, explicó Marquet, quien ha hallado junto a su equipo un conjunto de patrones de colonización y metástasis, así como de especificidad de algunos cánceres que pretenden analizar en el laboratorio.
“Todas las áreas anteriores están plagadas de problemas transdiciplinarios que requieren para su solución la mirada, las herramientas y los conceptos generados en otras disciplinas como la medicina, las matemáticas, la biología celular, la antropología y por cierto la filosofía, ya que muchos de los grandes cambios y revoluciones en ciencia requieren antes de cambios filosóficos”, afirmó Marquet.
“Es fundamental entender al ser humano y la dinámica de su vida social para generar un nuevo orden que implique una relación de sustentabilidad con el resto de los actores de los sistemas ecológicos”, cerró.