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En 1961, el astrónomo Carl Sagan publicó en la revista Science un influyente paper titulado "The Planet Venus", donde propuso la idea de terraformar Venus para hacerlo habitable. A lo largo de los años, se han descubierto diversas características de este misterioso planeta, como su atmósfera densa de dióxido de carbono y temperaturas extremadamente altas que hacen imposible la vida tal como la conocemos. Aunque la ciencia actual descarta la viabilidad de terraformar Venus, las investigaciones y propuestas continúan explorando diversas estrategias, desde crear ciudades flotantes sobre su atmósfera hasta acelerar su rotación.

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En 1961, el célebre astrónomo Carl Sagan publicó en la revista Science uno de sus más emblemáticos papers, “The Planet Venus”, donde propuso un método para terraformarlo, es decir, hacerlo apto para la vida como la conocemos. Esto sería un desafío, pues, las condiciones allí son inhóspitas.

El planeta Venus fue descubierto hace más de 400 años. En 1610 Galileo Galilei lo observó por primera vez con un telescopio, pero antes también podía ser visto a simple vista, ya que es el tercer objeto más brillante del sistema solar después del Sol y la Luna desde la perspectiva de la Tierra.

Mucho se especuló de este planeta y con el paso del tiempo y los avances tecnológicos para la exploración, mucho también se descartó. Por ejemplo, inicialmente los astrónomos pensaban que podía contener vida, ya que podían observar lo que parecían densas nubes que creían que contenían agua, pero nadie sabía en realidad de qué eran.

La primera vez que fue observado no se veía ningún detalle, explicó Sagan en un capítulo de la serie Cosmos, “estaba cubierto por una densa capa de nubes que ocultaban su superficie”, dijo. Pero durante siglos, se ignoró su composición.

En ese entonces “como resultado, la imaginación se desenfrenó. La ausencia de algo visible en Venus llevó a algunos científicos a sostener que era un pantano”, explicó el astrofísico. Si el planeta era húmedo a causa de nubes de agua, posiblemente había vida.

El argumento, si es que se le podía llamar así, era: “si su superficie es húmeda, es un pantano y si es un pantano hay helechos y quizás hasta haya dinosaurios”, recordó Sagan. ¿Dinosaurios en Venus? No, resultó que en realidad era más parecido a un desierto, uno extremadamente caliente.

Todas estas posibilidades de vida se vinieron abajo cuando en los 60’s comenzaron a lanzarse las primeras sondas espaciales a orbitar el planeta. Las naves recopilaron datos más precisos de su superficie y descubrieron parte de lo que había bajo la densa capa de nubes.

La vida era imposible

A la larga, se supo que Venus era bastante parecido a nuestro planeta. Al ser de tipo rocoso, con un tamaño similar y tener atmósfera, es llamado “el gemelo” de la Tierra. Sin embargo, su atmósfera es densa y está llena de dióxido de carbono (CO2), lo que produce un efecto invernadero brutal. Esto hace que el calor se estanque en su superficie.

En eso también se parecen, aunque en menor medida. De hecho, el efecto invernadero es uno de los grandes problemas de la crisis climática en la Tierra, ya que se produce a raíz de las emisiones de CO2 generadas por los humanos y que están calentando el planeta.

Las sondas que volaron sobre Venus, que fue el primer planeta explorado por una nave espacial, descubrieron que tiene montañas, volcanes y enormes cráteres, pero sus condiciones hacen imposible la presencia de algún ser vivo.

De acuerdo con la NASA, si bien no es el planeta más cercano al Sol, es el más caliente. Su temperatura alcanza unos 460 °C en promedio, el calor es tanto “que metales como el plomo serían charcos de metal fundido”, señala la agencia espacial.

Además, se mueve muy lento, un día en Venus, es decir, un periodo de luz solar, dura unos 243 días terrestres, y el planeta además tarda unos 225 días terrestres en completar su órbita alrededor del Sol, por lo que el día básicamente dura más que un año en Venus.

En conclusión, se determinó que la vida en el planeta era imposible, pero entonces ¿cómo planeaba Carl Sagan terraformarlo?

Cómo Carl Sagan propuso terraformar el planeta Venus y por qué la ciencia lo descartó: ¿es posible?
Superficie de Venus | NASA

Carl Sagan y su plan para terraformar Venus

Sagan no es el único que vio a Venus como un desafío y decidió buscar alguna manera de terraformarlo, pero sí fue el primero. En 1961, con su artículo en Science, propuso que podría ser posible introduciendo bacterias genéticamente modificadas en sus nubes.

Según recoge el medio Interesting Engineering, estos organismos gradualmente convertirían el dióxido de carbono en moléculas orgánicas, que son claves para la vida.

Para ello, el científico propuso cianobacterias, que son un tipo de bacterias que pueden obtener energía biológica mediante la fotosíntesis oxigénica, que consume dióxido de carbono (CO2) y en respuesta subproduce oxígeno (O2).

Si había partículas de agua en las nubes de venus, el método sería viable, pero un hallazgo posterior terminó por descartar parte de la hipótesis de Sagan. Se trata de la presencia de ácido sulfúrico.

Misiones espaciales que se acercaron tiempo después a la superficie del planeta descubrieron que sus nubes están compuestas de ácido sulfúrico, un químico altamente corrosivo. Los astrónomos incluso teorizan que en Venus la lluvia sería de este compuesto y que debido a las temperaturas extremas se evapora antes de llegar al suelo.

¿Es posible terraformar Venus?

Sagan continuó investigando y definió algunos puntos clave que harían posible esta hazaña y con los que muchos científicos concuerdan, aunque requerirían de una ciencia e ingeniería a escalas planetarias que, al menos hoy, no existe.

Para terraformar Venus tendríamos que:

—Reducir su temperatura superficial (que supera los 460° C)
—Proporcionarle un campo magnético
—Eliminar o transformar la mayor parte de su atmósfera (compuesta principalmente por CO2)
—Añadir oxígeno a la atmósfera
—Cuando la temperatura descienda por debajo de los 100° C, transformar el vapor de agua en agua líquida

¿Cómo? En eso trabajan los científicos a la fecha. Algunas posibilidades implican bombardear las nubes de Venus con compuestos como el hidrógeno, que en reacción con la atmósfera produciría grafito y agua.

El científico británico Paul Birch, en 1991, propuso que con estas bombas la reacción química mantendría al grafito “secuestrado” y haría que el agua callera en la superficie, cubriendo el 80% del planeta con océanos.

Otros científicos han planteado hipótesis similares con otros componentes. Pero también han surgido ideas más simples, como por ejemplo hacer sombra en el planeta con enormes objetos que se interpondrían en la órbita entre Venus y el Sol. Así, el planeta bajaría sus temperaturas drásticamente. Esto también bloquearía el viento solar y lo protegería de la alta radiación.

Más adelante, en 1994, Sagan retomó el tema y junto al astrofísico James B. Pollack planteó la posibilidad de eliminar su atmósfera de CO2, de acuerdo con un artículo de Universe Today. Los científicos calcularon y concluyeron que el impacto de un objeto de 700 kilómetros de diámetro a una gran velocidad afectaría a una mínima parte de la atmósfera, pero para que fuera suficiente, tendrían que ser miles de objetos de impacto como ese.

Otra opción era acelerar la rotación de Venus para que el día con luz solar fuera más corto y bajara su temperatura, aunque para ello se necesitaría el impacto de un objeto de inmensas dimensiones y con mucha fuerza, que pudiera generar un cambio en su velocidad de giro.

Incluso la NASA ha ahondado en la utopía de Venus. En 2003, el científico e ingeniero aeroespacial Geoffrey A. Landis, publicó el paper Colonization of Venus, donde sugería construir ciudades flotantes sobre el planeta, por encima de su capa superior de nubes.

Landis decía que a esa altitud, las temperaturas podían ser tolerables para los humanos y que al mismo tiempo funcionarían como “escudos solares”. Mientras el planeta se enfriara, los humanos procesarían datos y observarían su evolución para, en algún momento, poder bajar a su superficie.

Por ahora, Venus es una frontera lejana, dicen los expertos, las agencias espaciales del mundo apuntan a la Luna y a Marte como los próximos destinos para la humanidad, pero estas primeras ideas, que se siguen estudiando, podrían ser un pie para la vida interplanetaria en el futuro.