El 16 de julio de 1969, el Saturno V, de 110 metros de altura, se eleva majestuosamente hacia el brillante cielo matutino de Cabo Cañaveral. Peso de despegue: unas 3.000 toneladas. Tres astronautas a bordo. Objetivo: la Luna. El mundo detiene la respiración. La misión es un éxito, gracias al constructor de cohetes Wernher von Braun.
Cuatro días después, el primer ser humano pisa la Luna, y Estados Unidos toma la delantera en la carrera espacial, en medio de la Guerra Fría con la Unión Soviética. Con la misión Apolo 11, el alemán Von Braun hizo su sueño realidad, y el de los estadounidenses.
Carrera por el espacio
En 1957, los soviéticos conmocionaron al mundo occidental con su primer satélite, el Sputnik. En 1961 enviaron al primer hombre al espacio, Yuri Gagarin. Estados Unidos buscaba desesperadamente un éxito. Y ahí estaba el alemán que decía: “Todo lo que el hombre pueda imaginar es factible”.
El alunizaje convirtió a Wernher von Braun en una superestrella. Para Estados Unidos, sus conocimientos y habilidades eran más importantes que su pasado como constructor de uno de los más mortíferos cohetes de los nazis.
Sin escrúpulos éticos ni consideraciones humanas sobre las víctimas que causaría, Von Braun desarrolló para la Alemania nazi el “arma milagrosa” deseada. En última instancia, el aclamado cohete lunar fue solo la siguiente etapa en el desarrollo del cohete V2 que Von Braun había construido para Hitler en Peenemünde, Alemania.
Apasionado ingeniero, del partido nazi
Von Braun se graduó de ingeniero en la Universidad Técnica de Berlín. Tras la Primera Guerra Mundial y la derrota alemana, plasmada en el Tratado de Versalles, Alemania quedó vetada para usar aviones caza y artillería.
En 1932, el Departamento de Armas del Ejército (Heereswaffenamt) lo contactó en su búsqueda de una forma de eludir dicho acuerdo. Versalles no hablaba de misiles o cohetes que podían volar autónomamente. Él aceptó.
Y pronto adhirió al partido nazi “NSDAP” y las “SS”. Desde 1937, dirigió un inmenso campo de ensayos de cohetes en Peenemünde, en el norte de Alemania. Allí debía construir el “arma milagrosa” para los nazis. A partir de 1941 se construyó allí el cohete V2, en serie.
Sin embargo, la producción tuvo que detenerse en 1943, después de que Gran Bretaña bombardeara los talleres de Peenemünde y la producción tuviera que ser trasladada a los extensos túneles del campo de concentración Mittelbau-Dora, en el centro de Alemania.
Siempre negó su culpa, nunca se disculpó
La nueva tecnología de Von Braun cobró miles de vidas, tanto donde se produjo como donde impactaron los cohetes. Su “arma de exterminio” dio muerte a entre 8.000 y 12.000 personas, especialmente en los bombardeos nazis de Londres y Amberes (Bélgica).
Se estima que entre 10.000 y 20.000 trabajadores forzados murieron en condiciones miserables en los túneles subterráneos.
El rutilante diseñador y constructor de cohetes, Wernher Magnus Maximilian Freiherr von Braun, nunca se disculpó por su complicidad en los crímenes de la dictadura nazi.
Cuando la derrota de la Alemania nazi ya era innegable, von Braun decidió cambiar de bando. El 2 de mayo de 1945, él y varios científicos de su equipo se entregaron a las fuerzas estadounidenses en Tirol. Von Braun no ocultó su oportunismo: “Mi país ha perdido dos guerras mundiales, y esta vez quiero estar del lado de los ganadores”. En 1955 recibió la nacionalidad estadounidense.
Werher von Braun fue brillante y oportunista. A Estados Unidos nunca le importó su pasado. A Washington le interesaba la conquista del espacio, y menos los crímenes de que fue cómplice su superhéroe.