El crecimiento de las ciudades, y con ello el uso cada vez más frecuente de tecnología LED para alumbrar, empeora la contaminación lumínica y amenaza el trabajo de los observatorios instalados en el desierto de Atacama, en el norte de Chile.
Es que Atacama, el desierto más árido del mundo, acoge a los más avanzados y complejos observatorios que aprovechan los cielos más limpios de la Tierra para estudiar el universo y buscar vida más allá de nuestro sistema solar.
En la última década, ciudades cercanas a estos observatorios, como Antofagasta, Coquimbo o La Serena, han incrementado el uso de la tecnología LED para iluminar viviendas y calles. Su uso masivo y el potente brillo de la luz que emite, principalmente en letreros y pantallas, provocó el aumento de la contaminación lumínica.
“Lamentablemente, por la mayor iluminación blanca, el deterioro de los cielos creció hasta un 30% más que a finales de la década pasada”, declaró a la AFP Pedro Sanhueza, responsable de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte de Chile (OPCC).
Sanhueza afirma que la calidad de los cielos aún es buena, pero el norte chileno está entrando en “una zona de riesgo” por la contaminación que podría amenazar la profunda oscuridad nocturna que requieren los telescopios de los observatorios durante sus estudios.
En el observatorio Paranal, que alberga el Very Large Telescope (VLT), uno de los telescopios ópticos más potentes del planeta en las cercanías de la ciudad de Antofagasta, se toman medidas internas para mitigar los efectos de la contaminación lumínica.
Después de la puesta de sol, los vehículos que circulan por el observatorio deben hacerlo sólo con las luces de estacionamiento y las personas con pequeñas linternas apuntadas siempre hacia el suelo.
La residencia en la que habitan los astrónomos y el personal que trabaja en Paranal cuenta también con todos los resguardos para evitar que cualquier rayo de luz perturbe las observaciones.
Impacto urbano
El crecimiento urbano experimentado por las ciudades del norte chileno en los últimos 20 años, debido al gran boom de la explotación de cobre –del cual Chile es el mayor productor mundial- tiene también consecuencias para el trabajo de los astrónomos.
Los halos de luz de las grandes ciudades se observan fácilmente desde observatorios ubicados en un radio menor a los 150 km.
“Hemos medido el impacto y ya tenemos dificultades para realizar observaciones a unos 20 grados arriba del horizonte. Eso subirá muchos más y no nos permitirá estudiar las estrellas más lejanas”, afirmó a la AFP Cris Smith, jefe de misión del observatorio Tololo, instalado a unos 80 km al este de la ciudad de La Serena.
Al crecimiento de las ciudades, se suman las enormes infraestructuras creadas para la extracción de cobre, como la construcción de nuevas carreteras con fuentes lumínicas en medio del desierto de Atacama.
Smith afirma que para los nuevos proyectos de electricidad, es necesaria una planificación que incluya una mayor educación sobre el uso de luz sustentable de la población, el uso de luces “más cálidas” y menos contaminantes y evitar dirigirlas hacia el cielo.
“Ya estamos en un nivel de impacto importante y necesitamos controlarlo ya. No podemos hablar de cerrar los observatorios”, afirmó el astrónomo norteamericano.
Los astrónomos coinciden en que se debe evitar lo sucedido en el observatorio de Monte Palomar, en California (EEUU) donde sus actividades se han reducido de manera sostenida en los últimos años debido al crecimiento lumínico de la ciudad de Los Ángeles.
Norma ambiental
En 2012, el gobierno chileno aprobó una nueva norma sobre iluminación para evitar la contaminación lumínica. Se incluyeron medidas como evitar la instalación de luz horizontal, reducir en un 15% el uso de luces contaminantes, evitar la sobreiluminación e introducir mayores regulaciones para los letreros luminosos.
Los astrónomos estiman que de no controlar este problema, no sólo se pone en riesgo el estudio del universo, sino también las millonarias inversiones que se han hecho en la instalación de los observatorios en el norte chileno, donde para 2020 se proyecta que el 70% de la infraestructura astronómica del mundo se concentre en este lugar.