Big Data, Robótica, Inteligencia Artificial, Ciberseguridad, Internet de las Cosas, Nanotecnología, entre otros; conceptos que a los más antiguos pueden sonar a película futurista, son parte de una nueva realidad que estamos viviendo, tecnologías que se encuentran impulsando la “Cuarta Revolución Industrial”. Un proceso histórico que nuevamente (ya han pasado tres) está cambiando las formas de producción y en consecuencia, buen parte de nuestra forma de vivir.
Estas tecnologías, facilitan tareas rutinarias, automatizan procesos, y ejecutan actividades con mayor precisión que los seres humanos. Ya es posible observar en algunos retail a los cajeros no humanos funcionando a la perfección, o en la línea 6 del Metro de Santiago a trenes sin conductor. Además, permiten liberar a trabajadores de tareas riesgosas propias de algunas industrias.
Pero no todo es miel sobre catutos; frecuentemente se informa sobre alguna nueva tarea que ha sido reemplazada por máquinas, en más de una empresa ya se han anunciado despidos por la adquisición de robots; por lo que ya es tema el temor a ser reemplazados por máquinas. Pero, ¿qué tan fundado es este temor? ¿seremos todos reemplazados por máquinas?
Lo cierto, es que las Revoluciones Industriales son procesos de cambio que inevitablemente envían a la caducidad a parte de los empleos que existían previos a ella. Así es como en el pasado los trenes cambiaron el transporte de pasajeros, relegando el trabajo de cocheros a paseos pintorescos. De esta forma, es como también pasarán al olvido parte de nuestros actuales trabajos; no nos engañemos, al inicio de este proceso se perderán puestos de trabajo.
¿Cuántos trabajos se perderán? ¿Qué trabajos se perderán? Nadie lo sabe. Existen diversos estudios y al parecer los resultados están al gusto del optimismo del consumidor.
El MIT Technology Review, publica un resumen de distintos estudios que varían entre el optimismo esperanzador y el pesimismo devastador (la consultora Gartner afirma que se destruirán 1.800.000 empleos, mientras se crearán 2.300.000 para el 2020; Thomas Frey estima que pueden desaparecer 2.000.000.000 de empleos. Ambos estudios con alcance global). Lo único que se puede concluir, es que nadie sabe realmente cuántos trabajos se perderán en este proceso.
La incertidumbre genera temor, tal vez sea el motivo por qué este tema prácticamente no apareció entre los distintos candidatos de la última elección presidencial.
La parte buena de esta historia, es que así como en las Revoluciones Industriales anteriores también se crearon empleos, en esta también debiera ocurrir. En los últimos años se ha informado de una serie de robots prodigios, como el que logró vencer a un grupo de médicos en el diagnóstico de tumores cerebrales, el que permite diagnosticar Alzheimer superando a otros médicos (logrado a través de reconocimiento de imágenes mediante Deep Learning) o los que han logrado vencer a campeones de juegos como Go o el clásico Ajedrez. Pero a pesar de todo esto, las máquinas no pueden pensar.
Las máquinas pueden se entrenadas para ejecutar tareas con gran precisión, pero si bien es cierto que no existen límites físicos para lograr una máquina pensante, para que esto ocurra faltan muchos años; aunque según el físico Michio Kaku, en su libro “Physics of the Impossible”, podrían ser posibles en este siglo o en el próximo.
¿Qué nos queda por hacer? Prepararnos. Según David Farrell, responsable de IBM en la Nube, la Inteligencia Artificial (IA) nunca debiera tomar las decisiones finales. Por nuestra parte, debemos prepararnos para tomar buenas decisiones a partir de la información que nos entreguen las máquinas, así las máquinas se encargan del trabajo repetitivo para dejarnos paso a los humanos a tareas más analíticas.
Para tomar buenas decisiones se requiere formar criterio; fortalecer la base teórica del área en que estemos inmersos, aprender ciencias, sobre todo ciencias básicas. Pretender aprender constantemente lo último en tecnología (o formar estudiantes con este criterio) es una locura. La tecnología inevitablemente irá cambiando, su base científica es mucho más difícil que cambie y permite adaptarse más rápido a los cambios.
Tan importante como la habilidad de aprender, es la de desaprender. Debemos contar con la flexibilidad de poder adaptarnos a desechar lo aprendido y asimilar nuevas habilidades (o nuevas formas de hacer las cosas), varias veces a lo largo de nuestra vida.
Buena parte de los futuros nuevos empleos se encuentran en los sectores de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), lo cual ya puede observarse por la creciente demanda en el mercado estadounidense.
La creatividad va de la mano con el pensar, lo que es propio de los seres humanos, al igual que la toma de decisiones. Fortalecerlas nos permite contar con herramientas difíciles de replicar por las máquinas.
Eric Melillanca Torres
Ingeniero Civil en Informática
Magíster en Ingeniería Industrial
Presidente de Corporación de Desarrollo Mapuche Trawün