La más célebre figura política de la Gran Bretaña contemporánea, sin duda fue Winston Churchill, considerado, junto con Franklin Roosevelt, como supremo defensor de la democracia occidental.
Pese a ello, quedó grabada para siempre su frase definiendo a la democracia como “la peor forma de gobierno… ¡si descontamos todas las demás!”.
En realidad, Churchill siempre fue un demócrata más bien a regañadientes. Era abiertamente imperialista, odiaba la idea de que la India fuese independiente, y consideraba que la democracia no necesita que las mujeres tengan derecho a voto ni tampoco que todos los hombres puedan votar.
En su correspondencia con su “querido amigo Benito Mussolini”, en que trataba de convencerlo de que no se aliara con los nazis alemanes, Churchill dejó en claro que para él la Democracia es un sistema imposible de aplicar en su totalidad y que tiene en sí misma sus propios gérmenes de auto destrucción.
Oiga, ¿puede la democracia llegar a ser mala?