Concluyó -en la ciudad de Katowice, Polonia- la Cumbre de las Naciones Unidas para implementar en términos concretos los acuerdos de la Cumbre de París de 2015, para enfrentar el desastre inminente del cambio climático. Las discusiones se alargaron un día entero más de lo presupuestado.
Muchos ministros y diplomáticos seguían tratando de llegar a un consenso, incluso cuando ya los empleados municipales habían comenzado a desarmar el local de reuniones. Pero todo fue un fracaso. Los representantes de 197 países no lograron ponerse de acuerdo en implementar normas obligatorias que debieran aplicarse para lograr la meta de frenar las emisiones de gases con efecto invernadero.
La famosa cumbre se limitó a emitir un bonito Cuaderno de Reglas, en el que se omite mencionar acciones y compromisos sólidos de los gobiernos.
Las cifras oficiales de todos los gobiernos -junto a las de las estadísticas de las Naciones Unidas- señalan concretamente que los grandes polucionadores son los grandes consumidores. En Estados Unidos, cada ocho segundos nace una persona y en contrario, una persona muere cada 11 segundos. O sea, en cada hora nacen 450 personas y mueren 327.
En cada hora la población de Estados Unidos aumenta en 123 individuos adicionales que, estadísticamente, equivalen a más de dos millones de kilos de gas carbónico al año.
El caso de la polución con efecto invernadero en Estados Unidos es directamente proporcional con el nivel de consumo, la capacidad de compra de la gente, lo que incluye el consumo de agua y bebidas embotelladas, calefacción y aire acondicionado, agua potable sanitizada para los baños y los servicios higiénicos, iluminación pública y doméstica, entretenimientos electrónicos, computadoras, celulares, etcétera.
En Asia, la población aumenta en algo más de 40 millones de personas por año. En África subsahariana o África Negra, el aumento es de 20 millones de personas al año. En América Latina, especialmente la parte tropical, el aumento anual es de 10 millones de personas.
¿Se fija usted? Estamos hablando de un aumento anual de 70 millones de personas que se suman al deseo y al empeño de aumentar su capacidad de compra, de consumo y eso implica aumentar su efecto en destrucción ecológica del planeta.
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