Contra el sociologicismo imperante en los años 90′ (Tironi, Ottone), cabe preguntarse si la socialdemocracia chilena capituló precozmente ante los “lenguajes gestionales” de un mercado eventualmente post-político, profiláctico y aséptico, instalado por la vía del monetarismo. Aludimos a Friedmann y sus halcones. En efecto, es necesario subrayar que la politización neoliberal fue capaz de colonizar Estado y Mercado, consumando una “razón experta” heredada y agravada gramaticalmente bajo el chile (post) transicional. A diferencia del “simplismo verbal” -profesional y politológico- que abunda en nuestro valle bajo la distinción entre lo social y lo político, es fundamental reconocer que el consumo como experiencia cultural, dispositivo crediticio y masificación del acceso, resultó una vía de politización que impulsó sendos procesos de subjetivación propios de una modernización de la gestión (new review management).
Ello implica advertir la hegemonía de un “vocabulario tecnopols”, las leyes de una neutralidad, y la ideología de una “ciencia inescrutable, dura y objetiva. Un campo cuya episteme estaría vedada para las izquierdas pero que sin embargo debían abrazar sin pedido de disculpas. Y así, la izquierda comenzó a obviar sus ruidosas ideologías, y a expulsar glotonas procesiones. Tal fue el ideológema imperante que abrazó Chile 21 -entre otras tantas instituciones. Y es que asumido tal axioma resulta imposible persistir en un discurso de la disidencia popular. Por fin la ideología técno-productiva del “milagro chileno” (Buchi & Foxley) edificó un diseño capaz de unificar múltiples discursividades en torno a una definición individualista de los derechos, fracturando las desgastadas narrativas de la social-democracia.
En este sentido, es conocida la “política neoconservadora” de separar la sociedad en esferas con distintos principios gestionales (lo tecno-económico, lo político, lo cultural-religioso) que permitió al relato modernizador conciliar el ultraliberalismo en economía, el populismo mediático y el conservadurismo en lo cultural. Y es que la Concertación nos arrastró a una “republica del centro-centro” que secuestró las “prácticas oposicionales”, desplazando la imaginación política y la movilización de pasiones democráticas. Todo cedió ante una “ética del accountability” que agudizó la precarización de la creatividad crítica. Ello fue el corolario de una derrota ideológica que ya se había activado merced a la bullada “renovación socialista” (Arrates, Altamirano). Luego vino el germen del “modelo consociativo” de democracia (años 90′) que asumió como valor político fundamental la cientificidad neoliberal de la economía de mercado que tuvo como pivote una “democracia elitaria”. De tal suerte, los imaginarios de la resistencia del mundo popular -¡ni que hablar de lo alternativo¡- fueron confinados a la políticas del testimonio y motejados como “saberes vagabundos”. Fue la consumación de una política neoliberal centro-centro que perpetró una ecuación donde la teoría democrática perdió la capacidad de movilizar las pasiones ciudadanas y se limitó solamente a garantizar las condiciones socio-productivas (institucionales-judicativas de la acumulación) para el funcionamiento de una nueva soberanía post-estatal. La soberanía del capital, propia de un régimen de “acumulación flexible”, es parte de una mutación cultural centrada en las distribuciones oligárquicas y sus configuraciones epistémicas que hoy vuelven promover un nuevo “progresismo liberal” que abre el espacio para un “neoliberalismo constituyente”.
Ahora bien, más allá del famoso ajuste estructural implementado por los ‘Chicago Boys’ (1976), lo anterior migró por la mano de una “oligarquía cortoplacista y modernizante” que activó una subjetividad suntuaria -¡pero no homogénea nos recuerda con vehemencia Hugo Herrera¡- que cediendo el espacio a otra épisteme activó sendos procesos de masificación que, años más tarde, fueron prensados por sociólogos conspicuos afiliados a las “maquinas pensantes” de la transición chilena (SUR, FLACSO). Por esos años Eugenio Tironi escribió un texto (1990) donde instaló un epitafio al neoliberalismo escoltando una gobernabilidad normalizadora -de corte gestional- vinculada a un ciudadano crediticio denunciado en el Chile Actual de Tomas Móulian (1997): ello precipitó unas cogniciones rebeldes que desde el 18/0 no pueden ser tildadas como anómicas, menos para defender la legitimidad de un orden viciado. Todo indica que esta vieja narración transicional, la de Tironi, no ha desaparecido de la geografía sociológica pues aún es reclamada desde la intimidad del “apartheid cognitivo” y ha sumado pasiones peregrinas en hijos y nietos de la profesión que por estos días han deslizado creatividad y “sueños de oportunismos” en aras de constitucionalizar un “neoliberalismo sin guerra fría”. No cabe duda, el totémico Moulian dejó un espacio vacío. Aquí se dan cita unos saberes en competencia, comercios cognitivos, tejidos de mutuo auto-reconocimiento, montajes discursivos de “tono liberal”. Hoy concurre la derecha social-cristiana, politólogos del SERVEL de inusitada vocación de poder, ordo liberales del IES (Herreristas y que dicen saber del arte de gobernar), intelectuales-emprendedores que se abrieron espacio en medio del 2011. Todos en una cruzada hegemónica que busca restituir un nuevo clivaje que devuelva el estado de cosas a una democracia elitaria (post-hacendal), pero en tiempos de post-hegemonía. A tal empresa se suma un comunicólogo e icónico en los usos íntimos del poder carnal y sus proyecciones que lee el poder desde El Padrino (Film Noir). Una sociología sexy -potencialmente cómplice- que se traduce en el consumo cultural de “El derrumbe del modelo”. Un cisma liberal; cóncavo y convexo. Tal dispositivo tiene como referencia la devaluación temporal de un Rectorado semiótico (la UPD y los peñaristas) en su afán pastoral de proteger internamente el imaginario de las élites transitológicas. Y así se han desatados las pasiones liberales en torno a la hiedra elitaria con el afán de forjar -so pena de mil malestares- un “neoliberalismo constitucional”. Por ello la nueva cumbre liberal en su vocación de poder articula redes sociales, mercados editoriales, medios de comunicación, liderazgos mediáticos, grupos de interés, distribución de paternidades intelectuales, investigación sociológica, que vendría a instaurar la nueva visualidad reflexiva en torno al post-Piñerismo: nuestro estadista siniestrado. Lejos de toda conspiración, la racionalidad política de esta “trenza” pasa por cincelar una hermenéutica cuya potencia busca disputar espacios de reconocimiento dentro de la desigualdad cognitiva -y por qué no, gestionar un nicho de capitalismo académico. Si hay algo que han asimilado públicamente los “liberales compasivos” junto a los teóricos del derrumbe (sea gradual, etápico, etc) es que la Universidad ya no es el espacio que articula el “orden del discurso”. Más aún si consideramos la disrupción nómade de la potencia plebeya (18/0) que vino a desnaturalizar la “ética del accountability”. En buenas cuentas, el ThinkTank y la Pyme de los liberales funcionan desde una episteme gaseosa que, sin embargo, pretende promover imágenes de pluralismo mediático para competir por el diezmo elitario ofertando una audaz hermenéutica política. Y todo al precio de insumar contenidos a élites sin capacidad hegemónica en tiempos pandémicos. Esta narrativa especular se ha cristalizado en sujetos políticos que, polemizando sobre una genealogía de las elites y sus despistes actuales, construyen una textualidad para liberales y conversos desde una supuesta “distancia crítica” (un afuera) con corporaciones y grupos de interés, so pena que estos últimos buscan ser impugnados en la misma cumbre liberal.
Por fin hemos visto con rubor como Javiera Parada, va en la “parada” junto a otros elencos financiados por grupos empresariales, guionistas y reyezuelos de la comunicación visual que han arremetido para pacificar los antagonismos mediante una espantosa performance del orden.
Mauro Salazar J.
Académico y ensayista. Analista político.
Investigador en temas de subjetividad y mercado laboral (FIEL/ACHS)
mauroivansalazar@gmail.com