Casi como una imprecación bíblica suena el título de este montaje de la cia. Bonobo (Amansadura, Donde viven los bárbaros), si se entiende como orden-obligación de “amar al prójimo como a ti mismo”.
Porque la exigencia ética y afectiva se confrontaría de manera inevitable con una sociedad como la actual, que ha entronizado la falta de respeto hacia el otro, el maltrato físico y psicológico y la intolerancia, expresados en racismo, homofobia y un largo etcétera.
Son las conductas que Pablo Manzi sintetiza en una especie de enemigo interno, que parece advertir como acompañante habitual del ser humano y de los personajes de sus obras.
En esta propuesta, el destacado y joven dramaturgo, codirector junto a Andreína Olivarí, los rastrea entre cinco médicos que definen lo que expondrán en una convención sobre ayuda humanitaria.
Un debate que será condicionado por la presencia de los amenitas, simbólicos inmigrantes extraterrestres que provocan una reacción recelosa, desconfiada y temerosa de chilenos y chilenas.
Así, en un contexto social y real de extrema comercialización de la actividad médica, la obra hurgará si el paciente es discriminado de alguna forma por doctores que hicieron el juramento de Hipócrates (siglo V a.c), que afirma que “pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza”.
Manipulaciones múltiples
En el texto del tercer montaje de Pablo Manzi crece el rasgo eufónico y su habilidad para perfilar la fisonomía de personajes y situaciones, a través de diálogos cotidianos, a veces, absurdos, ágiles y con una carga de ironía sutil.
Sin embargo, el sentido de su propuesta es más críptico y sus conexiones internas más difíciles de desentrañar, debido al carácter expositivo de una dramaturgia con clímax y desenlaces imprevistos y bruscos.
La manipulación del europeo al indígena americano en la potente escena inicial, que esconde una violencia latente -heredada a quienes ejercen poder en la sociedad actual- se hace cada vez más agresiva y reiterada cuando el relato vuelve al presente.
Una violencia que no llega a alterar el pulcro ambiente escenográfico (diseño integral de Felipe Olivares y Juan Andrés Rivera), un cuadrilátero formado por sillas y mesas, en cuyo brillante piso rojo y azul se mueven los médicos con sus credenciales colgando en el pecho, testimonios de orden y seguridad.
A su vez, en el sólido gesto actoral del elenco (Gabriel Urzúa, Gabriel Cañas, Franco Toledo, Carlos Donoso y Paulina Giglio) asoma una dureza expresiva, asociada a cierta solemnidad algo absurda.
Finalmente, los discursos que flotan entre ellos, con la palabra académica como bandera y el cuerpo enhiesto, hablan del predominio de la inteligencia por sobre la emocionalidad… hasta que alguno se quiebra.
En medio de todo esto merodean burlas, abusos y violencia en constante incremento hacia un colega, como si sobre él cayera un anatema.
Centro Cultural Gabriela Mistral (Gam). Alameda 227. Miércoles a sábado, 21:00 horas. Entrada general $6.000; estudiantes y tercera edad $3.000. Hasta el 28 de abril.