Se conmemora un aniversario más de la Batalla de Maipú, que en 1818, decidió de manera definitiva el destino de Chile como nación independiente, haciendo posible la edificación de su propio Estado soberano y el fin de la dominación monárquica.
Es lamentable que la celebración de este suceso crucial para la Independencia Nacional, coincida con el impacto producido por los juicios que afectan a ex Altos Mandos del Ejército por la investigación de graves violaciones a la ley en el uso irregular de fondos públicos bajo su responsabilidad y por la transgresión del honor militar al incurrir en tales conductas.
Sin embargo, después de dos siglos, quienes analizan ese periodo histórico coinciden en que la batalla de Maipú, como hecho de armas, marcó en grado determinante el curso posterior de la brega por la Independencia latinoamericana.
San Martín y O’Higgins en la conducción estratégica y los mandos patriotas de las formaciones de combate y sus hombres, tuvieron una prueba de fuego de la que salieron victoriosos. De tomar otro curso esta batalla la consecución de la Independencia Nacional se hubiera retardado, las tropas realistas habrían retomado el control del territorio, reforzado sus fuerzas y ello impactado en todo el Cono Sur latinoamericano.
En ese pedazo de tierra los contendientes tuvieron que jugarse el todo por el todo y el desenlace final así lo indica, mucho más de mil caídos en cada Ejército y una lucha, a lo largo de ese día 5 de abril, en que cada soldado tuvo que dar la totalidad de sus energías físicas y mentales para alcanzar el objetivo común. Allí se manifestó como nunca el honor militar, en una entrega total por la patria, sin privilegios ni mezquindades.
Ese es el honor militar, que se degrada en términos absolutos con la violación de los Derechos Humanos, el abuso de la fuerza y la crueldad de los dictadores, su contenido ético constituye la base de la legitimidad que puede, en la sociedad global, entregar a una institución castrense la fortaleza moral para preservar la seguridad y la soberanía del país, en circunstancias que los Estados nacionales se ven debilitados por la potencia adquirida, en la mayor parte del planeta, por los poderes fácticos económicos.
Hoy, hay Estados nacionales que se atomizan y se disuelven, otros se fracturan o corren riesgos de escisión, algunos reciben el calificativo de “Estado fallido”, por doquier, la dinámica disgregante de la concentración de capitales tiende a diluir las identidades de las naciones y anular el rol de los Estados. En estas tensiones se alimenta el nacional-populismo autoritario como rostro remozado de la ultraderecha.
Ante ello, hay que ser categóricos, no se trata de reemplazar la gobernabilidad democrática por un corporativismo castrense autoritario; sólo la preservación en democracia de la identidad histórica y cultural de cada país y su renovación de acuerdo a las nuevos retos de la civilización humana podrán garantizar la perspectivas de un futuro compartido, en el mismo suelo.
Por ello, cultivar el honor militar, es decir, el legado histórico y la férrea vocación de los patriotas que fundaron el Estado nacional es parte esencial de las luchas del presente por el futuro de Chile. Sin ese honor, únicamente habrá deshonra y vergüenza.
Camilo Escalona Medina
Expresidente del Senado
Vicepresidente Partido Socialista de Chile