En el sistema institucional de Chile, el régimen presidencial es tan fuerte e incontestable que los liderazgos que llegan a esta condición se han acostumbrado a otorgarse ciertas licencias o “gustitos”, como suele decirse, que opacan y erosionan la propia condición de aquello que se ha dado en llamar la “majestad presidencial”.
El actual Presidente no iba a restarse de este controvertido hábito. De hecho sus salidas de libreto han motivado las llamadas “piñericosas”, realizando “metidas de pata” que han nutrido con generosidad las burlas de sus más ácidos e intransigentes opositores, los que ponen en duda los fines altruistas y de servicio público que el mandatario siempre está recordando como la auténtica fuente de energía que lo mueve, lejos de los propósitos de figuración personal y codicia que le achacan.
La decisión de nombrar a su hermano Pablo como embajador de Chile en Argentina hizo reaparecer la desconfianza ciudadana que tanto molesta al mandatario. Y con razón, un hermano en tal investidura está distante del carácter de Estado como principio rector en una tarea crucial en las relaciones exteriores por razones diplomáticas, de seguridad y de índole económica, así como del ámbito político y cultural.
Se trata de una tarea de Estado que en determinadas circunstancias puede ser mucho más gravitante que la del propio Canciller. Más de 4 mil kilómetros de frontera nos unen o separan, según sea el curso de las relaciones entre ambos países. Por eso, en este caso no es un vínculo informal o meramente protocolar; es un representante autorizado del Estado de Chile. Este hecho de modo inevitable se instalaría como foco del debate público, llegando a ser catalogado como una “estupidez” por un conocido analista de prensa. Nadie cercano logró advertir al Presidente. Queda claro que no hay ministros capaces de ser oídos por el gobernante. Simplemente, dictó su voluntad.
Estas tareas son atribuciones o funciones decisivas. En toda burocracia, con un gesto o un silencio se puede determinar el curso de una gestión, una confirmación o un rechazo, en actos estatales de fiscalización, regulatorios o presupuestarios que orientan voluminosas inversiones. De ello dependen la suerte de regiones o sectores productivos que requieren precisamente por ello, que el ejercicio de la autoridad sea impersonal. Por el contrario, el vínculo familiar desnaturaliza ese carácter y se convierte en nepotismo.
Algunos se enojan con quienes cumplieron su responsabilidad de servicio público al poner de manifiesto el yerro cometido por el Presidente. Como hinchas iracundos del fútbol se equivocan al insultar al árbitro cuando cobra un penal por una mano innecesaria de un defensa que se pasó de vivo, y cae en el error de pensar que las reglas son para los demás y no para él.
Por el contrario, en un Estado democrático las normas, reglas y los criterios de buen gobierno están para cumplirse. La República es una normativa expresa y también la intangibilidad de hábitos que configuran finalmente el respeto al país, a su cultura y patrimonio histórico, que incluyen en forma decisiva el no pasarse de listo, no abusar del poder, no ir más allá de lo que el ejercicio de la gobernabilidad democrática aconseja.
Camilo Escalona Medina
Ex Presidente del Senado
Vicepresidente Partido Socialista de Chile