Hoy en día el tema de la infancia se ha instalado en la agenda pública, existe consenso de su importancia, sin embargo, seguimos viendo a diario diversas situaciones donde se sacrifica su bienestar, a veces, en nombre del desarrollo económico, su futuro o simplemente por meros prejuicios.
Históricamente, las niñas y los niños han sido víctimas de diferentes tipos de agravios. Recordemos que, según el diccionario de la Real Academia Española se considera víctima a una persona destinada al sacrificio; su origen etimológico proviene del latin victus, que significa vencido o derrotado.
Quiero llamar la atención sobre tres formas de sacrificio que padece actualmente la infancia en nuestro país:
Crisis ambiental en Quintero: En los últimos meses se desató una verdadera crisis en esta zona costera, debido a los altos índices de contaminación ambiental. Esto se sabe hace años, por ello resulta sorprendente que al lado de las diecisiete empresas del cordón industrial -que generan la contaminación- esté ubicada una escuela pública.
Las autoridades políticas y las empresas se culpan mutuamente, mientras seguimos viendo en las noticias intoxicaciones, que generan daño neurológico irreversible en las niñas y los niños más pobres.
Preuniversitario preescolar: Unos meses atrás, varios medios de comunicación notificaron que existe un servicio llamado eufemísticamente coaching para el examen de admisión ¡en el nivel de prekinder! Esto ocurre en familias de altos ingresos que quieren matricular a sus vástagos en determinados colegios selectivos, de este modo, intentan acceder a ciertas redes de poder.
Para lograrlo, someten a sus hijas e hijos de no más de tres años de edad a un intensivo proceso de entrenamiento cognitivo, con clases particulares, a veces a diario, lo que sin duda genera un estrés inusual en esa etapa vital. Evidentemente, lo anterior implica que las niñas y los niños sacrifican sus horas de juego y descanso, tan necesarias para su desarrollo integral.
Racismo y discriminación: en las diversas investigaciones científicas que he realizado he podido constatar que las niñas y los niños migrantes en general, pero quienes tienen un origen afroamericano en particular, sufren del estigma, las burlas y la exclusión de parte de sus pares, por su condición migratoria.
Lamentablemente, Chile es un país racista que valora a las personas según su fenotipo, cuestiones que podrían parecer banales como el color de piel, de pelo o de ojos o el país de origen son determinantes en la experiencia migratoria infantil.
A veces, las niñas y los niños migrantes no acusan ni le cuentan a nadie sobre el hostigamiento que sufren, porque me han dicho que sienten que este es el sacrifio que ellas y ellos deben hacer como parte del proyecto migratorio familiar, al igual que sus madres y padres trabajan largas jornadas laborales y como familia viven en precarias condiciones, todo sea para buscar un futuro mejor. Se trata de un tema muy invisibilizado en la opinión pública.
Como vemos, las niñas y los niños de diferentes clases sociales, territorios y orígenes se sacrifican por causas mayores, lo que deja una sensación de cierta indolencia de parte del mundo adulto hacia las experiencias infantiles.
Si de verdad nos importa la niñez resulta ineludible que como sociedad detengamos cuanto antes estos sacrificios infantiles, garanticemos el ejercicio de todos sus derechos y su bienestar presente más inmediato.
Iskra Pavez Soto
Investigadora Centro de Estudios Políticos Culturales y Sociales de América Latina (EPOCAL) de la Universidad Bernardo O´Higgins