Cientos de muertes, dolorosas enfermedades, ningún reconocimiento: estos fueron los estragos provocados por la infame Prueba Trinity.
El 6 de agosto de 1945 se vivió uno de los hitos más infames de la Segunda Guerra Mundial, luego de que EE.UU. detonara una bomba nuclear sobre el pueblo de Hiroshima, en Japón. Semanas antes, no obstante, la prueba Trinity pondría en serio peligro a parte importante de la comunidad hacia el sur del país norteamericano.
Dicha explosión representó el principio del fin de la segunda guerra, pero además significó la muerte de entre 90 mil y 160 mil soldados y civiles -las cifras no son exactas-, lo que hasta el día de hoy se mantiene como un amargo recordatorio de lo desgarradores que pueden ser este tipo de enfrentamientos.
Con la guerra entre Rusia y Ucrania en pleno desarrollo, los recuerdos de las acciones de guerra en las que el fin suele utilizarse para justificar todos los medios, nos traen a la memoria eventos como el de Hiroshima, Nagasaki y las pruebas atómicas precedentes a estos hechos.
Ésta es la historia de la prueba Trinity y cómo cambió para siempre la vida de múltiples generaciones.
Prueba Trinity
Los descubrimientos científicos de fines de la década de 1930 y los avances en las políticas asociadas a estos permitieron la creación de las llamadas armas nucleares, explosivos de alto poder que utilizan la energía nuclear para funcionar y que tienen el potencial de generar efectos tremendamente destructivos en los seres vivos y los hábitats, principalmente, provocando graves heridas y sometiéndolos a altas dosis de radiación.
Precisamente, en este contexto nació el Proyecto Manhattan, iniciativa de investigación y desarrollo impulsada por EE.UU. (con el apoyo del Reino Unido y Canadá) y realizada durante la Segunda Guerra Mundial, la cual culminó con la producción de las primeras armas nucleares.
En este marco destacó Trinity, la primera prueba de un arma nuclear en la historia. Dicha prueba tuvo lugar la madrugada del lunes 16 de julio de 1945 y utilizó plutonio como material, igual que la bomba lanzada días después sobre Nagasaki.
El día de la prueba
La prueba se llevó a cabo en el Campo de Misiles de Arenas Blancas, ubicado en el desierto de la Jornada del Muerto en el estado de Nuevo México, al suroeste de los Estados Unidos.
Inicialmente el comandante general Leslie Groves, jefe militar del Proyecto Manhattan, pensó en otros ocho lugares para realizar la prueba, incluso un área de California, pero terminó optando por la Jornada del Muerto debido a que cumplía con una serie de especificaciones, entre ellas, que tuviera un terreno llano, un clima soleado y que estuviera “lo suficientemente lejos de las zonas pobladas”.
Algo que no se cumplió del todo.
A las 5:29 horas del lunes 16 de julio la bomba -llamada “Gadget”– fue llevada a lo alto de una torre y posteriormente detonada. De acuerdo a la descripción del Departamento de Energía de EE.UU., la explosión “liberó 18,6 kilotones de energía, pulverizando la torre al instante y convirtiendo el asfalto y la arena circundantes en vidrio verde”.
La explosión fue más grande y poderosa de lo que se había anticipado, generando una temperatura “10.000 veces superior a la de la superficie del Sol”, según detalló un informe sobre la planificación y ejecución de Trinity, publicado en 2010 por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), agencia de investigación de salud pública vinculada al Departamento de Salud estadounidense.
“La explosión nuclear generó un destello de luz más brillante que una docena de soles. La luz se vio en todo Nuevo México y partes de Arizona, Texas y México”, dijeron desde la CDC, agregando que la violencia de la bomba destrozó ventanas en ciudades a más de 150 km de distancia y que la nube de cenizas atravesó el país, siendo vista en zonas tan alejadas como Nueva Inglaterra, al noreste de la nación.
Historias de los sobrevivientes: Familia Peralta Silva
Esa mañana de lunes, y como todos los días, el estadounidense Demecio Peralta alimentaba las vacas en el corral de su rancho, ubicado en las afueras de la comunidad rural de Capitán, a poco más de 100 kilómetros de donde se desarrolló la prueba, y que en ese momento contaba con alrededor de 1.000 habitantes.
Metros más allá, al interior de su modesta casa, se encontraban sus nueve hijos y su señora Francesquita Silva, quien estaba embarazada de su décima retoña, Genoveva.
En plena madrugada, la pareja y los menores se vieron impactados por los efectos de la bomba, que sacudieron su casa y rompieron las ventanas, además de dejar cubierto con un polvo blanco todas sus dependencias y a sus animales.
Pese a la impresión y consecuencias inmediatas de la explosión, el verdadero calvario vendría años después con los efectos adversos del haber estado sometidos a grandes cantidades de radiación.
Así lo comentó Genoveva Peralta, quien nació meses después de la explosión. La mujer comentó su padre falleció de cáncer cuando ella tenía 16 años: “Tenía cáncer de estómago, cáncer de ojos y linfoma de Hodgkin”, recordó, según lo consignado por Yahoo! News.
Su madre, Francesquita, falleció posteriormente tras ser diagnosticada con cáncer de mama y sus hermanos desarrollaron varios tipos de la enfermedad. “Una de mis hermanas murió de cáncer de mama a los 33 años. (Años después) su hija desarrolló la misma enfermedad y murió“, lamentó la mujer, a quien también le diagnosticaron la enfermedad hace un tiempo pero logró rehabilitarse tras un tratamiento.
“De los 10 (hermanos), yo soy la única sobreviviente. Sólo quedé yo”, afirmó con tristeza Genoveva. “Todos menos uno murieron de cáncer”, agregó.
El gobierno ocultó las pruebas
Tras la explosión, nadie de los que fueron afectados por la bomba sabía realmente qué había sucedido. Sólo semanas después, cuando se detonó el arma nuclear sobre Hiroshima, las similitudes del caso los hicieron comprender que se trataba de un testeo nuclear.
Sin embargo, ante las consultas que comenzaron a surgir, el gobierno estadounidense hizo caso omiso y trató de “tapar” la información. Incluso, afirmaron que el ruido y nube de polvo fueron provocados por la explosión de una fábrica de municiones en una localidad remota.
“Debido al intenso secreto que rodeaba la prueba, la información correcta sobre lo que realmente sucedió no se hizo pública hasta que se lanzó la segunda bomba atómica sobre Japón tres semanas después (…) Era importante que los japoneses no fueran alertados” de los estudios, se señaló en el informe de los CDC.
A ello, agregaron que el jefe militar “Groves descartó cualquier idea de dar una advertencia previa” a los residentes del área, debido a que el peligro del desarrollo de la prueba Trinity parecía pequeño. Pero eso estuvo lejos de ser cierto.
“Nunca alertaron a la gente, y nunca hicieron nada para ayudar a la gente o explicar los riesgos”, indicó Tina Córdova, descendiente de personas que estuvieron expuestas a la bomba y cuyos familiares también se han enfermado y muerto de cáncer.
Historias de los sobrevivientes: Familia Córdova
“Soy la cuarta generación de mi familia que tiene cáncer desde la prueba Trinity”, afirmó Córdova, quien tuvo un tumor tiroideo maligno en 1997, cuando tenía 39 años.
Agregó que “Dos de mis bisabuelos, que vivían en Tularosa en el momento de la prueba -un pueblo a 75 kilómetros de distancia del lugar de la prueba-, murieron de cáncer de estómago. Ambos fueron diagnosticados en 1955. Esto fue en un momento en que nadie en nuestra comunidad había oído hablar del cáncer”, dijo.
Su padre, Anastacio Anthony Córdova, quien tenía 4 años en el momento de la detonación, sufrió cáncer de próstata y dos tipos de cáncer oral. En 2013 murió a causa de la enfermedad.
Pero además, su madre, dos tías, una prima y una hermana también enfrentaron al cáncer.
“Y mi familia no está tan afectada como otras (de la región), en las que todos los miembros han sido diagnosticados (con cáncer)”, explicó.
Una última esperanza
Los Peralta y los Córdova son sólo dos de las cientos de familias que han vivido durante décadas en el más completo abandono, tanto social como de salud, tras la dura prueba nuclear.
Y es que las víctimas de esta prueba ni siquiera fueron consideradas en Ley de Compensación por Exposición a la Radiación (RECA) de 1990, la cual establece el pago de una indemnización a quienes hayan desarrollado una enfermedad grave tras la exposición a la radiación durante pruebas o trabajos en la industria del uranio.
Desde su promulgación, el estado ha pagado más de 2 mil millones de dólares a más de 45 mil personas, pero nadie involucrado en la infame prueba del desierto.
Pese a ello, aún hay esperanza: ahora, tras años de gestiones de senadores y diputados estatales, fomentados incluso por Córdova y su proyecto en apoyo de la gente afectada por Trinity, se encuentran en trámite en el Congreso dos proyectos de ley que proponen una prórroga de RECA, y que incluiría a los residentes que sufrieron los embates de la primera prueba nuclear.
La respuesta a estas tramitaciones podría estar tan pronto como en julio de este año. “Si no podemos (incluir a estas personas) antes del vencimiento (de RECA), probablemente nunca lo haremos”, enfatizó Córdova, quien trabaja incansablemente para que todos los que sufrieron reciban la ayuda que les corresponde, sobre todo, tras gastar altas cifras de dinero en tratamientos de salud.
Algunos “Esperaron todos estos años por ayuda, y nunca la recibieron. Muchos murieron esperando (…) La gente ya no puede ignorarlo. Ahora que conocen la historia, si se quedan sin hacer algo al respecto, serán cómplices de esta injusticia”, concluyó.