En diciembre de 2015, el asesinato de la pequeña Beatriz Mota de 7 años en dependencias de un reconocido colegio ubicado en el municipio brasileño de Petronila (estado de Pernambuco), remeció por completo al país carioca.
La pequeña fue objeto de uno de los crímenes más horrorosos de los cuales la nación haya tenido conocimiento, luego que su agresor le confiriera múltiples puñaladas sin motivo aparente, las cuales le provocaron la muerte en medio de una celebración escolar.
La historia de esa noche, que sus padres repitieron incansablemente en búsqueda de la verdad, y la falta de avances se convirtieron en noticia a nivel nacional y fueron durante tiempo una bandera de lucha de los casos policiales sin resolver.
A seis años de la muerte de la menor, se halló al culpable. Ésta es la historia de Beatriz Mota y su infame deceso.
Una celebración truncada
La noche del jueves 10 de diciembre de 2015 estaba destinada a ser una jornada inolvidable para la familia Mota. Ese día, el matrimonio compuesto por la diputada Lucinha Mota y el profesor Sandro Romilton celebraba a su hija mayor, Samira, quien acababa de terminar el tercer año de la secundaria en la escuela Nuestra Señora Auxiliadora de Petrolina.
En el festejo los acompañaban los dos hijos menores de la pareja, Leandro y Beatriz Angélica Mota, de tan sólo 7 años.
La familia llegó pasadas las 20 horas al recinto educacional, donde Sandro trabajaba como docente de inglés, y mientras esperaban el inicio de la ceremonia se acomodaron en las graderías de un salón.
A las 22:09 horas la menor del clan, Beatriz, le dijo a su mamá que tenía mucha sed y que bajaría al sector de los bebedores de agua. La mujer le dio permiso y, segundos después, la pequeña se perdió entre la multitud.
Mientras, el evento al que asintieron más de 2 mil personas estaba en pleno desarrollo e incluso contaba con la participación de Romilton, quien formaba parte del equipo que entregaba los diplomas a los titulados.
Sin embargo, pasaban los minutos y Lucinha comenzó a inquietarse. Su hija no regresaba.
Buscando a Beatriz
A las 22:25 horas, dieciséis minutos después de que su hija se fuera de su lado y tras haberla buscado insistentemente entre la multitud, Lucinha le avisa a su marido que no la encuentra.
En el lugar, una de las escuelas más prestigiosas de la zona, sólo hay uno de los ingresos habilitados, el cual está resguardado por guardias de seguridad. Las familias se sienten tranquilas, pero no se imaginan el horror que vivirán en breve.
A las 22:43 horas, Sandro vuelve al escenario e interrumpe a la banda musical que está tocando. Toma el micrófono para llamar a la menor: “Beatriz, ay hija mía, ¿Dónde estás? Oye Bea, todos te buscan mi amor… Ella está vestida como yo, con la cara de su hermana”, explicó a la gente, haciendo alusión a la polera que vestían los cinco integrantes de su familia con la cara de Samira, en honor a la mayor del clan.
Acto seguido, los padres señalan que Beatriz es de contextura delgada, con una melena castaña y que lleva puesto también un short de jeans. Aún piensan que la pequeña está perdida dentro del gran establecimiento, pero ella sigue sin aparecer.
Sandro vuelve a tomar el micrófono. Con gran angustia. “He mirado por todos lados que se me ocurren en el colegio… y todavía no he encontrado a mi hija. Estoy desesperado”.
Los padres y alumnos presentes ese día en la ceremonia se suman a la búsqueda, con la esperanza de encontrar a Beatriz sana y salva. Pero nada de eso se cumpliría.
El macabro hallazgo
Minutos más tarde, a las 22:50 horas, un guardia de seguridad encontró a la niña en un espacio pequeño, un depósito donde se mantenían los elementos de un gimnasio fuera de servicio.
Su cadáver, aún tibio, estaba ennegrecido por el hollín que había dejado en el lugar un incendio intencional provocado por alumnos semanas antes, lo que agregó un toque más sombrío aún al desgarrador hecho.
Lo más terrible, no obstante, vendría después cuando retiraron el cuerpo de la zona: la menor tenía una serie de puñaladas en su cuerpo y aún mantenía en su pecho el arma homicida, un cuchillo afilado y grande.
Forenses confirmarían posteriormente, de forma preliminar, que el cuerpo de la menor tenía 42 heridas cortopunzantes en sus brazos, sus piernas y su abdomen.
Los gritos de la familia cortaron de raíz el aire festivo que se vivía en la escuela. Nadie podía imaginar cómo en ese lugar, en medio de una celebración, podía haber ocurrido semejante ataque.
No habían explicaciones, tampoco culpables… sólo el dolor de una familia que había perdido a su integrante más pequeña de una forma desoladora.
Las primeras pruebas
Para los detectives no fue tarea fácil dar con un móvil y un culpable que explicaran a ciencia cierta la muerte de Beatriz.
Sumado a ello, los primeros hallazgos fueron confusos. Se perdió material valioso de las cámaras del colegio y, además, no habían hipótesis creíbles sobre por qué no se encontraron indicios de que la menor haya sido llevada al lugar donde fue encontrada, ni tampoco por quién.
Finalmente, los investigadores lograron dar con muestras de pelo, sangre y huellas dactilares, aunque aún no encontraban un sospechoso.
Se pensó que el culpable debía conocer muy bien todos los rincones del recinto, porque tras las entrevistas a los asistentes nadie pudo decir nada en concreto. La única prueba digna de seguir fue la de aquellos que mencionaron haber visto a un hombre con un polerón verde, quien estuvo sentado cerca de la fuente de agua.
Otros testigos lograron situar a esta misma persona en los alrededores de los baños, luego a la salida del gimnasio, pero nadie podía decir con seguridad algún rastro adicional que lo distinguiera, de acuerdo a lo informado por el medio argentino Infobae.
La policía cuenta con imágenes de este hombre de verde, que deambula por los alrededores del colegio, pero no logra seguir con su búsqueda. El caso queda en cero.
Años sin respuesta
Mientras, la familia de Beatriz no descansa en su búsqueda implacable por dar con el paradero de su asesino. Ante la falta de avances en el caso, en octubre de 2019 los padres iniciaron una investigación paralela.
Entre otras cosas, tenían algunas pistas concretas del caso: el ADN y huella dactilar obtenidas del arma homicida, aunque sin un sospechoso seguro; certeza de que no hubo ningún abuso sexual; conocimiento de que, días antes del hecho, desapareció un llavero de la escuela que daba acceso a todas sus entradas y salidas; conocimiento del hombre de verde.
En diciembre de 2021, al cumplirse el sexto aniversario de la muerte de la pequeña, sus padres caminaron durante 23 días con el fin de recorrer los 700 kilómetros que separan Petronila de Recife (capital del estado de Pernambuco). Lo hicieron para protestar por la falta de respuestas del crimen de su hija.
Tras el revuelo nacional de la noticia, los organismos locales anunciaron la destitución del perito penal que actuaba en el caso, Diego Costa. Se reactivó la causa.
A inicios de 2022, vendría un vuelco total en el caso: la policía científica del Instituto de Genética Forense Eduardo Campos de Recife, quienes durante tiempo cotejaron el ADN encontrado en la escena del asesinato con criminales detenidos, hallaron una coincidencia total tras haber investigado 125 muestras.
El culpable de la muerte de Beatriz Mota
Se trataba de Marcelo da Silva, un hombre de 40 años con un amplio historial policial, quien en 2011 fue acusado de violación contra una menor de 12 años y que en 2016 fue arrestado por el robo de un supermercado.
El pasado 10 de enero, tras conocer las acusaciones en su contra, da Silva confesó haber asesinado a la menor y afirmó estar arrepentido por la situación. Incluso, pidió hablar con la familia para pedirles perdón.
De acuerdo a su testimonio, el agresor dijo que ingresó esa noche a la escuela pensando que era una iglesia, con el interés de robar una moto, ya que no tenía dinero para volver a su casa.
Al entrar vio por primera vez a Beatriz al lado del bebedero, pero al observarlo y ver que sostenía un cuchillo, la menor comenzó a gritar producto del miedo, según informó el medio Prensa Libre.
Afirmó que rápidamente la agarró e hizo que entrara en un pequeño cuarto, donde posteriormente fue hallada, pero como la pequeña continuaba gritando el hombre decidió atacarla con crudeza y rapidez para silenciarla.
Tras ello, dijo que se dirigió al baño para lavarse las manos y confesó que salió del lugar sin ningún problema. Posteriormente, se bañó en un río cercano para despojarse de toda evidencia.
Incredulidad de la familia Mota
Pese a los resultados, la familia de Beatriz se mantiene incrédula ante la información de que da Silva es el culpable de la muerte de la menor.
En conversación con medios locales, su madre Lucinha expresó que sospecha del resultado y presume que la rápida resolución podría ser una forma de “callarlos” y resolver luego el caso, ante la presión de los medios que reflotaron el crimen estos últimos meses.
Ejemplo de ello, es que los organismos involucrados en la causa no hayan contactado oportunamente a sus cercanos. “Es inhumano, por parte de la policía, no habernos comunicado lo que pasaba, no les costaba nada. ¿Ninguno pudo levantar un teléfono y llamarnos?”, señaló la madre congresista.
A ello, agregó que “El ADN y la confesión no son suficientes… Existen otros elementos que precisan ser esclarecidos y confirmados. ¿La motivación del crimen? ¿Cómo entró? No me venga a decir la policía que él estaba en el medio de la calle y entró al colegio… No me vengan con eso, ese argumento no va conmigo. Nadie entra a un colegio sin ser conducido por alguien”.
“¿Dicen que un desconocido loco entró, mató y salió de la escuela? Estoy pidiéndole a Dios para que efectivamente sea él, para poder tener paz, para que Beatriz tenga un proceso justo y que el asesino pague por esa barbarie que cometió”, añadió.
Pese a todo, se espera que dentro de las próximas semanas las autoridades brasileñas den más información sobre el juicio que enfrentará Marcelo da Silva, quien hasta ahora es sindicado como el homicida de la pequeña Beatriz, cuya vida se vio truncada en un día que prometía ser uno de los más especiales en la historia de su familia.