“Y bueno, como siempre, quilombo”, gritaba impaciente Emiliano “Dibu” Martínez, portero de la selección argentina de fútbol. El plantel llevaba varios minutos esperando que concluyeran los chequeos fronterizos y sanitarios respectivos para ingresar al país y medirse con el elenco chileno por las clasificatorias al Mundial de Catar 2022.
En eso, subió dos historias a su Instagram. En la primera se quejaba de este “quilombo” en el aeropuerto de Calama. O sea, un lío, un desorden, como define la RAE. Acompañaba el relato con un emoji que representa asco, con otro de la bandera chilena.
Esto encendió una polémica que ameritó incluso una respuesta del ministro del Interior Rodrigo Delgado: “Leí que algún jugador hablaba de quilombo. El verdadero quilombo lo tenía la delegación argentina en sus papeles”.
Pero el segundo video que subió el “Dibu” tenía un inesperado protagonista: un perro paseaba a lo largo de una hilera de equipajes dispuestos para ser revisados. Los olfateaba una y otra vez. Iba y venía.
Martínez lo grababa, y en tono burlesco vociferaba: “¡Encontró un Sugus!” (golosina masticable).
Resulta que el can que recibía los comentarios irónicos del arquero del Aston Villa es un labrador retriever macho de dos años llamado Branco.
Según los datos que aportó el Servicio Agrícola Ganadero (SAG), Branco pertenece a la Brigada Canina de la institución. ¿Su labor?: “Inspeccionar medios de transportes en frontera, como autos, buses, camiones, naves y aeronaves, así como a pasajeros y sus equipajes”.
Tal como Branco, en el SAG hay otros 60 “canes detectores”. Estos son entrenados desde los dos meses de vida para inspeccionar en los controles fronterizos del país.
Lo que buscaba Branco en el equipaje de los dirigidos por Lionel Scaloni es el olor de productos de origen animal y vegetal con ingreso regulado a Chile. Por ejemplo, fruta, salame, miel o “productos cárneos”. Es importante también mencionar que Branco no está entrenado para buscar droga, labor que sí realizan perros policiales.
En cualquier caso, este can no es calameño. Cruzó su camino con la delegación trasandina ya que fue enviado a la ciudad nortina como refuerzo. Donde sí se puede encontrar a este blondo y peludo amigo es en sus labores habituales en el control fronterizo del Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez, en Santiago.
Branco vive en un canil diseñado “para su descanso seguro” en instalaciones del SAG. Es muy juguetón y enérgico, aseguraron. Su rutina diaria tiene tiene “actividades de entrenamiento, distracción, trabajo, mantención y, por supuesto, su merecido descanso”. Le gusta el alimento para perros que le da el servicio, adecuado para canes de trabajo.
Una vez que cumpla los seis años de edad, Branco jubilará. O, como diría Martínez, dejará de “hacer quilombo”.