La Ley Ricarte Soto es un sistema de protección financiera para diagnósticos y tratamientos de enfermedades de alto costo, que otorga una cobertura universal y que abarca 27 patologías, entre ellas la diabetes tipo 1 inestable severa.
Sanatorio Alemán, en Concepción, región del Bío Bío, es el primer centro privado del sur de Chile en ser acreditado como prestador de esta legislación para la diabetes tipo 1.
Esto significa que los pacientes que padecen esta enfermedad, y que son atendidos en la clínica, pueden postular a un dispositivo que les permite mantener en niveles óptimos la insulina en la sangre.
Para esto, los postulantes son evaluados por un equipo multidisciplinario de especialistas, quienes establecen si cumplen los criterios de inclusión para ser beneficiados.
Andrea Salazar, diabetóloga adulta de Sanatorio Alemán, explica que “estar acreditados significa que podemos prescribir una bomba al paciente, que es evaluado por un equipo multidisciplinario y, si cumple los requisitos, es postulado a la comisión Ricarte Soto. Ellos revisan y evalúan los antecedentes, y establecen si efectivamente el paciente puede recibir este tratamiento”.
Sobre la enfermedad, describe que “la diabetes tipo 1 generalmente comienza en la niñez o en la adultez temprana y se produce por un déficit de insulina. El cuerpo genera anticuerpos que destruyen la célula beta pancreática, el órgano que produce la insulina que es la hormona que regula el azúcar en la sangre. Estas personas son absolutamente dependientes de insulina, entonces este aparato se convierte en una alternativa para ellos”.
En ese sentido, recalca que la bomba da un poco de independencia a los pacientes, ya que los libera de algunas decisiones respecto a la cantidad de insulina a inyectarse a la hora de comer, previene que el paciente haga una hipoglicemia por el sensor, y mantiene un excelente control metabólico, lo que va a prevenir las complicaciones a largo plazo de la diabetes.
“Eso es lo que hace esta terapia y eso es lo que estábamos privando a los pacientes todo este tiempo”, dijo la especialista.
Por su parte, el doctor Julio Soto, endocrinólogo infantil, apunta que esta tecnología es un gran avance para la medicina privada, en especial porque “la ley beneficia a los niños que usan pequeñas dosis de insulina.”
“En el caso de ellos, uno de los criterios de inclusión es el uso de micro dosis, que significa que los niños tengan que usar menos de 7 unidades de insulina al día, ideal es que tengan bomba de insulina, porque requieren dosis tan pequeñas que muchas veces no es posible administrarlas a través de un lápiz. El otro criterio de acuerdo a la ley es la presencia de hipoglicemia frecuente o severa o inadvertida”, relata.
Respecto a los beneficios, acota que “si la tecnología es bien usada y, si los papás se entrenan bien, pueden obtener un mejor control de la enfermedad, disminuyendo los riesgos de complicaciones a futuro y también en el presente, porque eso les permite disminuir los riesgos de hipoglicemia y llevar un mejor control día a día de los niveles de glicemia.”
“Pero también es importante mencionar que aún no tenemos este beneficio generalizado para todos los pacientes como a uno le gustaría, los criterios son bastante estrictos para postular”, añade.
Javiera Chandía, enfermera del equipo de Diabetes, es la encargada de postular a los pacientes, así como de la instalación y educación en el correcto uso de esta tecnología.
“Si el paciente es beneficiado, se hace toda la vinculación, el proceso de capacitación, que sepan cómo es la bomba, cómo es el cambio de cánula y el sensor, porque administrar la dosis de insulina es una responsabilidad grande”, indica.
“Los pacientes reciben un tratamiento multidisciplinario con los profesionales del equipo de la clínica. Otra ventaja es que, tanto la enfermera como la nutricionista, vemos todo el ciclo vital. Por lo tanto, los pacientes que pasan de niños a adultos no perciben cambio un gran cambio, hay mucha mejor adherencia al tratamiento”, agrega.
Una mejor calidad de vida
Dania del Río tiene 24 años, es ingeniero comercial, y a los 11 años fue diagnosticada con diabetes tipo 1, edad en que comenzó a administrarse insulina de manera externa con inyección.
Después de una larga espera, fue la primera paciente de Sanatorio Alemán beneficiada con la bomba de insulina, la que recibió en febrero de este año.
“El año pasado llegué al Sanatorio, fue maravilloso conocer a la doctora Andrea Salazar y al equipo médico en general. Ellos se pusieron la camiseta y siempre confiaron en mí. Trabajamos en mi tratamiento para disminuir los niveles de hemoglobina y que así pudiera postular a la bomba. Fueron meses con la nutricionista, la enfermera y la doctora constantemente con exámenes. En noviembre me postularon, al mes tuvimos la respuesta y en febrero de este año me la instalaron. Fue una emoción, me puse a llorar en la consulta”, cuenta Dania.
“El equipo médico que tiene Sanatorio Alemán es de primera. Profesionales que conectan con sus pacientes y se camisetean por ellos. Se la juegan y eso es amor. Amor por sus profesiones y amor por sus pacientes. Y en esto quiero mencionar específicamente a mi doctora Andrea Salazar, a mi enfermera Javiera Chandía y a mi nutricionista Natalia Ponce, que me abrieron las puertas con la esperanza de conseguir la bomba y se comprometieron por mejorar mi calidad de vida. Estoy infinitamente agradecida, ellas lo saben. Son las mejores”, destaca la paciente.
“Mi sueño hoy es que todos los diabéticos tipo 1 de Chile y del mundo tengan su bomba de insulina. Es el tratamiento más avanzado que hoy existe para llevar la enfermedad de la mejor manera. Ningún diabético debería quedar fuera de poder acceder a esta tecnología, que cambia nuestra calidad de vida. Todas y todos la merecemos y la necesitamos”, asegura.
“Con el uso de la bomba, volvimos a ser los que éramos antes”
Vicente Yévenes tiene 4 años y vive en Concepción. A los 3 años fue diagnosticado con la enfermedad. También fue beneficiado con la Ley Ricarte Soto y hoy utiliza la bomba para el tratamiento de la diabetes.
Yosselyn Ilabaca, mamá de Vicente, cuenta que a los 3 años y medio se le detectó la diabetes: “Soy nutricionista y conocía un poco de los síntomas de la enfermedad que nos alertaron. Llegamos a la clínica y los exámenes arrojaron 226 de glicemia en ayuna y ahí lo hospitalizaron, jamás pensamos que esto pasaría”.
“Para nosotros fue súper fuerte, pero después nos levantamos porque había que darle apoyo a Vicente. Fue así como empezamos con los típicos pinchazos durante 3 meses. El doctor Julio Soto y Javiera fueron un gran apoyo para nosotros.
Comenzamos a aprender del tratamiento de a poco, hasta que decidimos optar por la bomba que cambia totalmente la vida. Nos explicaron que con la bomba era sólo un pinchazo cada 3 días, que es cuando se pone la cánula, en cambio con el lápiz eran 3 pinchazos diarios en promedio”.
“Postulamos 6 meses después del debut de la enfermedad, en septiembre de 2021. Ahora en marzo nos avisaron, fue un cambio de vida. Tuvimos un proceso de educación porque tienes que aprender a usar el dispositivo, es harta inducción. Con la bomba, Vicente está mucho mejor, más compensado y le da más libertad para su alimentación. Va al colegio, hace actividades, juega fútbol, todo lo puede hacer con el dispositivo. Con el uso de la bomba, volvimos a ser los que éramos antes”, destaca Yosselyn.
El equipo de Diabetes de Sanatorio Alemán está compuesto por la doctora Andrea Salazar, diabetóloga adulta; el doctor Julio Soto, endocrinólogo infantil; Javiera Chandía y Natalia Ponce, nutricionistas.