En los viejos tiempos de este autor, el siglo pasado, se usaba un lenguaje claro. Tanto que lo prohibieron, pero parece tiempo de recordarlo. Un concepto importante era “superexplotación” y hasta un alumno de secundaria sabía que no significaba sólo una explotación grande, sino algo preciso: el comportamiento de una élite que, no contenta con apropiar el excedente del producto social, como legítimamente hace cualquier élite que se respete, le mete mano además a los salarios.