La obra Catarsis Inmersiva culminará en Espacio Flor de Agua (Puerto Montt) cinco meses de gira por Chile y España.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

El agotamiento físico de los intérpretes en los 45 minutos de duración de Catarsis Inmersiva, como resultado de la exigente línea artística de la cía. Pseudónimo, es la arista que todo el elenco menciona cómo lo más difícil de superar en cada función.

Para ellos, este factor forma parte del proceso catártico que vivencian en escena, junto con el público, y que obliga a sus cuerpos a sacar fuerza de la envergadura colectiva que tiene este desafío artístico que dirigen Ninoska Soto y Gabriel Miranda.

“Es como estar en una ollita que hierve”, comenta la performer María José Moya sobre la catarsis que vive. O, como dice Joaquín Leal, que este proceso compromete lo “neuronal, muscular y óseo… todo el cuerpo, cuando aparecemos y desaparecemos en escena”.

En esta experiencia escénica, los protagonistas no son sólo los danzantes: como una manera grupal de responder a las inclemencias de la sociedad actual. La obra invita al público a renovar “el rito colectivo” para “afrontar lo trágico y afirmar la vida”.

“Nadie está solo sobre el escenario, nos acompaña todo el grupo humano presente en la función: con ellos y ellas se genera una complicidad que nos une y nos hace sentir a todos que somos partícipes de algo”, agrega el codirector y compositor Gabriel Miranda.

Durante la gira nacional e internacional de este año, Catarsis Inmersiva se ha presentado en Valdivia, Valparaíso, Coquimbo y diversas ciudades de España.

El 29 y 30 de noviembre concluirá su circulación en el Espacio de Arte Flor de Agua, en Puerto Montt: incluye dos funciones, espacios de diálogo y sendos encuentros de Apertura de Instalación, donde se muestra al público la compleja estructura técnico-tecnológica, lumínica y sonora de la obra.

Catarsis Inmersiva, foto de Diego Álvarez

Cuerpos y sentidos

Cuerpos danzantes en diálogo vertiginoso y simultáneo con la iluminación y el sonido; danza contemporánea radical al interior de un círculo de luces led y el público a su alrededor, todos envueltos por una red sonora.

Percusión y guitarra en vivo, rock pesado y agresivo, electroacústico y electrónico; y un espacio y tiempo dispuesto para el sudor, la protesta, la embriaguez, la esperanza y el trance colectivo.

Son líneas que sintetizan la reflexión y la acción que han estimulado a Catarsis Inmersiva desde que se esbozó su dramaturgia y los principales conceptos creativos en la investigación corporal y performática de Pseudónimo, en 2022.

¿Cómo sienten la obra en sus cuerpos los danzantes cuando despliegan sus capacidades? ¿Es posible describir su mundo interior cuando se produce el fenómeno de la catarsis personal y colectiva?

Para María José Moya, “el rito catártico se completa en un lugar y en un solo momento. Estar al desnudo en una danza tan expresiva es muy liberador, porque el cuerpo no se mira como una imagen preconcebida, sino como algo que está, que sucede y es”.

Un momento especial lo percibe en un tramo de la obra “cuando bailamos ocho minutos sin parar”, ya que luego de esa exigencia corporal “llegamos a un estado que sólo se logra en las funciones”.

“En la catarsis, agrega, busco a personas que en mi vida han fallecido, me identifico con el público que miro y lo que les provoca lo que hacemos en escena. La obra tiene un pulso y una dinámica escenográfica súper desafiante para uno y para quien mira. Todos estamos expuestos al estímulo de la luz y la sonoridad”.

“Llegamos al punto cero de inflexión”, dice Joaquín Leal, para quien “la catarsis es un proceso fisiológico, un ejercicio aeróbico, porque sucede en el cuerpo, entendiéndolo como una totalidad”.

Comenta que esta obra “no se sustenta en una dialéctica narrativa”, por lo que “el círculo y la energía grupal que se despliega nos contiene si uno se entrega al agotamiento y el cuerpo se desinfla. Entre todos nos sostenemos. En Catarsis Inmersiva se siente lo colectivo y eso incluye al espectador. El desafío es encarnar esa energía, llegar a ese cuerpo, a la catarsis”.

Dentro y afuera

Alexandra Miller afirma que “en todas las funciones surge un ‘no doy más’”. Entonces, “uno busca y encuentra algo, pasa el umbral de agotamiento y llega a un punto física y emocionalmente muy poderoso. Entre la vertiginosidad de la obra y ese agote físico surge la supervivencia, querer o sentir la necesidad de continuar con la energía de quienes bailan con uno”.

Además de lo exigente en lo físico e interpretativo de esta propuesta, Miller agrega el enfrentamiento de “las luces versus la oscuridad total, y el contacto visual y la complicidad” con los performers.

Siente que ahí se produce su catarsis. “Para mí no es algo tan tangible, sino una sensación física, como que vibra la piel cuando estoy bailando y dándolo todo”.

Según Camilo Fernández, la comprensión del proceso catártico lo ha experimentado en el “mundo del teatro” y de compartir que “el teatro es purgar, producir una limpieza”. En este sentido, afirma que la catarsis es una posibilidad “cotidiana a la que entro habitualmente como un espacio de expresar y no reprimir mis emociones, mi rabia, mi alegría…”.

Recalca que en el montaje “la catarsis me llega como un shock de energía, densa, intensa, oscura. Ni buena ni mala. Para mí la obra es muy del corazón. Y el corazón a veces puede ser suficiente o insuficiente, y hay que adoctrinarlo”.

Catarsis Inmersiva, foto de Diego Álvarez

Primitiva y contemporánea

El codirector y músico Gabriel Miranda, ubicado fuera del espacio escénico, dice que experimenta la catarsis, a partir del “magnetismo que siente surgir desde el centro del círculo”.

“Cuando opero lo técnico y tecnológico, sonoro y lumínico, y toco en vivo la guitarra, estoy atento, como si fuera una mano invisible, porque todo tiene que funcionar. Estoy en un estado de permanente alerta, comprometido y presente, en diálogo con lo que está ocurriendo en escena. Me siento parte de todo este ritual y acontecimiento”.

Entre otros aspectos que ve desde su posición, Miranda observa a los performers y a los espectadores como “elementos activos viviendo este proceso que propone un viaje, si empatizan o no, como les tocan los distintos momentos de la obra”. De este modo, agrega, “se genera una complicidad que nos une y nos hace sentir que somos partícipes de algo”.

“Siento todas las emociones a lo largo de la obra, nerviosismo al comienzo y cuando interpreto un riff o alguna línea melódica me empapo de toda esa emoción y siento que algo vivo está ocurriendo en diálogo con el público y los intérpretes”.

“La danza tiene algo muy primitivo y tribal desde los orígenes de la humanidad. También es nuestro espacio de libertad para expresar nuestra alegría. La danza contemporánea es un espacio y lenguaje de comunicación muy vigente para exponer ideas y pensamientos”.

“Es un lienzo donde se pueden expresar todo tipo de sentires y emociones, reflejo de lo que vivimos en la sociedad: nuestra rabia, nuestras ganas de vivir, nuestra ternura… todo puesto a disposición a través de la obra”, concluye.

Catarsis Inmersiva, foto de Diego Álvarez

Catarsis Inmersiva

Creación, dirección y diseño integral: Ninoska Soto y Gabriel Miranda.
Investigación corporal y performance: Carmen Gloria Soriano, Alexandra Miller, Camilo Fernández, Joaquín Leal, Ninoska Soto.

Diseño lumínico-sonoro: Gabriel Miranda.
Dirección corporal y vestuario: Ninoska Soto.
Registro fotográfico: Tomislav Ostoic (Cámara Escénica).
Registro audiovisual: Bruno Torres Meschi
Difusión RR.SS.: Joaquín Leal
Financia: Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Espacio de Arte Flor de Agua.
Doctor Fonck 326.
Barrio Puerto. Puerto Montt.

Viernes 29 de noviembre
-11.00 horas: Apertura de Instalación Lumínico-Sonora y conversatorio con estudiantes Campus Puerto Montt (U. de Los Lagos).
-19.30 horas: Función Catarsis Inmersiva + conversatorio.

Sábado 30 de noviembre
-11.00 horas: Apertura de Instalación Lumínico-Sonora Área de Aprendizajes Artísticos de Espacio Flor de Agua.
-19.30 horas: Función Catarsis Inmersiva.

Mayores de 16 años. No recomendada para personas con sensibilidad a la luz o al parpadeo de luces.