“Estado vegetal”

Realismo y Estado Vegetal: las elogiadas obras con que Manuela Infante agitó la Biennale di Venezia

05 agosto 2019 | 12:26

Dos obras latinoamericanas (y las primeras chilenas, hasta el momento) irrumpieron la semana pasada en la cartelera de uno de los encuentros internacionales de teatro más importantes a nivel europeo y mundial: la Biennale di Venezia, que se desarrolla desde el 22 de julio al 5 de agosto.

Realismo (2016) y Estado Vegetal (2017) de Manuela Infante -ex directora y dramaturga de la desaparecida compañía Teatro de Chile (2001-2016) – estuvieron presentes en esta edición que, bajo la dirección de Antonio Latella, tuvo como objetivo las dramaturgias, y las múltiples escrituras que intervienen en un espectáculo y que superan lo que comúnmente se conoce como texto teatral.

En esta edición llegaron a los escenarios italianos autores de renombre y otros aún poco vistos, como Jens Hillje con el León de Oro a la carrera y Jetse Batelaan, con el premio León de Plata.

"Realismo"

La guerra, la fragilidad de lo real, la muerte y el sentido de la vida, la ruptura del ser humano con su ambiente –o su origen- y el engaño de sentirse aún en el centro del mundo, fueron algunas de las temáticas recurrentes en la cartelera de la Biennale, entre las que también se inscribieron obras chilenas.

En Chile, a Manuela Infante se le vio debutar con Prat (2001), montaje que le valió entre otras cosas una querella contra las instituciones que lo financiaron. Pero también Cristo, Narciso, Zoo y Rey Planta se constituyeron como parte del teatro chileno de exportación.

Realismo y Estado vegetal comparten algunos elementos del recorrido trazado precedentemente con Teatro de Chile, conservando esa mirada contestataria, irónica, intelectual y jocosa en una compleja red de temáticas que llevan como denominador común el lugar del ser humano y el rol que éste se asigna en el mundo.

“Estamos plantados en un mundo mudo y éste es el misterio” (Realismo). Esta cita condensa de alguna manera lo que la dramaturgia de Infante explora en ambas obras: una visión que se sumerge en las posibilidades -significación, uso y abuso -de los objetos en el mundo humano.

En este contexto, Realismo construye un mundo en la acumulación de objetos concretos y el poder que estos ejercen sobre los individuos. Sillas, mesas, alfombras, ropa, lámparas, aspiradoras, colchones, cuadros, cajas de cartón, etc. cohabitan el espacio escénico, ejerciendo un cierto protagonismo en la vida de los personajes.

"Estado Vegetal"

Estos últimos –interpretados por Cristián Carvajal, Ariel Hermosilla, Héctor Morales, Rodrigo Pérez y Marcela Salinas – parecen ser víctimas del tiempo y del poder silencioso de las cosas. La obra pone en crisis la noción moderna del ser humano como medida de todo e insiste en una ontología de la realidad y los objetos independiente de su observador.

Diríamos que en esta obra ya no importa la historia, el texto ni los personajes, sino la mera contemplación de los objetos; la epifanía de la pura materialidad de las cosas o de un sentido misterioso posible de ser intuido a través de la mirada.

Otro “mundo mudo” es el configurado en Estado vegetal, monólogo interpretado por la actriz Marcela Salinas con temáticas que Infante ya había comenzado a explorar con Rey planta (2008).

Se trata de una verdadera “pieza musical”, ejecutada por una solista que da voz no sólo a una serie de personajes humanos, sino que también a las plantas. La obra mira hacia el mundo vegetal y se deja inspirar por éste, reconstruyendo su forma de estar en el mundo.

En el escenario, pocos elementos –una mesa, un micrófono, algunas plantas, entre otros –delimitan el reducido espacio en el que se moverá la actriz y en el que irán apareciendo e interactuando los diversos personajes. Sugerente resulta el choque entre el universo vegetal y el humano que termina por evocar un mundo distópico, en el que las plantas se apoderarán del planeta.

Ambas obras están caracterizadas por un importante soporte filosófico; las palabras se desbordan y se acumulan en la escena; por ello, a veces puede resultar críptica para el espectador, quebrando también la profunda conexión entre una dimensión ideológica y el goce estético que se pretende del teatro.

De todas formas, significativo y novedoso resulta el aparato conceptual propuesto por Infante. En un evento internacional como la Biennale –y aquí no sólo me refiero al encuentro de teatro sino también al de danza, arte, arquitectura, cine y música- se da espacio a un universo de manifestaciones artísticas con ideas propias e innovativas que sacudan y pongan a prueba al espectador.