Lo que podría considerarse la gran aspiración de un no vidente –ver– en esta obra se presenta, por el contrario, como el principio del fin de una vida.
Esta gran contradicción está en la base del texto del dramaturgo irlandés Brian Friel (1929-2015) ya que pone en duda la validez del “milagro” de recuperar la vista para un ciego, una colisión existencial que potencia y proyecta la propuesta escénica del director Omar Morán.
Estrenada en 1994, en Dublín, la obra alude también a la encerrona machista que vive la protagonista, por parte de su marido que la insta a operarse y del cirujano que busca recuperar su fama con una acción espectacular.
Según Brian Friel, mencionado como el “Chéjov irlandés” y “la voz con acento universal de Irlanda”, Molly Sweeney se inspira en parte en el ensayo clínico “Ver y no ver”, del neurólogo británico y divulgador científico Oliver Sacks (1933-2015), que relata el caso de un hombre que volvió a ver luego de 45 años.
Conflictos y certezas
La puesta en escena de Omar Morán enfrenta esta compleja temática manteniendo la estructura del texto original, tres monólogos con tres personajes: Molly, (Alessandra Gerzoni); Frank, su esposo (Carlos Ugarte); y Mr. Rice, el cirujano (Diego Casanueva).
Aunque esta opción se desarrolla en un escenario casi vacío, que denotaría un espacio acogedor para conversar, el director utiliza -en contraste- una fuerza lumínica de gran intensidad y la oscuridad total.
Son recursos que subrayan el tema central -la transición entre no ver y ver, experiencia intolerable que sufre Molly- y rompen cierta cadencia discursiva que reiteran los monólogos.
Porque cuando la mujer recupera la vista se destruyen el mundo que había construido durante años de ceguera y los espacios físicos y emotivos que le daban estabilidad y certeza.
Aunque ve de manera parcial, nada de lo que percibe tiene resonancia en su memoria, y como su cerebro no registra recuerdos visuales, tampoco le encuentra sentido a lo que ve.
Cosas simples, como desplazarse por las habitaciones, podrían ser motivo de incomodidad y conflicto al tener alterada la percepción de la distancia y los peligros.
Y lo peor: como pierde la vida independiente que le permitía moverse con naturalidad e intuición por los espacios físicos, sociales y emotivos que tenía… quiere volver a la ceguera.
El director responde bien a los desafíos de esta compleja temática al mostrar el debate de ideas, con sus luces y sombras, y construir un ambiente general atractivo, neblinoso y de gran producción.
Y en un elenco de buen nivel destaca Alessandra Guerzoni, al armar una Molly que se debate en esa incertidumbre y proyecta un ser humano sensible y exigente con su propia conciencia.
Un montaje teatral con la obra de un gran dramaturgo irlandés, desconocido en nuestro país, en sintonía con una valorable iniciativa escénica que promueve la inclusión, coproducida por Fundación CorpArtes y Alessandra Guerzoni, y cofinanciado por Senadis.
CorpArtes. Rosario Norte 660, Las Condes. Sábado 20.00 horas; domingo 19.30 horas. De $ 8.000 a $ 20.000. Apta para todo público, incluidas no videntes. Hasta el 21 de octubre.