El teatro infantil (o familiar) ha tenido un importante desarrollo en los últimos años. Sin embargo, sigue siendo el “hermano” menor del teatro y muchos de sus creadores son “mirados en menos”, como algo poco serio y para el cual no se necesita mucho talento.
En forma implícita, muchos piensan que ahí terminan los que no tienen talento para el teatro adulto, que los niños no necesitan –ni merecen- algo elaborado e “inteligente” como “nosotros los adultos”. Los tratamos como seres que tienen capacidades limitadas (intelectuales, sensoriales, afectivas), que están en proceso de desarrollo.
Pero debiera ser lo contrario, el teatro (el cine, la literatura, la música, etc.) destinado a la infancia debiera ser muy cuidado justamente porque los niños son muy sensibles y perceptivos, porque tienen características particulares tanto individuales como grupales y, justamente porque están en desarrollo, buenas o malas obras (caricaturizando) pueden tener efectos estimulantes o traumáticas (exagerando).
La complejidad de hacer buen teatro infantil debiera implicar tener profesionales de alto nivel, si de verdad no subestimamos a los niños. Ellos requieren “códigos” y lenguajes diversos al de los adultos, adecuados a las diversas infancias y contextos culturales, entendiendo que, además, son muy cambiantes (dada su breve “memoria histórica”).
Hacer teatro infantil debiera involucrar varias profesiones y disciplinas, para lograr así propuestas adecuadas a públicos muy específicos y cambiantes que, por lo mismo, requieren lenguajes, ritmos y formas de abordar los temas de distinta manera al que se hace con el teatro para adultos.
Clasificar y poner “sellos de calidad”
Un primer punto es clasificar y poner “sellos de calidad”. Existen distintas infancias, que no sólo tienen que ver con edades. Es importante hacer estas distinciones para guiar a los adultos (y a los establecimientos educacionales, a los municipios y otras instancias, como por ejemplo empresas) que llevan a los niños al teatro, que no son especialistas ni pueden ver las obras antes (y, posiblemente, no tienen los conocimientos y parámetros para evaluarlas).
Es muy importante estimular y resguardar a los niños entendiéndolos como seres pensantes y sensibles, invitándolos a experiencias enriquecedoras al tiempo de prevenir a los adultos de llevarlos a obras que pueden significar experiencias frustrantes o abiertamente contraproducentes.
Es importante en este sentido que las obras tengan una suerte de sello de calidad en distintos ámbitos, y que éstos sean entregados por una entidad que de garantías de seriedad e independencia. En principio debiera liderarlo el CNCA (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes).
Mediación e información
Complementario al punto anterior, es fundamental que haya mediación entre las obras y los públicos que permitan guiarlos y así acercarlos a las obras que puedan ser mejores para ellos (en términos de contenidos, lenguajes, edades recomendadas, etc). Esto significa, que se pueda acceder de manera simple a información que explique en forma clara y comprensible las distintas obras, sus contenidos, propuestas en sus diversos aspectos, etc.
En concreto, estamos en un país donde la mayoría es “analfabeta” respecto a distintos lenguajes artísticos. Esto es particularmente grave respecto al teatro infantil o familiar (además de danza, artes visuales, música contemporánea), donde además la calidad de las obras es muy disímil. Entonces, la idea es tener, además de una clasificación, información accesible para que las personas se puedan informar.
Contra el mal teatro
En este sentido, es necesario erradicar –o al menos señalar- obras que apelan a “animar” de forma burda, muchas veces con humor racista, machista, que se burla de personas con discapacidad, de extranjeros y campesinos, por poner algunos ejemplos.
Es importante que el teatro infantil o familiar deje de considerar a los niños como discapacitados, incapaces de textos inteligentes y sensibles, o de apreciar escenografías, vestuarios o música de calidad.
Tener buenas audiencias de teatro parte por tener buen teatro para niños, que es cuando se forman los buenos espectadores (además de “llevar” adultos que pueden entusiasmarse con el teatro).
Fomentar buenas compañías de teatro infantil
Otro punto fundamental es fomentar el desarrollo o que se potencien algunas compañías dedicadas al teatro infantil o familiar, financiándolas durante algunos años para que investiguen, complementen su formación, se relacionen con profesionales de otras áreas, experimenten y desarrollen propuestas y obras.
Sólo de esta forma, y al cabo de algunos años (o de una década), se podrá tener distintas compañías con propuestas diversas y maduras para estos públicos.
Para lograr propuestas y obras de calidad, con sellos propios, se requiere incorporar diversas disciplinas que confluyen para lograr buenas propuestas. Pero para que esas diversas disciplinas logren conformar equipos de trabajo, se requiere además de tiempo de trabajo colectivo sostenido. Y eso requiere apoyo, financiamiento.
El teatro infantil lleva tantos espectadores como el resto del teatro. ¿Cuánto llevaría si, en término medio, fuera de calidad?
Generar redes
Este punto no es distinto a lo que necesita el teatro en general y otras expresiones artísticas.
Estas redes, que pueden ser de teatros públicos (centros regionales, municipales, bibliotecas, etc) y privados como también de establecimientos educacionales, se ven facilitadas si hay información y respaldo sobre la calidad de las obras y los públicos preferentes a lo que están dirigidas.
También puede ser muy útil contar con guías de las obras que apoyen la asistencia de colegios a las obras, facilitando la labor de los docentes. También se puede complementar con la entrega de herramientas relacionadas al teatro infantil a los profesores, de manera de ampliar las miradas sobre las obras y los diversos aspectos que las integran.
Fomentar el teatro infantil o familiar es generar público para el teatro en general. El público y las buenas experiencias se forman desde niños. Es fundamental invertir en esta área al tiempo de evitar las experiencias traumáticas que se ven tan a menudo en recintos cerrados como en espacios públicos.