A pocos kilómetros de Valparaíso, y entremedio de una espesa vegetación, se esconde un tesoro arqueológico que lleva miles de años guardando su secreto.

Lo que más me gusta de hacer este recorrido es llegar a un lugar completamente solitario, dónde se respira un aire ancestral. Un lugar donde la paz es inconmensurable, dónde sólo se escucha el viento, el graznido de las aves, y el sonido fuerte y seco que emiten los lobos.

Este tesoro es un gran “conchal” -básicamente una acumulación de restos de conchas de moluscos y huesos- que contiene una valiosísima información sobre nuestro pasado más remoto. Este sitio posee varios niveles de ocupación de cazadores-recolectores prehistóricos, que vivieron en esta porción de costa chilena durante los últimos 10 mil años.

Aquí se han encontrado, además de conchas de locos, lapas y chetones, restos de aves, peces, lobos marinos, pingüinos de Humboldt, roedores, guanacos, puntas de proyectil, anzuelos, raspadores, fogones y un largo etcétera.

El nivel más profundo y antiguo corresponde a un pueblo del interior que se dedicaba principalmente a la caza del lobo marino. El nivel de hace 1000 años atrás, al de un pueblo que se había adaptado completamente a su entorno costero y explotaba otros recursos.

¿Por qué cazadores del interior se transformaron en pescadores y mariscadores? Los pueblos prehistóricos de Punta Curaumilla nunca escucharon hablar de zonas de surgencia, pero las conocían y las aprovechaban.

Gabriel Espinoza

Avistamiento de fauna y flora

Punta Curaumilla ejerce sobre la bahía de Valparaíso un efecto que la transforma en una zona muy rica en biodiversidad. Los fuertes vientos provenientes del sur y suroeste, remueven el fondo marino desplazando aguas profundas y frías hacia la superficie. Esto produce abundancia de nutrientes en el mar, lo que se traduce en abundancia de alimento.

Este fenómeno, conocido como surgencia, atrae a gran cantidad de fauna y se produce en muy pocos lugares de Chile. Entre los más destacados está el golfo de Arauco y la península de Mejillones, ambas zonas muy ricas en recursos.

Aldo Madrid, ingeniero pesquero residente hace 30 años en el lugar, explica que es muy común ver ballenas. Algunas pasan porque es su ruta de migración y otras, como las orcas, se acercan a la costa para cazar.

Gabriel Espinoza

Frente al faro, hay una pequeña colonia de lobos de 2 pelos que es posible ver sin problema. Se calcula que hay unos 800 ejemplares que reposan sobre una roca de 3 niveles, mientras cientos de aves planean alrededor. Pelícanos, jotes y yecos, se turnan con al menos 30 especies más entre residentes y migratorias. Las últimas ocupan este lugar para descansar y alimentarse entre viajes interminables, como el de la fardela negra que viaja desde Chiloé hasta Canadá.

La vegetación es muy rica y variada, predomina el matorral esclerófilo costero, con abundancia de peumo, boldo y litre. La primavera es un espectáculo de colores, hay incluso dos especies de orquídeas.

Las plantaciones de pino insigne, radiata y eucaliptus también son importantes, pero acidifican el suelo y transforman el ecosistema. La cercana Laguna Verde ha sufrido un gran impacto por estas plantaciones, relegando la vegetación nativa a pequeños y remotos espacios.

Gabriel Espinoza

Trekking

Esta península es un destino casi desconocido, incluso para gente que vive en Valparaíso. Los visitantes que llegan a Laguna Verde generalmente no se aventuran más allá de “Las Docas”, la otra playa grande de arena que existe en el lugar.

Para llegar al faro, a la punta misma de la península, hay que sortear caminos muy malos y señalización precaria. Esto le quita el ánimo a muchos, pero los que llegan quedan maravillados de un lugar tan desconocido y espectacular. El faro, que es automático desde 1991, fue inaugurado en 1893 y es considerado uno de los más bellos de Chile.

Toda la costa es abrupta, con muchos acantilados y escarpadas laderas que pueden ser peligrosas. No hay rutas de trekking propiamente tales, pero si varias huellas que son bastante claras.

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Punta Curaumilla es un mirador natural, como un gran balcón azotado por los vientos donde se ven los acantilados de Playa Ancha, por un lado, y de Quintay, por el otro.

Gabriel Espinoza

Ruta arqueológica

El tour comienza en la cercana Laguna Verde, desde donde se toma una camioneta 4×4 para llegar a la entrada del faro. Este recinto es de la Armada de Chile y su acceso es restringido. Sin embargo, vecinos encargados abren la reja para que los visitantes puedan entrar.

En el tour “ruta arqueológica”, se realiza primero una visita al faro después de caminar unos 20 minutos. Después, se recorre Punta Curaumilla completo donde se visitan 2 conchales inexcavados. A continuación, se baja a una pequeña y hermosa playa de rocas, desde donde se sube por una estrecha garganta para visitar el sitio arqueológico principal. Este se yergue sobre una pequeña colina, en la confluencia de dos pequeñas quebradas dónde pasa un riachuelo.

Museo Fonck

Cazadores recolectores

Los resultados de las excavaciones demuestran que el sitio fue ocupado por distintas culturas que, a veces, interactuaron entre ellas, comercializando y adoptando algunas tradiciones y nuevas tecnologías. Los Molle, del norte, y los Bato y Llolleo, de la zona central, dieron paso a la cultura Aconcagua de identidad étnica mapuche.

El arqueólogo José Miguel Ramírez, quien excavó el sitio por primera vez en 1987, afirma que Punta Curaumilla está excavado en una mínima parte, y que cerca hay una docena de sitios más. Lamentablemente los estudios de conchales en Chile son escasos, la gente no sabe quiénes eran estos primeros chilenos.

“Los alumnos que llegan a la universidad no saben casi nada de pueblos prehispánicos de Chile. Con suerte saben algo de los incas, mayas y aztecas, lo que enseñan en básica. Un dato interesante es que, antes, estos lugares no se analizaban, no interesaban demasiado, sólo importaban los artefactos, construcciones o enterratorios. Pero con la arqueología científica eso ha cambiado”, dice José Miguel Ramírez.

Los “conchales” son como cofres en el tiempo y es inimaginable la información que nos pueden entregar. Por eso su cuidado y conservación es fundamental. La mayoría de los sitios están en terrenos privados y pueden llegar a ser presa del descontrolado crecimiento urbano de Laguna Verde.

Hasta el momento, no ha sido posible encontrar enterratorios. Los arqueólogos aseguran que los hay, talvez en los alrededores o en alguna sección del conchal mismo.

Por cierto, Curaumilla es mapudungún y deriva de Curauma que significa, “piedra de montaña”. Y “Milla” significa “oro”.

Museo Fonck

Se agradece al Museo Fonck por facilitar uso de fotos.

Gabriel Espinoza Bustamante
Escritor – Guía de turismo.
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gespinozab@hotmail.com