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En un hito inusual para la escena cultural chilena, se llevó a cabo el primer Festival NóM en seis regiones del país, como parte de la 17ª Conferencia Anual de Ópera Latinoamérica. Este evento, creado por Ópera Latinoamérica, reunió diversas óperas, incluyendo nuevas propuestas y colaboraciones internacionales, con el objetivo de mostrar la vitalidad de la industria de la ópera y la música contemporánea.

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En una gesta atípica en la industria cultural chilena, este mes se desarrolló el primer Festival NóM, al alero de la 17ª Conferencia Anual de Ópera Latinoamérica. ¿La novedad? El evento desarrolló sus conciertos en seis regiones del país, en más de 20 escenarios y con compañías de distintas latitudes, incluso internacionales.

Óperas basadas en figuras como María Luisa Bombal y clásicos como “Fuenteovejuna”, convergieron con óperas de bolsillo y propuestas internacionales en la edición inaugural de NóM (“Nueva ópera y música”), instancia surgida gracias a una colaboración colectiva gestada por Ópera Latinoamérica (OLA), red que agrupa a más de 40 organizaciones, teatros, compañías y festivales de Iberoamérica y el Caribe.

Su objetivo es crear redes de trabajo, capacitación, formación e internacionalización. Dar forma a una comunidad internacional alrededor de la ópera.

“El Festival NóM fue una primera iniciativa para mostrar la existencia de una industria joven, pero potente y con mucha energía y capacidad en torno a la nueva ópera y la nueva música contemporánea”, cuenta a BioBioChile la directora ejecutiva de OLA, Alejandra Martí.

“Fue una instancia que nos permitió, justamente, acercar al público a estas manifestaciones, para que vieran que no todo es ópera tradicional o gran ópera, e incluso para los teatros, que muchas veces no se atreven a programar ópera porque creen que es muy caro. Entendieron que los nuevos formatos también cumplen un rol muy interesante en la ópera y que puede ser programable incluso en las salas pequeñas”, explica.

Este año, el programa tuvo nuevas óperas como “El viaje de la garza Andrés” (Teatro Educativo de las Artes de Panguipulli, música de Andrés Pérez y dirección de Felipe Castro); “Hijas del mundo” de la catalana Marian Márquez en el Teatro Biobío, en el marco del programa Oh!pera del Gran Teatre del Liceu de Barcelona; y tres óperas de bolsillo de 15 minutos cada una: “El sombrero seleccionador” y “Formas de ganar el cielo” de Miguel Farías, además de “Recurso humano” de Cristián Fernández. Todas estas se desarrollaron en el Teatro Municipal de Chillán.

El Teatro Regional del Maule, por otro lado, tuvo a “Heroínas del Maule”, una coproducción de Lírica Disidente sobre los arquetipos femeninos presentes en las heroínas puccinianas, que a su vez conecta con historias y vivencias de las mujeres de la región. En Santiago, el Teatro Municipal, sede del festival, presentó el estreno de “La abeja de fuego”, ópera basada en la vida de Bombal.

“Otro de los propósitos del Festival NóM, es que los directores y programadores que vinieron a la 17ª Conferencia de OLA pudieran ver parte de la creatividad y el talento local. Ese objetivo también se cumplió, porque varios de los asistentes fueron a las actividades de la programación, como “La abeja de fuego”, “Amor parricida”, “Fuenteovejuna”, “Hijas del mundo” y las tres óperas finalistas del Creative Lab Latinoamericano de Nueva Ópera”, añade Martí.

Alejandra Martí: “El mirar, reflexionar, contemplar de manera introspectiva, como sucede con la música, es una oportunidad justamente de sanarnos”

(P): ¿Cuáles fueron las conclusiones de la 17ª Conferencia Anual de Ópera Latinoamérica?

(R): La Conferencia trató, entre muchísimos temas abordados, sobre la sostenibilidad y la responsabilidad de los teatros con la comunidad y el entorno. Ahí surgieron varios puntos en común entre los más de 100 líderes que visitaron Chile, como: el importante rol de la cultura en el contexto hipertecnologizado, sobre todo como preservadora de la dimensión humana de nuestra existencia ante el avance de la inteligencia artificial.

En ese contexto, también conversamos sobre la necesidad de que los liderazgos sean adaptativos para progresar en un entorno que está viviendo cambios cada vez más acelerados. Ese fue el marco general de un encuentro donde también hablamos, visibilizamos, la importancia de crecer en conjunto como red iberoamericana para mantener a nuestras organizaciones conectadas con la sociedad. Y todo lo resumimos en cuatro palabras que sentimos que reflejan nuestro quehacer: resistencia, resiliencia, insistencia y esencia.

(P): Al margen de este festival. ¿Cuál sería su recomendación para quienes quieran acercarse a este tipo de arte, a la ópera? ¿Qué deberían hacer? ¿Dónde deberían acudir?

(R): Lo primero y más importante es atreverse a ir. Si alguien siente curiosidad por cómo se ve y escucha una ópera o un concierto de música clásica, el primer mensaje es que vayan y se den la oportunidad de vivir esa experiencia. En Chile hay muchas opciones para acceder a este tipo de contenidos artísticos, tanto porque cada vez hay más espacios que los programan como porque hay entradas gratuitas como pagadas, con diversidad de precios. Y la única y verdadera forma de saber si a uno le gusta una expresión artística o no, es conocerla.

El Festival NóM es un reflejo de lo anterior. Fue fruto de una articulación que comenzó hace un año y medio, y que reunió las voluntades de diferentes programadores que hoy son parte de esta gran oferta. Sin dudas, hay cada vez más espacios dispuestos a acercarse al mundo de la ópera -o el teatro musical- y la música clásica.

(P): ¿Algunos lugares recomendados?

(R): Los escenarios como el Teatro Municipal de Santiago o la Corcudec han programado estos contenidos hace décadas, pero hay organizaciones nacidas en los últimos 10 o 15 años, que también se han aventurado a hacerlo, como el Teatro de Las Condes, el Teatro Biobío o la compañía Lírica Disidente, con apuestas muy interesantes. Por ejemplo, hace unos meses presenciamos el rescate de óperas de Eliodoro Ortiz de Zárate, que era compositor chileno. Se estrenó “Hijas del mundo”, que es fruto de una alianza del Liceu de Barcelona con el Teatro Biobío para hacer nueva ópera, un proyecto que nosotros también empujamos y que incluyó al Instituto Ramón Llull. En la previa de este espectáculo, pudimos ver una nueva creación que realizaron artistas locales, mezclando ópera con música electrónica, lo cual fue sumamente interesante.

Yo creo que el público tiene que dejarse seducir y abrir la mente para ver nuevas puestas e incorporar la música a su vida diaria. Creo que ir todas las semanas a ver un espectáculo es bueno para el alma, el espíritu y ayuda a bajar un poco las revoluciones en tiempos contemporáneos tan ajetreados. El mirar, reflexionar, contemplar de manera introspectiva, como sucede con la música, es una oportunidad justamente de sanarnos y de incluso tener mejores vidas.

(P): ¿Proyectan una nueva versión del Festival NóM?

(R): Si me pides un sueño, es hacer que el NóM se transforme en una marca para Chile y Latinoamérica de nueva creación. Me encantaría que se pueda coproducir, por ejemplo, con España o con Estados Unidos, porque hay mucho conocimiento de esas industrias en cómo producir estas óperas.

En esas combinaciones cruzadas y equipos mixtos hay mucho aprendizaje, un ejemplo de ello fue lo que sucedió en el Teatro Bíobío, donde vino la compositora y la directora de escena, que son catalanas e hicieron una mixtura y un ensamble con los artistas locales, a cargo de la escenografía, el vestuario y después la previa al estreno. Ese resultado es sumamente interesante y es la línea en que el NóM debiera seguir trabajando, en coproducciones e internacionalización.