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Mozart no era el más talentoso de su familia, sino que su hermana: el desconocido legado de María Anna

31 octubre 2024 | 07:20

En el siglo XVIII, no fue Wolfgang el primero de la familia Mozart en impresionar a Europa por su calidad como músico y compositor, sino que su hermana, María Anna. En esa época, una gira por Viena, Múnich, París, Países Bajos y Londres catalogó a ‘Nannerl’, como era conocida en su círculo cercano, como una de las figuras musicales más prometedoras por su “virtuosismo” y “prodigio”.

Y es que, además de ser una virtuosa compositora, la historia cuenta que la hermana de Wolfgang también escribió e inspiró algunas piezas del músico alemán. Una promisoria carrera que llegó a su fin cuando decidió casarse por presiones de su padre, pasando la posta a su hermano, quien se convirtió en una de las leyendas del arte moderno.

Los primeros aplausos de María Anna Mozart

Cuando Wolfgang nació en 1756 en Austria, María Anna ya tenía cinco años y comenzaba a tener nociones de la música, que era el pasatiempos favorito de su padre y la forma en que ganaba dinero, componiendo y siendo un gran experto de las cuerdas, Leopold, y quien comenzó a enseñarle a tocar instrumentos de teclado cuando tenía siete años. De acuerdo a diversas biografías y archivos históricos, al igual que su hermano, ‘Nannerl’ tenía el potencial de una niña prodigio.

Al ver el talento que tenía su hija, y también cómo Wolfgang comenzaba a aprender de música a muy temprana edad, Leopold llevaba a los hermanos de viaje para que pudieran enriquecerse musicalmente y que comenzaran a hacerse un nombre dentro de la comunidad europea, presentándose en actos gratuitos delante de la realeza y en festivales de nuevos talentos, siempre siendo los más pequeños de los participantes, por lo que artistas más experimentados y profesores los aconsejaban y alentaban.

A los 12 años, María Anna tocaba perfectamente el clavicordio en distintos eventos donde sacaba aplausos y emocionaba a músicos experimentados con sus más de 600 piezas o sinfonías que escribió desde los ocho años. Su hermano la acompañaba a todas partes y tocaba junto con ella y es que, a medida que fueron creciendo, la intención de su padre era que Wolfgang sea el famoso y músico de la familia, ya que el rol de la mujer en esos tiempos se limitaba a la crianza y matrimonio.

Las reseñas de los músicos de la época catalogaban a ‘Nannerl’ como un talento inigualable y un virtuosismo superior al de su hermano, incluso el propio Leopold, que en una carta registrada en una de las biografías de Wolfgang, aseguraba: “Mi niña toca las partituras más difíciles que existen con increíble precisión y de manera excelente. Mi pequeña, con tan sólo 12 años, es uno de los músicos más hábiles de Europa”.

En 1762, cuando María Anna tenía once años y Wolfgang sólo seis, los dos hermanos realizaron una presentación musical para autoridades aristócratas en Múnich. Uno de los presentes, el conde Karl von Zinzendorf, escribió sus impresiones en su diario, el cual fue de conocimiento público años más tarde. “El pequeño de Salzburgo y su hermana tocaban el clavecín y la interpretación de su hermana era magistral”, registró.

María Anna y Wolfgang

La esencia de María Anna en las obras de Wolfgang

La fugaz carrera musical de ‘Nannerl’ se estrelló cuando la joven compositora pasó a ser una adolescente. Fue en ese momento cuando su padre le prohibió seguir dedicándose a la música y obtener dinero de ella. ¿El motivo? Leopold consideró que era inadecuado que su hija no pasara tiempo en el hogar y no supiera realizar las tareas domésticas que estaban destinadas para las mujeres, por lo que Wolfgang perdió a su compañera de gira.

Desde casa y con su padre y su hermano en constantes viajes para mostrar la música de Wolfgang, María Anna envió una de sus composiciones a su hermano en 1770 (un año después de que Leopold le prohibiera seguir su carrera musical) y éste le respondió en una carta que se transformó en pieza histórica del museo del compositor alemán: “Mi querida hermana, estoy impresionado de que puedas componer tan bien, en una palabra, la obra que escribiste es hermosa”. Lamentablemente, esta pieza musical no fue incluida por Mozart en su amplio repertorio musical.

Es sabido que la primera sinfonía de Wolfgang Amadeus fue compuesta en Londres cuando apenas tenía ocho años. Una época en la que su hermana lo asistía y lo ayudaba a escribir la mayoría de sus composiciones, por lo que la posibilidad de que algunas piezas en realidad sean de ellas es muy alta. Pese a que no está claro hasta qué punto llegó su colaboración, ‘Nannerl’ siguió ayudando a su hermano hasta los once años, es decir, en varias composiciones más.

María Anna no sólo era la hermano mayor de Wolfgang, sino que era compañera, su amiga y la persona en la que más confiaba. Cuando ésta alcanzó la edad en la que podía casarse y no pudo seguir siendo parte de la gira de los Mozart, la compositora siguió escribiendo canciones hasta su matrimonio en 1784.

En esos tiempos, sólo se permitía que las mujeres compusieran música si es que pertenecían a la nobleza o por placer, y sólo mostrando su arte en reuniones privadas y exclusivas, por lo que ganar dinero tocando o tener una carrera musical era mal visto, y la gente las ponía en la misma categoría que una prostituta. Una falta de visibilidad de la que sufrió ‘Nannerl’, quien no tuvo problema en regalarle composiciones a su hermano menor, y quizás cuántas.

Su matrimonio y su alejamiento con su hermano

Mientras dedicaba su vida a sus tres hijos y marido, Johann von Berchtold zu Sonnenburg, a quien Leopold había aceptado como esposo de su hija cuando ésta tenía 33 años, Wolfgang Amadeus Mozart se transformaba en una leyenda del arte moderno. El distanciamiento con su hermano era esperable, y sobre todo cuando éste se mudó a Viena junto a su esposa Constanze, sin embargo, sus cartas fueron las responsables para que las obras del músico alemán perdurara en el tiempo.

No obstante, su matrimonio no salvó a ‘Nannerl’ de las decisiones autoritarias de su padre, quien se quedó con su recién nacido en 1785. En primera instancia, Leopold quería cuidar al niño enfermo y, al haber tenido el parto lejos de la ciudad donde vivía junto a su esposo, aconsejó a María Anna de que el viaje podía empeorar la salud del lactante. No obstante, cuando el bebé se mejoró, siguió criándolo, e incluso, lo bautizó con su nombre. ¿Acaso quería crear otro genio de la música?

Cuando su padre murió dos años más tarde, la hermana de Wolfgang pudo recuperar a su hijo. A pesar de esta buena noticia para ella y a que, en el principio de su carrera musical, su hermano le dedicaba algunas sinfonías, comenzó a distanciarse cada vez más de él tras la enemistad que tenía con su mujer.

Un distanciamiento que se prolongó por tres años, hasta la muerte del ícono alemán

. El fallecimiento de su querido hermano menor le afectó bastante y, sin pensarlo dos veces, olvidó sus diferencias con su cuñada para trabajar junto a ella en una biografía de Mozart, con el objetivo de ordenar toda su obra.

María Anna Mozart

Luego de quedar viuda, y aprovechando que tenía una vida acomodada gracias a la herencia de su padre y de su marido, volvió a hacerle justicia a su pasión por la música y, durante sus últimos años de vida, se dedicó a realizar clases de piano, instrumento que dominaba a la perfección. Lamentablemente, y a pesar de que había derribado los monstruos que le prohibían volver a componer, comenzó a quedar ciega poco a poco hasta fallecer a los 78 años.

Los largos años y el tiempo logró reivindicar el importante legado de María Anna Mozart, una compositora que por el hecho de nacer mujer no tuvo la oportunidad de crecer como artista en una generación misógina y estuvo a la sombra de su hermano, pero que será recordada como una de las mujeres más influyentes de la música clásica.