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Más de 100 mil espectadores chilenos han asistido a "La Sustancia", protagonizada por Demi Moore, que llegó a la cartelera local con el título de "estreno del año". Tras ganar el premio al Mejor Guion en el Festival de Cine de Cannes, la película ha generado controversia con algunas personas abandonando las salas por su impactante contenido.

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Ya son más de 100 mil los espectadores chilenos que han visto “La Sustancia” (“The Substance”), la película protagonizada por Demi Moore que arribó a la cartelera local antecedida bajo el rótulo de “estreno del año”, aunque con no poca controversia mediante.

Tras su comentado paso por el último Festival de Cine de Cannes, donde se llevó el premio al Mejor Guion, el filme hizo noticia por las reacciones que causó en sus primeras funciones, donde algunos debieron abandonar las salas por la repulsión generaron sus secuencias.

Si en su primera semana en la cartelera chilena la cinta de la francesa Coralie Fargeat convocó a 15.489 espectadores, en la segunda superó con creces la cifra, con 49.098 boletos vendidos. A tres semanas del debut, el fenómeno ya es un hecho: más de 100 mil personas se han puesto a prueba con “La Sustancia”, ratificando in situ una de las grandes interrogantes que rodean al filme: “¿Es tan chocante como dicen?”.

“La Sustancia”: Una crítica a la dictadura de la juventud

Entre los límites de la sátira, el terror y el suspenso (y con gruesos guiños a los grandes maestros de esta fórmula), “La Sustancia” plantea una crítica explícita al culto a la belleza y la juventud, y para construirla, no sólo apela a las máximas imperantes del streaming (mantener “cautivo” a un espectador que puede abandonar la historia de un segundo a otro), sino también al mismo lenguaje hegemónico que cuestiona.

Aquí la historia sigue los pasos de Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una antigua estrella de cine que ahora es conductora de TV en un programa de aeróbica, en el cada vez más evidente ocaso de su carrera.

"La Sustancia": ¿Es tan repulsiva la película de terror corporal que arrasa en cines chilenos?
“La Sustancia” | Cedida

Consciente del paso del tiempo en su cuerpo y del actual estatus de celebridad de tercera, Sparkle es despedida del programa de un día a otro, comprobando para sí misma su decadencia. Es en ese momento donde se le presenta una oportunidad indispensable, mediante un misterioso servicio: la aplicación de “La Sustancia”, una inyección que le permite renacer temporalmente en un cuerpo de veinteañera, el de Sue (Margaret Qualley), proveniente de sus mismas entrañas.

¿La única regla para disfrutar de este milagro científico? Ambas deben dividirse estrictamente el tiempo: una semana Sue, otra semana Elizabeth, sin excepciones. Y no olvidar la principal instrucción de uso: “Recuerda que eres una”.

“¿Alguna vez has soñado con una mejor versión de ti misma? Tú. Pero mejor en todos los sentidos”, lee la arruinada Sparkle antes de adoptar el tratamiento.

Tal como ocurre en la realidad más cotidiana, lo que primero parecía milagroso termina convirtiéndose en fraude, y lo que antes parecía en sueño rápidamente se vuelve una pesadilla.

Algo así desencadena “La Sustancia” cuando Sue, la versión “mejorada” de Elizabeth, obtiene el mismo trabajo en el programa de TV de aeróbica gracias a sus atributos físicos y, sobre todo, a su juventud.

Tras una primera semana en el Edén, los problemas comienzan cuando Sue se rebela contra Elizabeth y esta contraataca, en un vaivén que poco a poco va creciendo en intensidad e imágenes grotescas, o lisa y llanamente asquerosas.

Cuando Sue está en su semana, Elizabeth yace inconsciente en una de las habitaciones del departamento, y así viceversa. Un día, sin embargo, Sue decide prolongar su estadía en desmedro de su progenitora, utilizando para ello las células de Elizabeth. Es, literalmente, el comienzo del fin.

Las claves de “La Sustancia”: Sesgos de género y mujeres en trozos

En el universo de “La Sustancia”, la película, los cuerpos de las mujeres son mera mercancía y materialidad, y así lo demuestran sus sucesivos y festivos primeros planos a cinturas, bustos, pompas, piernas, cuellos, etc. Los cuerpos de las mujeres diseccionados en pantalla para su consumo, ya sea para un programa de TV de aeróbica o una película satírica de terror. Ahí la genialidad del filme.

Las imágenes explícitas, por lo mismo, son una constante que cruza el largometraje y que se acentúa cuando la batalla entre Sue y Elizabeth escala en violencia y grosería, alcanzando niveles monstruosos que a un espectador poco acostumbrado a este código fácilmente podrían espantar, al punto de abandonar una sala de cine (mientras otros miran perplejos).

Convertida en un fenómeno mundial (lleva recaudados más de 10 millones de dólares solo en EE.UU y se erige como la película independiente más exitosa de este año en Latinoamérica), el debate alrededor de “La Sustancia” ha levantado diversas preguntas, y una que incómoda se relaciona con los sesgos de género.

¿Es esta una película chocante porque, en realidad, son mujeres a las que vemos bajo (y sobre) el lenguaje gore/autodestructivo? ¿Por qué no pasó nada parecido con los centenares de títulos similares protagonizados y dirigidos por hombres?

Para la cineasta Coralie Fargeat, este es uno de los motores de su apuesta, que ya en su desenlace se despoja de cualquier filtro narrativo para mostrar en pantalla grande, y sin remordimientos o contemplaciones, los efectos repulsivos o derechamente asquerosos que puede alcanzar el culto al cuerpo y la industria que lo ampara.

Con citas cinematográficas tan explícitas como las deformaciones de sus protagonistas, el mensaje de Fargeat es claro: este es un homenaje al cine desde las mujeres, y sobre todo una respuesta a los filmes donde ellas fueron reducidas a un mero trozo de carne. Y en una secuencia de la película, esos trozos de carne vuelan por el aire y caen sobre el público.

Desde luego, “La Sustancia” no sólo es uno de los “estrenos del año”, sino también un imperdible para escrupulosos e inescrupulosos, básicamente porque al momento de los hechos esa línea divisoria entre ambos se difumina y el horror es general y democrático, absoluto y grotesco. En caso que la aversión sea desbordante e incontenible, las puertas de las salas de cine en Chile continúan siendo anchas, y no tendrá mayores problemas en la salida.